Última actualización: 04 de marzo de 2017
Muy a menudo sabemos cuándo hay un aspecto importante en nuestra vida que necesita un cambio. A veces incluso sabemos qué cambio es: terminar una relación de pareja, dejar un trabajo, cambiar de ciudad. Aún así, no podemos encontrar una manera de pasar de las palabras a los hechos.. Seguimos dando flojera y posponiendo indefinidamente la decisión.
Una decisión radical se compone esencialmente de dos elementos. En primer lugar, debes haber identificado un problema realmente serio en tu vida. En un segundo paso, debes haber entendido que es necesario cambiar un determinado aspecto para poder superar el problema. En ese momento entendemos que no podemos seguir así, porque ha llegado el momento de tomar decisiones concretas y, muchas veces, radicales.
“En cada momento de decisión, lo mejor que puedes hacer es lo correcto, lo segundo mejor que puedes hacer es lo incorrecto; y lo peor que puedes hacer es no hacer nada".
-Theodore Roosevelt-
Ante un problema grave, casi todos llegamos a comprender que necesitamos cambiar. Pero luego nos dejamos distraer por otras cosas, o dejamos pasar el tiempo para “ver qué pasa”. No logramos completar completamente los pasos que sabemos que debemos tomar. Quizás lo que necesitamos en estos casos es un método que nos ayude a pasar del pensamiento a la acción, o simplemente aceptar que realmente no queremos cambiar esa situación.
Hoy queremos darte algunos consejos que nos pueden ayudar en el difícil proceso de tomar una decisión radical. Esta no es una lista paso a paso de instrucciones a seguir, sino algunas pautas de bricolaje que deben seguirse antes de tomar una decisión radical.
1. Eliminar la creencia de que esa decisión eliminará todas las dificultades
A todo el mundo le encantaría tomar una decisión perfecta. Uno que, a mejor vista, solucione todos nuestros problemas. Eso anula cualquier inconveniente y lo hace desaparecer por completo. Una buena decisión, como una bolera donde la bola derriba todos los bolos de un solo golpe. Desafortunadamente, sin embargo, tal decisión no existe.
Cualquier decisión implica una o más pérdidas. No debemos tomar una decisión pensando en resolver todos los problemas, sino porque nos llevará a una condición significativamente mejor, porque mejorará un aspecto de nuestra vida que es importante para nosotros. La decisión resuelve un problema crucial, pero deja intactos otros elementos que, quizás, tendremos que tratar más adelante.
Una decisión radical, entonces, implica siempre una dosis de insatisfacción, sufrimiento o privación. Es por eso que se necesita coraje para tomarlo. Piensa que, si lo hacemos, es porque el problema que queremos solucionar tiene una influencia tan negativa en nuestra vida que compensa los sacrificios necesarios para superarlo.
2. Identificar los riesgos y peligros involucrados en la decisión
Toda decisión radical implica también una serie de riesgos y, en ocasiones, peligros. Antes de dar el siguiente paso, debemos tratar de identificar en qué trampas podemos caer. Esto no solo nos dará más fuerza para seguir adelante, sino que también aumentará nuestra conciencia y decisión en la elección que estamos haciendo.
Para ello, una buena idea es utilizar el viejo truco de las listas. Coge un papel y anota todos los riesgos que conlleva tu decisión. Sea concreto. Trate de ser lo más preciso posible. Identificar cada riesgo y sus posibles consecuencias. No omita nada, aunque crea que es un riesgo mínimo, absurdo o sin importancia (es mejor trabajarlo conscientemente que ignorarlo). Cuando estamos a punto de tomar una decisión final, nada es irrelevante.
Intenta hacer lo mismo con los peligros. La diferencia entre un riesgo y un peligro es que el primero implica un daño relativamente menor, mientras que el segundo puede comprometer la salud o la vida de una persona de alguna manera.. Parece exagerado pero, por ejemplo, para algunas personas dejar la pareja o el trabajo, cuando se trata de problemas financieros y deudas, puede ser un verdadero peligro. Por eso es bueno identificar estos problemas y evaluar cuál puede ser el papel de la dependencia emocional.
3. Examina tus emociones y establece un plan de acción
Antes de tomar una decisión importante, es normal tener muchas dudas y temores al respecto. Lo peor es que estos miedos muy a menudo distorsionan la realidad. Algo te dice que es hora de cambiar, pero una vocecita dentro de ti también te susurra que es mejor dejarlo ir. Si quieres avanzar, tienes que resolver esta contradicción.
Es importante tener claros tus sentimientos y emociones sobre el problema que quieres solucionar a través de la decisión radical. ¿Es el deseo de mejorar o es un capricho o una pasión intensa lo que te mueve? ¿No completaste tu decisión por prudencia, método o miedo? Si puede responder a estas preguntas, ya ha recorrido la mitad del camino.
Cuando tengas relativamente claras tus emociones, seas consciente de los riesgos que implica la decisión y de lo que perderás y ganarás, estarás listo para pasar a la acción a través del cambio. No pospongas más. Fija una fecha para hacer lo que tienes que hacer. Y hazlo. Entonces no mires más atrás: ya está hecho.