Años de educación escolar, pero no sabemos amarnos

Años de educación escolar, pero no sabemos amarnos

Años de educación escolar, pero no sabemos amarnos

Última actualización: 19 de abril de 2016

Incierto. Inadecuado. Hiperactivo. Con poca motivación. Fresco. Son muchas, muchas las etiquetas que reciben nuestros hijos durante su formación escolar. En cambio, son pocas las miradas que se detienen a comprender qué emoción se esconde detrás de cada pupila difícil.

Es curioso que en entornos empresariales o políticos, la Inteligencia Emocional se considere fundamental y estructural para todo profesional, mientras que las Instituciones Educativas, rezagadas en este frente, no lo consideran una habilidad para ser mejorado



La educación escolar debe darnos habilidades que nos permitan desenvolvernos por nuestra cuenta; de nada sirve formar niños aptos para la ciencia o la literatura si antes no les enseñamos qué es la autoestima, el respeto o la empatía.

La carga de las capacidades cognitivas sigue siendo fundamental para el sistema escolar. Las emociones, por otro lado, se ven como un "tabú" que es mejor limitarlo a la esfera privada., en la soledad de todo niño empeñado en conocerse a sí mismo en un mundo cada vez más complejo.

Una educación escolar que forma mentes, pero no personas

Los niños y adolescentes de hoy son hábiles estrategas de las nuevas tecnologías. Los emoticonos en sus mensajes de texto suelen ser el único acercamiento al mundo de las emociones. Sin embargo, cuando se alejan de sus teléfonos celulares, son incapaces de manejar o prevenir situaciones como el bullying, por ejemplo.

Begoña Ibarrola, psicóloga e investigadora, nos cuenta que en las instituciones que han integrado la inteligencia emocional en el aula y en el currículo escolar han desaparecido los casos de bullying y el rendimiento académico ha mejorado significativamente. Es buena suerte, no hay duda.


La educación escolar pretende formar personas que cambiarán el mundo de mañana: educamos, por tanto, personas felices, capaces de ser alegres, inteligentes en el respeto y brillantes en la esperanza.


Si ahora nos preguntamos por qué no se inicia esta transformación tan necesaria para nuestra educación, debemos considerar los siguientes aspectos y reflexionar por un momento:

  • La redacción de los programas está en muchos casos determinada por una tendencia política, y cada uno elige el currículo que considera más adecuado.
  • El peso del factor cognitivo sigue muy arraigado en nuestro sistema escolar, no obstante teorías como “las inteligencias múltiples de Gardner” indican una clara necesidad de trabajar la Inteligencia Emocional de los niños temprano.

También debemos considerar que cualquier cambio institucional lleva tiempo. Es necesaria una clara conciencia social, porque invertir en las emociones significa invertir en la convivencia, en aprender a estar más inclinados a las relaciones humanas, a respetar ya ese punto de vista diferente en el que se deja de lado la necesidad de educar hijos perfectos para formar personas felices.

  • La gratitud, la reciprocidad, el apego seguro y la comunicación afectiva son pilares que permitirán al niño crecer en libertad y madurez.
    • Si quieres dar a luz a un niño capaz de respetar a los demás, escuchar y usar el afecto antes que la agresión, sé un modelo.. Mantén tus palabras, juicios y acciones a raya; ser su mejor ejemplo.

    La escuela: un microcosmos del contexto social

    La escuela para el niño representará un claro ejemplo de ese mundo con el que tendrá que enfrentarse mañana. Las relaciones con sus compañeros y con las figuras autoritarias (maestros y profesores) le servirán para adquirir nuevas e importantes habilidades.


    • Se ha demostrado que en instituciones donde se adoptan hábitos y herramientas emocionalmente saludables, los niños son muy receptivos a tales conocimientos.
    • Los asimilan día tras día porque ven que son funcionales, que son estrategias útiles con las que pueden mejorar sus relaciones y ser más asertivos a la hora de prevenir ataques o hacer amigos.
    • La Inteligencia Emocional se transforma en un hábito capaz de optimizar el aprendizaje, para canalizar la ansiedad o los nervios. Todo ello redunda en una mejora de los resultados académicos y un fortalecimiento de la personalidad. Una cifra realmente alentadora.

    Educar es aprender a dejar una huella en el corazón de los niños


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