El amor rogado no es amor

El amor rogado no es amor

El amor rogado no es amor

Última actualización: 15 de abril de 2016

El amor que se suplica no es amor: es una falta de dignidad y de respeto por uno mismo. Porque amar a alguien significa cuidarlo y evitar hacerle sufrir, no causarle dolor. Para ello debes mantenerte a salvo de los falsos amores y ahorrarte este dolor, de lo contrario significa que no te estás amando.

Amarse es el primer paso para vivir el amor en plenitud, para no caer en la manipulación, el maltrato o la victimización.. Probablemente cuando nos encontramos en una situación así, pensamos que el sufrimiento es inevitable, pero en realidad no lo es.



Todo ser humano es capaz de superarse a sí mismo, de evitar que los demás se aprovechen de sus sentimientos, y de evaluar qué relaciones son las mejores para cerrar, porque no ofrecen alegría, ni serenidad, ni mucho menos crecimiento personal.

El duelo de amar a quien no nos ama

Darse cuenta de que alguien a quien amamos no nos ama y decirnos adiós para siempre, o comprender que alguien no nos está brindando la atención y el cariño que merecemos, exige respetar un período de “luto” personal. Requiere que nos hagamos un espacio personal para dedicarlo a comprender lo que nos ha sucedido.

El duelo por amor necesita reflexión y superación, porque la angustia que nos invade cuando nos damos cuenta de que alguien no nos ama, desata emociones capaces de devorarnos desde dentro. Sentimos que esa persona ha traicionado nuestros sentimientos y se ha burlado de nuestra capacidad de amar.

Tomemos el tiempo para enfadarnos, para negar la realidad de los hechos, para fantasear, para sentir horror, para derrumbarnos, para comprender qué partes de nosotros se han roto y cuáles siguen intactas, para recomponer los sentimientos que sentimos.



Todo esto es fundamental para querernos, sentirnos importantes y valorarnos. Después de todo qCuando dejamos atrás un “no amor”, iniciamos un proceso de libertad emocional que nos conducirá al bienestar y nos ayudará a despedirnos del dolor.

La falta de interés destruye el afecto.

El amor debe mostrarse, no mendigarse. No hacerlo significa someter nuestra capacidad de amar al peor de los asesinos: la indiferencia. La indiferencia se basa en el desequilibrio de la relación y encuentra su apoyo en la debilidad de los cimientos sobre los que hemos construido nuestra relación.

Nada mejor que una muestra continua de desinterés para empezar a abrir los ojos, incluso cuando nos gustaría cerrarlos para no ver.

En ese momento nos damos cuenta de que no todos los amores son verdaderos amores, que el amor no siempre es mutuo y que siendo feliz en pareja es necesario que ambos miembros rían juntos, sean cómplices y buenos amantes.

Sólo cuando no hay mentiras, excusas y desinterés, la tierra puede ser lo suficientemente fértil para dar a luz a un amor que basa su libertad en el comportamiento sano, no en el abuso. Las relaciones que valen la pena son aquellas en las que tenemos libertad de elección, aquellas en las que sentimos cercanía, las basadas en el aprecio, el tiempo compartido y los sentimientos de afecto mutuo.


 Necesitas amarte a ti mismo y alimentar tu autoestima.

Nadie puede hacerte infeliz sin tu permiso. Para construir una relación de pareja feliz, necesitas ser importante contigo mismo, amarte y valorarte. Tenemos que demostrarnos a nosotros mismos que nos amamos, todos los días.

Cuando lo hayamos conseguido, sentiremos que no queremos a alguien a nuestro lado que no muestre interés por nosotros y al que nuestra presencia le resulte indiferente. No nos arrojaremos en manos de ese asesino emocional llamado "indiferencia", que nos hará sufrir a fuerza de silencios sin sentido y mensajes ignorados.


No importa cuántos amores nos decepcionen, no importa si sentimos que tenemos al amor de nuestra vida junto a nosotros, o si no creemos en los amores eternos. El amor verdadero e indispensable es el amor puro que sentimos por nosotros mismos, y es a partir de este sentimiento que podemos discernir verdaderamente lo que merecemos de lo que no merecemos.

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