Última actualización: 09 agosto 2015
Lo sabemos: la felicidad es un concepto tan extendido como complejo. Se podría hablar de aspiración, de algo que se alcanza brevemente y que, instantáneamente, pierde algo de su esplendor, de su intensidad. Sin embargo, queda la cotidianidad de las pequeñas cosas, un simple equilibrio con el que sentirse bien, donde podemos apreciar todo lo que nos rodea, nos acompaña y nos define.
Tal vez ser consciente de esta felicidad "humilde" es un don que no todo el mundo tiene. Pongamos un ejemplo: según la revista Forbes, la mayoría de la población más rica de nuestro planeta es infeliz.
Esto nos muestra dos cosas, que tal vez ya sabíamos, a saber, que la felicidad no se compra con un cheque lleno de ceros y que el arte de amargar la vida está quizás a la orden del día en todas las escalas sociales, incluso entre los millonarios.
El arte de generar infelicidad
A veces nos preocupamos demasiado por cosas que no importan, cosas que no tienen solución o que no necesariamente van a suceder. Todos conocemos a personas que tienden a anticiparse a las cosas: “Tenemos que hacer esto porque puede pasar aquello”, ideas obsesivas en las que hay una inseguridad continua, que les amarga a sí mismos, pero también a los que les rodean.
Miedo al fracaso, miedo a la soledad... todo esto nos empuja a veces a hacer cosas que complican aún más la realidad, nuestra vida aparentemente sencilla y cotidiana en la que no existen problemas graves.
El arte de amargar la vida a veces se presenta a través de actitudes que no son fácilmente reconocibles. Veamos algunos ejemplos:
-Tu presente está bien, no hay dificultad o problema aparente. Sin embargo, empiezas a obsesionarte con el futuro, con lo incierto. ¿Por qué es obvio? la tranquilidad no dura mucho.
-Si hay algo mal en tu vida, por pequeño que sea, todo se complica. ¿Has discutido con alguien? ¿Has tenido un mal día en el trabajo? Esto ya es suficiente para tener una mala semana y extender esta negatividad a todos los ámbitos de tu vida.
-Lo importante es no estés solo Te obligas a soportar cualquier situación y persona para no enfrentarte a la soledad.
-Si has alcanzado una meta que te habías propuesto y eres especialista en el arte de amargarte la vida, seguro que no lo disfrutarás. Es posible que te propongas otro objetivo aún más difícil, cuya complicación te provoque frustración.
-Si alguien te hace una crítica, aunque sea constructiva, seguro que no la aceptas. Nadie hace algo por el bien de los demás, la mayoría de la gente tiene un motivo oculto, nunca bueno
La ausencia del sentido vital
Los ejemplos ya dados nos muestran a grandes rasgos cuáles son las dimensiones que definen a estas personas incapaces de apreciar la felicidad o la bondad de las cosas y de las personas que les rodean. La envidia, los delirios de persecución, la incapacidad de asumir responsabilidades, el perfeccionismo exagerado, el razonamiento excesivo, el negativismo, la baja autoestima... en esencia, el vacío del sentido vital.
No es necesario seguir una religión o practicar una filosofía específica para darnos cuenta de que nuestra vida debe tener sentido. Una sensación para nosotros mismos. Las personas que nos rodean no son una amenaza, nadie se esconde en una esquina para hacernos daño.
Del mismo modo, no debemos obsesionarnos con lo que sucederá mañana ni caer en el error del razonamiento excesivo. Lo importante es mantener el equilibrio, usar la lógica, saber confiar.
El arte de NO amargarse en la vida requiere aprender a confiar, es imposible controlar todos los aspectos de nuestra vida para evitar que sucedan ciertas cosas. La felicidad no es una meta, es un estado, una emoción. La felicidad se encuentra día tras día, en el presente y en nuestra capacidad de saber cultivarlo de la manera más humilde posible.