Última actualización: 03 marzo, 2015
Las conexiones emocionales realmente existen. Establecer una conexión emocional con otra persona nos permite acompañarla en la soledad y el dolor y, cuando se enferma, también puede servir como terapia
Nadie sabe la profundidad en la que se mueven nuestros pensamientos. Las personas inteligentes están acostumbradas a percibir las cosas y los pensamientos de manera más racional, pero las personas sensibles no solo perciben lo racional, también desarrollan una conexión, una conexión emocional con mayor facilidad.
Un caso real en el que la sensibilidad fue la clave para solucionar el problema
Un psicólogo profesional tenía un paciente joven, de 13 años, que no había dicho una palabra durante 15 meses. Su padre había fallecido ya que padecía una grave enfermedad desde que era un niño y su madre había fallecido en un accidente apenas 2 años antes. Sus abuelos paternos habían optado por no tener ningún contacto con él, mientras que su único abuelo materno no le había permitido vivir con él.
Cuando el joven fue al psicólogo, se pasaba horas mirando las paredes sin decir nada. Estaba inquieto, nervioso y preocupado, y repetía este comportamiento sesión tras sesión. Su dolor y angustia eran tan fuertes que no salía una sola palabra de él y no podía expresar ninguna emoción, aunque fuera insignificante.
El psicólogo que lo acompañaba decidió hacer todo lo posible por curarlo y lo hizo de manera particular, acercándose a él en silencio y acompañándolo en su dolor. Después de cada sesión, la psicóloga le decía: “Si te gusta y te apetece, vuelve la semana que viene. Sé que es difícil”. La respuesta del joven era siempre la misma: NINGUNA.
Pasaron los meses y la psicóloga empezó a jugar al ajedrez con el niño. Las estaciones fueron pasando, mientras el nerviosismo y la ansiedad del joven disminuían, hasta que un día el psicólogo tardó en mover su pieza y el joven, mirándolo, le dijo: “Depende de ella”.
A partir de ese momento comenzó a hablar progresivamente, luego se unió a un equipo de baloncesto y se hizo amigo de sus compañeros de escuela. En última instancia, dejó de aislarse para vivir su vida.
Es posible que el psicólogo nunca sepa dónde reside el misterio del proceso de curación del joven. Sin embargo, aprendió a desarrollar una conexión emocional con el joven gracias a su sensibilidad. Aprendió a ser más sensible con las palabras, a estar presente con solo una mirada, una caricia, una sonrisa, un gesto cariñoso.
Aprendió a escuchar a su corazón.
