Última actualización: 14 octubre, 2015
Cuando una persona está pasando por un mal momento, lo último que quiere escuchar es que tiene que ignorarlo, que no importa, o que hay cosas mucho peores. Lo que necesita es comprensión, no que su sufrimiento sea minimizado..
Menos palabras y más hechos
En la vida, la mayoría de nosotros enfrentamos una gran pérdida, una noticia dolorosa, una enfermedad difícil de manejar o una situación bastante incómoda. Lo que esperamos de los demás no son frases de circunstancia, sino actitudes que nos permitan entender que contamos con su comprensión y apoyo..
Está mal menospreciar la situación, pensando en quitar un peso de encima a los que sufren. Esta actitud tiene un componente mucho más agresivo porque trata de eliminar o disminuir los sentimientos completamente legítimos de la otra persona. Lo peor es que quienes se comportan así generalmente buscan deshacerse del dolor del otro para preservar su propia tranquilidad..
En la mayoría de los casos, una persona con dolor solo quiere ser escuchada, sin juzgar y con la máxima atención. El acto de escuchar es la mejor forma de consolar a quien sufre. Saber que alguien está dispuesto a aceptar este sufrimiento sin cuestionarlo alivia el dolor.
Otras personas simplemente no quieren hablar de lo que les está pasando y solo esperan que los demás respeten su silencio. En estos casos, evitar hablar del tema que causa dolor es una forma de mostrar comprensión y ofrecer apoyo.. Ciertamente no se interpretará como un gesto indolente, al contrario, todo lo contrario.
Mostrar sensibilidad
No existen fórmulas hechas para consolar a una persona que sufre. Cada uno tiene su forma particular de afrontar el dolor y no manifiesta el sufrimiento de la misma manera ante todas las circunstancias de la vida.
La única condición para consolar verdaderamente a una persona es mostrarse genuinamente dispuesto a hacerlo.
Consolar es básicamente ofrecer compañía, cariño, respeto y apoyo. Lo importante es demostrar, a través de gestos y actitudes, que estás ahí para esa persona que sufre. Que su dolor no nos asuste y que estemos dispuestos a aceptarlo. Que nuestra decisión no cambie mientras siga la tormenta.
Nunca está mal preguntar explícitamente si podemos ayudar de alguna manera. A veces hay necesidades que no son tan obvias o quizás no damos la debida importancia a acciones que en cambio podrían ser decisivas para los involucrados en una situación difícil.
Además, no es lo mismo consolar a un niño que consolar a un adulto. En el caso de los niños, el acto de consolar también puede ser bastante sencillo, “una caricia es suficiente, es una acción más a nivel corporal”, como argumenta la psicoterapeuta Irmtraud Tarr; en ese momento los cerebros se sincronizan.
Finalmente, lo más importante, necesitamos abrir nuestro corazón a los sentimientos y necesidades de la persona que sufre.. Es muy reconfortante saber que alguien está haciendo todo lo posible por entendernos. Consolar es un arte y, como cualquier forma de arte, requiere sensibilidad y compromiso.