Escrito y verificado por el psicólogo. ObtenerCrecimientoPersonal.
Última actualización: 15 2021 noviembre
Las personas que tienen poca o ninguna capacidad para controlar sus miedos, lagunas y frustraciones a menudo sienten la necesidad de controlar a los demás para construir una imagen propia fuerte y positiva. Esta necesidad se convierte gradualmente en una exagerada tendencia a mandar y en un vínculo rígido y asfixiante que socava la integridad emocional de la otra persona.
Si lo pensamos bien, es realmente sorprendente cómo la mente humana es capaz de activar los mecanismos más sofisticados donde los necesita. Evidentemente no todo el mundo lo hace de la misma manera, pero la necesidad controlar todo y a todos los que nos rodean no es más que un mecanismo de defensa hacia algo que en un momento preciso se percibe como una "amenaza".
¿Estás tratando de controlar todo lo que te rodea? Hay que evitar caer en tal sufrimiento, porque quien centra toda su atención en los demás lo hace para evitar lo más importante: controlarse a sí mismo.
Baja autoestima, fuerte inseguridad, una imagen negativa de sí mismo, la incapacidad para gestionar emociones como la ira, la tristeza o la frustración son elementos que suelen formar este cóctel explosivo en el que la incertidumbre psicológica trata desesperadamente de remendar lo mejor posible por medio de equivocado. Ante la incapacidad de controlar y hacer frente a todos estos aspectos, la persona dirige todas sus energías a quienes le rodean.:: “Te revisaré a ti ya todos los demás para que te adaptes a mi mundo de claroscuros, mis accidentes geográficos, mis agujeros negros”.
Son comportamientos que sin duda nos encontramos con frecuencia en algunas relaciones de pareja y también en muchos contextos laborales. Por ejemplo, el gerente incapaz intentará controlar a todos sus empleados para que se adapten a su política empresarial recurriendo a su autoridad y abusando de ella, creando dinámicas disfuncionales e improductivas dentro de su organización.
El control de los demás y la falta de autonomía emocional
La necesidad de control se manifiesta en muchos contextos, momentos y situaciones. Lo podemos ver en la madre o el padre inseguros que controlan a su hijo para que no salga de la familiar "campana de cristal" y se quede con ellos el mayor tiempo posible. También es habitual en aquellas relaciones de amistad en las que una de las personas implicadas adopta conductas de control, manipulación e incluso chantaje. Estas son personas que exigen todo de los demás: tiempo, apoyo emocional y, por supuesto, obediencia.
Si tenemos a nuestro alrededor personas de estas características, entonces sabremos que basta con “rascarse” un poco para descubrir que bajo la superficie de imposiciones, amenazas y obsesiones, hay una falta de autonomía emocional. Debido a esta falta, sienten la necesidad no solo de controlar, sino también de "tomar". En otras palabras, a veces las personas inseguras, con baja autoestima e incapaces de gestionar su mundo emocional intentan ser "alimentadas", "tomar" de otras personas.
Por si todo esto fuera poco, también hay otro matiz interesante e ilustrativo. Gracias a una investigación de 2009 realizada por los psiquiatras Friese y Hofman, se encontró que las personas con poca capacidad de autorregulación se dejan llevar por reacciones emocionales del tipo "todo o nada". Esto significa que su impulsividad, su ansiedad por ser "alimentado", no admite carencias ni excusas, mucho menos es capaz de ver las necesidades de los demás y ser empático.
Cuando una persona con tendencia al control quiere algo, no lo pide, lo exige. También busca satisfacción inmediata, atención incondicional, personas de las que pueda "tomar" y que estén siempre dispuestas y predispuestas a orbitar dentro de su universo egocéntrico.
¿Qué pasa si queremos controlar a los demás?
Muchas veces es necesario hacer un ejercicio de reflexión sobre nosotros mismos, para evaluar si en realidad somos nosotros los que tenemos esa necesidad de controlar a los que nos rodean. Puede que lo estemos haciendo de forma consciente o no, e incluso puede que este comportamiento se produzca de la noche a la mañana sin que realmente nos demos cuenta.
En ocasiones la causa desencadenante puede ser una situación de dificultad económica, la ruptura con nuestra pareja, la pérdida de un ser querido. Son momentos de vital importancia, en los que el vacío se vuelve concreto y asfixiante., en el que el miedo se apodera de nosotros y no podemos soportar la incertidumbre. La mente comienza a imaginar hechos trágicos, todo parece salirse de control y casi sin darnos cuenta terminamos exigiendo a los demás cosas que a veces van más allá de sus responsabilidades. Caemos en el abuso emocional sin darnos cuenta.
¿Qué podemos hacer en estos casos? Tratemos de pensar en lo siguiente:
- Tenemos que entender que controlar a los demás no mejorará la situación. Dominar a las personas que amamos limita su libertad y es improductivo. Por el contrario, es útil aprender a controlarnos, porque el verdadero problema no siempre se encuentra en el exterior, hay que buscarlo en nuestro interior.
- Tenemos que entender que ni siquiera podemos controlar el futuro y los eventos que están por suceder. En cambio, lo que está a nuestro alcance es el presente, lo que está pasando ahora, y depende de nosotros.
- Vivir implica admitir que hay más incertidumbres que certezas, entiende que no todo se puede tener bajo control y que también es necesario aceptar lo impredecible. Para ello, nada mejor que trabajar en nosotros mismos, invertir en nuestra fuerza, en comprender y gestionar nuestras emociones…
Está claro, por tanto, que pocas cosas son tan necesarias para nuestro crecimiento personal como el desarrollo de un buen dominio propio. En definitiva, una persona con una adecuada autonomía emocional y un buen control de sus emociones se permite progresar con mayor armonía e integridad, respetándose a sí mismo ya los demás.