Última actualización: 10 de mayo de 2015
La tristeza es una de las emociones más básicas del ser humano, es ese sentimiento que por una u otra razón nos captura el alma, nos apaga y nos obliga a busca dentro de nosotros razones y explicaciones.
Dicen que tienen razón tormentas para hacer crecer las raíces de los árboles. Es por eso que estos momentos de tristeza suelen ser considerados los verdaderos defensores del conocimiento, porque así es como aprendemos algunas cosas sobre nosotros mismos. Por lo tanto, salimos fortalecidos de un proceso a través del cual hemos obtenido los conocimientos necesarios para seguir adelante, para fortalecer un poco más la armadura que la vida nos ha dado, porque, para responder a la adversidad, debemos saber defendernos.
Pero, ¿qué sucede dentro de nuestro cerebro en estos momentos? ¿Por qué nos sentimos así cuando la tristeza lo envuelve como una tela de araña?
Cuando el cerebro quiere llorar
Según expertos en psiquiatría y psicología, el cerebro está mejor preparado para afrontar esta emoción que todas las demás. Si lo notamos, es una cara de tristeza que provoca más empatía: la reconocemos de inmediato y tenemos tendencia a apoyar a las personas que están experimentando este sentimiento.
La tristeza es comprensible y utiliza su propio lenguaje. Las lágrimas también actúan como mecanismo de defensa y liberación.: es una forma de liberar la tensión que esta emoción provoca en nuestro cerebro. Ahora veamos qué otros elementos entran en juego.
- La tristeza afecta el cerebro: el organismo y el cerebro necesitan más oxígeno y más glucosa durante estos procesos emocionales; el cerebro se siente estresado y colapsado por todas estas sensaciones y emociones, por lo tanto necesita más “combustible” para funcionar. Dado el gasto de energía, este estado nos provoca más fatiga. La tristeza nos cansa, y cuando estamos muy cansados, no podemos ni derramar lágrimas. Nadie puede llorar durante un día entero, es una acción que se desarrolla en pequeños episodios y no de forma continua.
- Pérdida de la sensación de dulce en las papilas gustativas.. Es curioso, pero cuando pasamos por estos momentos de tristeza, el cerebro ya no recibe la sensación de dulce con la misma intensidad: el número de receptores en la lengua disminuye y no podemos captar del todo el sabor. Por eso solemos empezar a comer más, buscamos cosas más dulces porque no encontramos el mismo placer que antes.
- Bajo nivel de serotonina. Cuando vivimos estos períodos de tristeza severa, el cerebro deja de producir cantidades adecuadas de serotonina. Una deficiencia de este neurotransmisor hace que tarde o temprano se produzcan la temida depresión, la obsesión compulsiva o incluso pequeños episodios de violencia.. El cerebro es una máquina compleja que, ante situaciones de estrés, ansiedad, miedos, etc., altera la producción de neurotransmisores y esto repercute siempre en nuestro comportamiento.
La tristeza nos permite aprender de lo vivido y este es su principal valor.
El cerebro es un magnífico órgano capaz de autogestionarse después de un tiempo. Tiene varios mecanismos de defensa, por medio de los cuales nos protege, grabando en nuestra memoria los recuerdos que nos pueden hacer aprender y las situaciones que nos pueden ayudar a salir de la marea de tristeza.
Poder llorar y saber buscar apoyo a nuestro alrededor son sin duda dos herramientas adecuadas para superar estos momentos comunes en la vida de una persona.