Última actualización: 31 marzo, 2020
La ausencia de un ser querido, a quien amamos mucho, es fuente de sufrimiento para todos nosotros. Aunque amar y perder lo que amamos es una constante en la vida, nunca nos resignamos del todo a esta pérdida.. Es como si, a pesar de la conciencia de que no todo puede durar para siempre, nos negáramos a aceptarlo. Es una especie de rebelión psicológica, ya que lamentablemente una rebelión real es imposible.
Muchas veces parecemos experimentar una contradicción entre la cabeza y el corazón. La cabeza nos dice que tenemos que aceptar esa carencia, pero algo dentro de nosotros se niega a rendirnos por completo y aceptar esa pérdida.
"A veces, cuando falta una persona, parece que el mundo entero está deshabitado".
-Lamartine-
Esto sucede porque tanto la presencia como la ausencia de un ser querido provocan reacciones en áreas sobre las que tenemos muy poco control. En el amor, así como en el duelo, intervienen muchos procesos fisiológicos. Se producen alteraciones físicas que están más allá de nuestra comprensión y capacidad de gestión. Esto es lo que explica la llamada "teoría del proceso antagónico".
La teoría del proceso antagónico
La teoría del proceso antagónico fue desarrollada por Solomon y Corbit en 1974. Según esta hipótesis, nuestro cerebro tendería a buscar el equilibrio emocional. Y el camino que elige para lograrlo es la neutralización de las emociones. Para hacer esto, complete la siguiente operación recurrente: cuando se produce una emoción intensa, que nos hace perder la estabilidad, la respuesta del cerebro consiste en crear una emoción opuesta, también llamada "estímulo emocional correctivo".
Según esta teoría, este estímulo de respuesta es débil al principio, pero gradualmente gana fuerza. Partiendo de este principio, podemos explicar parcialmente lo que ocurre en un proceso adictivo, por ejemplo lo que ocurre en el cerebro tras una pérdida emocional.
Cuando aparece la emoción inicial, es muy fuerte. No hay nada que la limite y por eso alcanza su máxima intensidad. Esto es lo que sucede, por ejemplo, al enamorarse. Sin embargo, poco a poco empieza a surgir el estímulo contrario.. Aunque al principio es casi imperceptible, su intensidad va aumentando hasta neutralizar la emoción inicial.
El proceso antagónico y la ausencia de un ser querido
A nivel cerebral, la pérdida de un ser querido tiene efectos similares a los de la crisis de abstinencia que experimentan quienes la padecen adicción a alguna sustancia. En ambos casos hay un estímulo inicial y un estímulo correctivo.
Tomemos el alcohol como ejemplo. Cuando lo bebemos, se producen en nuestro organismo una serie de reacciones eufóricas. Perdemos nuestras inhibiciones y estamos como “anestesiados” ante cualquier estímulo eterno. Al día siguiente, sucede lo contrario. Muchas veces nos sentimos deprimidos, inseguros y hay quienes quieren volver a las ganas iniciales de seguir bebiendo.
En el caso de los afectos, el estímulo inicial es el afecto mismo. Hay un apego, una necesidad de esa persona. Estamos felices de verte. Especialmente en las parejas, el estímulo emocional inicial es muy fuerte. Al mismo tiempo, sin embargo, aparece el estímulo opuesto. Y por eso, con el tiempo, la intensidad de los comienzos va perdiendo terreno, en favor de una cierta "neutralidad" de los sentimientos.
Sin embargo, cuando hay carencia, ya sea porque esa persona se va voluntariamente o porque muere, se produce un desequilibrio dentro de nosotros. El estímulo inicial desaparece y sólo queda el estímulo corrector que, a su vez, se intensifica. Todo esto provoca en nosotros sensaciones muy desagradables: tristeza, irritabilidad y todas las emociones que conlleva el duelo.
Una pregunta química
No debemos olvidar que las emociones también tienen un componente orgánico. Esto significa que cada emoción corresponde a un proceso fisiológico dentro del cuerpo y cambios químicos en el cerebro.. Cuando amamos a alguien, lo hacemos no solo con el alma, sino también con los elementos químicos de la tabla periódica y con su manifestación en el organismo.
Por eso, la ausencia de un ser querido no solo genera un vacío emocional. Las personas que amamos también generan altos niveles de oxitocina, dopamina y serotonina. Cuando se van, el cuerpo experimenta un desequilibrio que, al menos inicialmente, no se puede nivelar. Se necesita tiempo para que se produzca un nuevo proceso antagónico: frente a esa intensa emoción negativa habrá un nuevo “estímulo corrector” que restablecerá el equilibrio.
¿Para qué necesitamos saber todo esto? Simplemente entender que la ausencia de un ser querido tiene fuertes repercusiones tanto en la mente como en el cuerpo; que es inevitable que a la pérdida le siga un proceso de reequilibrio que llevará algún tiempo. Muy a menudo es suficiente para darnos tiempo y permitir que todos esos procesos sean completados por nuestro cuerpo. Solo ten fe: estamos diseñados de tal manera que podemos recuperar el equilibrio.