Última actualización: 04 de abril de 2015
Me gustaría decirle cómo me siento - me dijo un paciente. - Estoy confundido, durante años viví con una persona excepcional, era el soplo de aire fresco en los momentos de asfixia, era el soplo de calor en la fría realidad. Teníamos muchas cosas en común: nos reíamos de la evidencia, queríamos discutir constructivamente, éramos curiosos y creativos, pero sobre todo compartíamos el deseo de pasar la mayor parte de nuestro tiempo juntos.
Sorprendido por los elogios de mi pareja, le dije al paciente que debería sentirse orgulloso de tener este tipo de sentimientos. Sin embargo, dijo:
- Hace unas semanas me di cuenta de que algo ha cambiado. Reír ya no era tan divertido, la distancia se hacía cada vez más marcada y las invitaciones a hacer esto o aquello se volvían desagradables. Pensé que mi vida se derrumbaría, me preguntaba: "¿Qué voy a hacer?", "¿Me estoy destruyendo?" No pasó, siento un gran vacío por dentro, pero estoy vivo. ¿Qué sucedió?
Traté de reflexionar para expresar con la mayor coherencia posible un mensaje que sacara a la luz esa condición de ambigüedad sobre la que me pedían opinión.
Reaparece la dicotomía amor-desafección: lo que antes era cercano se hizo más lejano.
En muchas ocasiones buscamos el apoyo de los demás sin darnos cuenta de que si confiáramos más en nosotros mismos encontraríamos la fuerza suficiente para afrontar los retos que elegimos o presentamos en la vida. Llenamos nuestra vida de distintos agentes a los que atribuimos todo lo que nos falta, como imaginación, sagacidad, etc., y los ponemos en un pedestal hasta que, en cualquier momento, nos damos cuenta de que esa persona no es tan divertida, ni tan creativa. , no tan agradable como pensábamos. Nuestro ideal se derrumba, la admiración se vuelve ignorancia, presencia de la otra persona, antes necesaria, se vuelve fácilmente reemplazable y molesta.
Muchas veces esto desencadena en nosotros un fuerte sentimiento de culpa. La decepción se vuelve pesada y tenemos miedo de las consecuencias de nuestras decisiones, nos dejamos abrumar por las dudas y posponemos las elecciones, ignorando que esta actitud solo aumenta la ansiedad y la inquietud..
Pero el ser humano es un sobreviviente y tiene la capacidad de renacer como el ave fénix. Reinventarse en otras circunstancias, con otros deseos. Lo importante es cerrar los capítulos, la dificultad está en entender cuándo y cómo hacerlo. Obviamente uno espera aprender de las experiencias, la dificultad está en confiar en la autoestima y superar los miedos..