Última actualización: 29 octubre, 2016
Dejar ir significa darse cuenta de que algunas personas son parte de nuestra historia, no de nuestro destino. Eso no quiere decir que no duela. Las despedidas siempre duelen, incluso cuando han sido obvias durante mucho tiempo. Esta es una de las leyes emocionales que sustentan nuestra vida relacional.
Hay relaciones (o personas) que parecen fuertes pero, por mucho que luchemos, por mucho que tratemos de salvar lo que se puede salvar, por mucho que amemos, por mucho que pidamos quedarnos, en algún momento, con un respiro, simplemente se desintegran. Decir adiós no es hermoso, pero a veces es liberador, y es en ese sentido de libertad donde radica la belleza y la necesidad.
Porque sucede que necesitamos partir para ser felices, dejar atrás una vida llena de dolor y ansiedad, abandonar la incertidumbre emocional, alcanzar la paz interior y convertirnos en artífices de nuestra libertad emocional.
“Es mejor irse y dejar un buen recuerdo que insistir y convertirse en un estorbo. Lo que no hemos tenido no se puede perder, lo que no es nuestro no se puede quedar con nosotros y lo que no quiere quedarse no se nos puede apegar”.
Lo mejor es despedirse sin dejar ninguna palabra en suspenso
Debemos saber despedirnos de las personas que nos hacen daño, considerando que todo, desde lo primero hasta lo último, puede servir de lección para futuras experiencias. Esto no quiere decir que la tristeza que a veces nos lleva a la deriva sea injustificada. Amar es hermoso y también es bueno aprender de las relaciones imposibles.
El gran escritor Gabriel García Márquez supo expresar muy bien estos conceptos. A continuación te proponemos un extracto de uno de sus escritos del que puedes extraer una gran enseñanza emotiva sobre la importancia de amar con todas tus fuerzas. aunque este amor ciertamente tiene un punto que representa la sentencia final.
Si supiera que hoy es la última vez que te miro mientras te duermes, te abrazaría fuerte y rogaría al Señor para poder ser el guardián de tu alma. Si supiera que hoy es la última vez que te veo salir por la puerta, te abrazaría, te daría un beso y te volvería a llamar para darte más.
Si supiera que hoy es la última vez que escucho tu voz, grabaría cada una de tus palabras para poder escucharlas una y otra vez. Si supiera que estos son los últimos minutos que te veo, diría "te amo" y no asumiría tontamente que ya lo sabes.
Siempre hay un mañana y la vida nos da otra oportunidad para hacer las cosas bien, pero si me equivoco y hoy es todo lo que nos queda, me encantaría decirte cuánto te amo, que nunca te olvidaré.
El mañana no está asegurado para nadie, joven o viejo. Hoy puede ser la última vez que veas a quien amas. Así que no esperes más, hazlo hoy, porque si el mañana no llegara, seguramente te arrepentiras del dia que no tuviste tiempo para una sonrisa, un abrazo, un beso y estabas muy ocupado para dar un último deseo.
Mantén cerca de ti a los que amas, di cuánto los necesitas, ámalos y trátalos bien, encuentra el momento para decir "lo siento", "perdóname", "por favor", "gracias" y todo lo demás. palabras de amor que tu sabes. Nadie te recordará por tus pensamientos secretos.
Si la despedida duele, abre los ojos y aprende tu lección
No hay nada más triste que un adiós. Porque un "un nunca más" tiene su peso. ¿Cuánto dura un adiós? Los amores, las amistades y cualquier otro tipo de relación tienen su duración y se basan en la expresión de sentimientos, emociones o pensamientos.
Es importante no quedarse con la sensación de que no hemos dicho lo que pensamos. Porque el adiós es más doloroso si sobran palabras. Si no las decimos, se secarán en nuestra piel y arruinarán la forma en que nos expresamos.
En otras palabras, nuestro pasado emocional determina nuestro presente. Por ello, es importante gestionar nuestros sentimientos, nuestras emociones y nuestros pensamientos de forma armoniosa con respecto al momento que estamos viviendo.
Recuerda siempre: un adiós duele, pero los despidos más dolorosos son los que no se pronuncian, los que dejan preguntas sin respuesta, encerrados en un cofre de oro tachonado de espinas que pueden herirnos el corazón.
