Última actualización: 06 de febrero de 2017
Todo lo que hacemos tiene un doble propósito: vivirlo para bien o para mal, hasta que nos abrume, y aprender de lo que hemos ganado con esa experiencia. Es por esto que el aprendizaje siempre puede ser considerado un regalo, aunque el dolor sea nuestro maestro.
Siempre aprendemos de lo que nos marca, de lo que nos sorprende y de lo que nos llama la atención suficiente para robar algo de nuestro tiempo. Si no fuera así, en efecto, pronto olvidaríamos, sin retener los recuerdos alegres ni la moraleja de los momentos más difíciles.
El dolor como maestro
Normalmente el dolor llega con la misma fuerza con la que, un momento antes, había llegado la felicidad.. Esa felicidad muchas veces ha sido desencadenada por la misma causa que ahora nos inflige dolor. De esta manera, el dolor viene después de la felicidad, con historias que terminan, vidas que separan, enfermedades que nos aprisionan...
"Hay tanta sabiduría en el dolor como en el placer: ambos son las dos grandes fuerzas conservadoras de la especie".
-FW Nietzsche-
Con razón, y como ya hemos dicho, el dolor es maestro de vida, porque detrás de él siempre está la certeza de que valió la pena: es la antesala de una nueva felicidad en la que valoraremos, comprenderemos y cuidaremos mejor lo que poseemos.
Aprender es siempre un regalo, aunque lo hagamos a partir de un dolor que parece infinito e insoportable. Es un regalo porque nos ayuda a ser mejores personas y nos hace conscientes de que, después de alcanzar la cima de nuestras metas, tenemos que volver a bajar para encontrar otras nuevas.
Aprende del dolor y evita el sufrimiento
Además de lo que ya hemos dicho, aprender del dolor significa entender que hay una gran diferencia entre la sensación involuntaria que desencadena algo o alguien que nos hace daño y dejar que esa sensación crezca con el tiempo, hasta convertirse en sufrimiento.
“Así se trata una herida: se empieza a cerrar sola, a proteger lo que tanto duele y, una vez cerrada, ya no vemos lo que había debajo, lo que tanto dolía”.
-Amy Tan-
En otras palabras, se ha dicho muchas veces, y con razón, que el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es una elección. El dolor es útil, porque nos ayuda a afrontar nuevas realidades ya ser más fuertes. El sufrimiento, en cambio, es inútil: necesitas alejarte de eso, sanar tus emociones y seguir adelante.
Poner límites al dolor es un comportamiento necesario: establecer el punto en el que el dolor deja de ser inevitable para poder volver a mirar hacia adelante. Cuando el "¿por qué me pasa esto a mí?" ha pasado su tiempo, ha llegado el momento de olvidar las posibles respuestas y aprender que algunas cosas simplemente suceden.
Aprende que puede haber un antes y un después del dolor
El dolor puede ser tan profundo que aprender de él implica un gran cambio en nuestro interior: son los choques recibidos los que marcan nuestra existencia individual y nos recuerdan que puede haber un antes y un después a su alrededor.
Antes de que llegara no lo esperábamos, pero cuando termina, ya es parte de nosotros. El dolor sigue ahí, ahora en forma de experiencia de vida y herramienta útil para emprender nuevas aventuras: porque la vida es una aventura que necesita grandes éxitos y uno de los mayores resultados que se pueden obtener es comprender el dolor y aprender. eso.
Ciertamente, el dolor es un maestro porque, gracias a él, podemos ver el peso de un antes y la importancia de un después: lo dejamos como quien al entrar en un túnel de humo se siente desorientado y no sabe adónde ir, pero cuando sale y vuelve a ver con claridad, realmente se siente vivo.
“Cuando termine la tormenta, probablemente ni siquiera sabrás cómo la superaste y lograste salir con vida. De hecho, ni siquiera estarás seguro de si realmente ha terminado. Pero no hay duda sobre un punto. Y es que tú, habiendo salido de ese viento, no serás el mismo que entró en él”.
-Murakami-
De esta forma, nos sentimos cuando aprendemos del dolor y, una vez pasado, nos damos cuenta de todo lo que somos y de lo que no sabíamos que éramos, observamos lo que había y no veíamos y comprendemos que el dolor nos enseña a mirar hacia atrás, pero solo a dar el empujón necesario para seguir adelante.