Última actualización: 29 septiembre, 2015
Tú que te levantas todas las mañanas con el pelo despeinado y tratas de posponer el comienzo del nuevo día, prefiriendo disfrutar de la dulce relación de amor con tu almohada.
Tú que saltas de la cama en cuanto suena el despertador, te lavas la cara y te tiras un desayuno rápido, agarras las llaves de casa para salir y empezar un nuevo día.
Sí, solo tú, que en cuanto te vuelves a poner en contacto con la realidad después de levantarte del sueño, diriges tus pensamientos a todo lo que tienes que hacer por la mañana o por la tarde o incluso durante la semana... El futuro. Vivir en el futuro.
Tú que en cambio te pones a pensar en la entrevista de ayer que no te fue tan bien como esperabas, reflexionas sobre el resultado de un trabajo que te dejó insatisfecho o te arrepientes de no haber estudiado más. El pasado, ahora estás en pasado.
Futuro y pasado. Pasado y futuro. Dos simples momentos en el tiempo, unidos por un hilo delgado, sobre los que caminas moviéndote de uno a otro constantemente.
“Lo que hice ayer… Lo que haré mañana…” parece ser su mantra.
Y mientras tanto, ni siquiera puedes disfrutar el sabor del desayuno, la sensación del pijama en tu piel o los rayos del sol entrando por tu ventana.
Pensamientos sobre pensamientos, que se suceden y se alinean uno tras otro, porque esta es la vida a la que estás acostumbrado, una vida mecánica que se balancea entre el futuro y el pasado.
Vive mirando hacia delante y hacia atrás, consumiendo los segundos del presente. Desperdiciando el ahora.
Pero, ¿y si te detienes? ¿Lo has probado? Puede experimentarlo, incluso por solo un par de segundos.
Te invitamos a hacerlo. Respirar. Siéntate. Conéctate contigo mismo.
Empieza a prestar atención a lo que estás haciendo, a tu presente. La vida se compone de momentos, y es bueno empezar a experimentarlos al máximo. Vamos, pruébalo. Lleno de buenas intenciones y responsabilidades.
El mejor lugar para comenzar este proceso es dondequiera que estés. Ahora mismo, mientras estás leyendo estas palabras. Sumérgete en la experiencia de lectura. De esa manera, te asegurarás de crear un momento para ti.
Disfruta de lo que estás haciendo o al menos hazlo conscientemente. Saber lo que haces, vivir con conocimiento de causa.
Cuando comes, solo estás comiendo. Saborea la comida, la textura de la comida… Como cuando te duchas: ¿alguna vez te has fijado en la sensación del agua sobre tu piel? O cuando estés disfrutando de un buen rato con tus amigos: dedícate a ellos, a tus conversaciones.
Y lo mismo ocurre con los momentos desagradables. No todo será siempre lleno de alegría. Profundice también en esos sentimientos y trate de comprender cuáles son sus objetivos, necesidades y sentimientos.
Descubre el poder de la aceptación. Olvida los resentimientos y las expectativas.
Muy a menudo nos alejamos del presente porque lo que estamos viviendo nos duele o no es como lo habíamos imaginado o porque nos sentimos culpables de lo que estamos disfrutando… Las razones pueden ser de lo más diversas.
Lo que has hecho ya está hecho, y el futuro, pues cuando tengas que trabajar y esforzarte para conseguir lo que quieres, llegará. Como solemos aconsejar, no utilices el pasado como un sofá para sentarte, sino como un trampolín desde el que saltar. Borra los "si" de tu vida, porque las hipótesis no son la realidad, solo trata de dedicarte momentos a ti mismo, al presente.
Entrégate a la experiencia.
Y recuerda: aquí y ahora, en este momento. Nada más importa.