Última actualización: 17 de mayo de 2015
Pablo Neruda se preguntó “¿Sufre más el que siempre espera o el que nunca esperó nada?”. La esperanza está íntimamente ligada a los sentidos y es la capacidad humana de reunir todas nuestras fuerzas y concentrarlas para lograr un objetivo. La palabra esperanza deriva de la raíz sánscrita spa-, que significa “esforzarse por alcanzar una meta”. Y esto es exactamente lo que significa esperar: llegar a algo que todavía no podemos ver, pero que nos ayuda a seguir adelante.
La esperanza tiene que ver con las emociones positivas. Cuando esperamos algo, nos sentimos bien, plenos y motivados. Nuestra mirada cambia, y también nuestro estado emocional. Nos sentimos entusiasmados y llenos de energía. Es un sentimiento que nos hace poderosos.
Desde temprana edad utilizamos la esperanza para construir nuestros proyectos de vida, para perfilar nuestros sueños y fijar nuestras metas. Vivimos gracias a ella, porque es la fuerza que nos empuja hacia nuestros objetivos. La esperanza es nuestra compañera de viaje. Junto a ella pensamos a dónde nos gustaría llegar, en qué nos gustaría llegar a ser oa quién nos gustaría tener a nuestro lado. la esperanza nos ayuda convertir nuestros sueños en realidad.
renovemos la esperanza
La esperanza es que no nos rindamos, que nos llene de vida y nos impulse a alcanzar nuestras metas a largo plazo. A medida que pasan los años, tenemos la sensación de que nuestro almacén de esperanzas se está agotando lentamente. Este sentimiento está relacionado con la experiencia: las cosas ya no nos emocionan como cuando las hicimos por primera vez, porque tenemos años de aventuras a nuestras espaldas. Para ello debemos renovar nuestras esperanzas.
El problema con la esperanza es que surge solo cuando no estamos satisfechos, cuando construimos nuestras metas sobre expectativas de las que depende directamente nuestra felicidad o autoestima. Y sabemos que si no los alcanzamos, no estaremos cómodos con nosotros mismos. Para ello debemos seguir ilusionados y sintiéndonos motivados, sin tener que despegar los pies del suelo.
La esperanza despierta los sentimientos más positivos del ser humano, y es contagiosa. Confiamos en ella para sentirnos mejor, para lograr lo que nos hace felices. Según los neurólogos, lo que algunos científicos llaman el "bucle de investigación" reside en el hipotálamo del cerebro. Este circuito, que despierta las sensaciones de placer y felicidad, se activa solo durante el proceso de investigación, y no durante el logro de la meta.
La mayor parte de la felicidad, por lo tanto, reside en el proceso de buscar y esperar. Según Gilbert Keith Chesterton, "si hay algo que hace brillar la existencia, es la esperanza de encontrar algo a la vuelta de la esquina". La esperanza nos hace felices, por eso debemos cultivarla.