Escrito y verificado por el psicólogo. ObtenerCrecimientoPersonal.
Última actualización: 15 2021 noviembre
El cariño y sus manifestaciones diarias son sin duda el tendón psicológico y emocional que sustenta cualquier relación feliz y duradera. Sin embargo, hay quienes no saben, fracasan o se niegan a dar forma a este lenguaje. Tales personas están definidas por el corazón de hielo; son individuos llenos de contradicciones, miedos y envueltos en alambres, provocando profunda tristeza a sus cónyuges y también a sus hijos, por no poder expresar sus sentimientos.
No es de extrañar que tanto el afecto como la propia comunicación afectiva sean la piedra angular sobre la que se asienta cualquier vínculo significativo. Están hasta el punto de ser la principal causa de que muchas personas acudan a terapia de pareja. Es muy habitual, de hecho, que algún miembro de la pareja declare que no se siente reconocido ni apreciado o incluso que existe una clara desigualdad entre lo que ofrece y lo que recibe.
Muchos psicoterapeutas definen este problema como hambre de piel, aunque en realidad es un problema que va mucho más allá de los sentidos. Hablamos de emociones sin fundamento, de dificultades para expresar los propios sentimientos, que no sólo se descuidan, sino que a veces se tratan con hostilidad y frialdad. Pocas situaciones pueden ser tan destructivas para una persona. cómo verse envuelto por esta textura, en un abismal vacío emocional en el que, tarde o temprano, se empieza a dudar de la relación y a ser amado de verdad...
El afecto y nuestra supervivencia emocional
Las personas no necesitamos únicamente alimentos para sobrevivir, nutrientes de los que obtener energía para que las células puedan llevar a cabo todos esos fascinantes procesos que nos permiten ir más allá de la mera supervivencia. Por extraño que parezca, el cariño también nos nutre, nos ofrece fuerza y sentido de pertenencia a un pequeño grupo de personas con las que nos identificamos e discutimos, pero también nos hacen sentir seguros y felices: nuestros amigos y nuestra familia.
Un ejemplo de esto lo podemos encontrar en Juan Mann, fundador del famoso movimiento Free Hugs. Este joven se sintió tan privado de contacto humano que durante algún tiempo pensó lo peor. Abandonado por su novia, sus amigos, sus padres divorciados y su abuela enferma, sintió que se moría. Sin embargo, un día, durante una fiesta, sucedió algo maravilloso, una niña lo abrazó espontáneamente, empatizando con su tristeza. El frío, por un momento, abandonó su corazón y el mundo recuperó la armonía, el equilibrio y, sobre todo, el sentido.
Tras esta breve experiencia, Juan Mann decidió salir a la calle con un cartel anunciando que se ofrecía a abrazar a quien lo necesitara. Era terapéutico, fantástico, sensacional… Se sentía tan privado de caricias y afectos que su mente ya bordeaba el abismo de la depresión, de la desesperación extrema.
Nunca había sido tan feliz y, de hecho, tal y como él mismo explica en un documental, el aspecto que más le fascinaba era ver cómo la gente se acercaba antes desconcertada, pero que tras separarse del abrazo, todos tenían impresa una gran sonrisa. la cara: todos salieron victoriosos.
Corazón de hielo o la incapacidad de ofrecer afecto
Ya sabemos que ofrecer cariño es "primitivo" y necesario, no lo vemos solo entre nosotros los seres humanos, incluso nuestros amigos animales siempre están buscando esa caricia, esa mirada a través de la cual emocionarse con nuestra complicidad, con nuestras dulces palabras. . Si estas conexiones son naturales, instintivas y mágicas, ¿por qué hay personas que actúan como si tuvieran un verdadero corazón de hielo?
- En primer lugar, tenemos que entender que no hay una sola causa relacionados con esta dificultad emocional. No podemos agrupar todas estas conductas bajo una misma etiqueta ni concebir tal incapacidad como patológica, como un trastorno.
- En la mayoría de los casos hay uno baja autoestima Esta falta de confianza en sí mismo lleva a estos individuos a estar siempre a la defensiva en sus relaciones afectivas. De esta forma intentan minimizar el riesgo de sentirse rechazados o, peor aún, evitar mostrar lo que entienden por "vulnerabilidad".
Es decir, si me muestro cálido, cariñoso y sensible con los demás, destaco mi fragilidad interior, mi baja autoestima. Lo más prudente, por tanto, es mantener la distancia, evitar las demostraciones de cariño y, con ello, salvaguardar mi (falsa) apariencia de persona fuerte.
- Por otro lado, hay otro aspecto que no podemos pasar por alto: es estilo educativo. Nacer y crecer en un ambiente caracterizado por la privación total del afecto, en el que el apego es inseguro o incluso inexistente, llevará seguramente a la persona a no comprender, a no valorar, a no tener el coraje de ofrecer este lenguaje emocional que, de alguna manera, no pudo conocerlo durante su niñez. De ahí su dificultad para expresar sus sentimientos.
- no olvidemos el manifestaciones alexitímicas. Allí donde no solo hay una incapacidad para mostrar las propias emociones, sino también una falta de introspección, empatía y un estilo cognitivo orientado solo hacia el exterior, la racionalidad y la concreción. Sin embargo, y es importante tener esto en cuenta, la alexitimia, o analfabetismo emocional, se presenta en muchos casos en personas a las que se les ha diagnosticado un trastorno del espectro autista (TEA).
Finalmente, y para concluir, no podemos obviar un último dato. No podemos obligar a estas personas a expresar su afecto, ya que esta estrategia no tiene efecto. Por el contrario, intentarlo muy directamente puede provocar un resultado contraproducente, contrario al deseado. No olvidemos que no pueden expresar sus sentimientos.
Lo ideal es trabajar a partir de las necesidades de cada persona, de su realidad psicológica y emocional. En la mayoría de los casos, la estrategia terapéutica más lógica se centrará en el crecimiento de la autoestima del sujeto, con el fin de construir una autoimagen más positiva y segura.