Última actualización: 10 de marzo de 2015
“Soy un experto en la sombra que he sido, la huella de la distancia que ha marcado mi vida y aún no entiendo el propósito de mi existencia. ¿Quién nos trajo aquí?
Pasan los años y cambio según donde sople el viento, cambio según mis éxitos, y cuando más lo necesito rezo más para que sea verdad lo que me dijeron.. Me aferro a una imagen, a la guía, al pilar que soporta mi peso, sin darme cuenta de que lo estoy hundiendo en la tierra fría y dura.
Los días se vuelven infinitos y las noches eternas, quisiera tener la energía de un cometa, aunque me contentara con la estrella. ¿Por qué el destino nos hace sufrir? Y, más triste, ¿por qué mi destino tiene que hacer sufrir a otros? Tal vez debería estar solo, pero mi egoísmo me lo impide, necesito cubrirme con los brazos, calentarme con los latidos de un corazón y sentir el viento del aliento de un alma amiga..
El dolor, me enseñaron, debe ser evitado, debo escapar de él, negarlo. Sin embargo, el dolor vuelve, cada vez más fuerte y no me deja, se aferra a mí......
Dolor, amargo dolor No te quiero, déjame, vete.
Dolor, amargo dolor ¿por qué me aferras?
Me enseñaron a no pensar en el dolor, me enseñaron a buscar siempre una solución, me enseñaron a tomar medicamentos, ungüentos y mil remedios. Me dijeron que lo ignorara, que me concentrara en otra cosa, que escapara como si fuera a escapar del mismísimo diablo.".
En algunos momentos de la vida, el diálogo de una persona en dolor, como el que acabas de leer, puede resultarnos familiar. Ya sea dolor físico o psicológico, nuestra cultura nos enseña a escapar de él, a buscar un remedio a toda costa.
A veces abusamos de las drogas, tomamos demasiadas, pero los remedios son remedios, no parches, parches con los que tapar los que nos asustan.
La sociedad moderna no admite el dolor, lo concibe como algo contra natura y ahí es donde empieza el problema. Despojamos al dolor de su naturaleza y lo convertimos en un enemigo del que debemos escapar y no en algo molesto, sino natural.
Los problemas físicos tienen solución, otros no, en muchos casos las drogas son necesarias, en otros casos desarrollamos una adicción y algunos efectos secundarios generan más dolor que el que nos aquejaba antes..
¿Y los problemas psicológicos? ¿Dolor del alma? ¿Lo que hay que hacer? Ante el malestar emocional, no existe pastilla, terapia o remedio que pueda curarlo, y cuanto más intentamos escapar de él, o cuanto menos tratamos de pensar en él, más fuerte reaparece..
Para afrontar el dolor podemos optar por la evasión, eso es lo que las modernas terapias definen como “síndrome de evitación experiencial” y que no hace más que agravar el problema cronificándolo, además de añadir otros síntomas que el dolor por sí solo no conlleva, como la tristeza, angustia, amargura y malestar.
Esta actitud, sin embargo, nos deja indefensos. ¿Realmente no podemos hacer nada al respecto? Sí podemos, podemos considerar el dolor no como algo contra natura, ni como algo de lo que escapar, sino como algo natural que forma parte de la vida..
Esta es una forma diferente de ver el dolor, es decir, mirándolo a los ojos, sin prejuicios, observándolo por lo que es, sin pensamientos, con toda la atención, sin juzgarlo, sin darle palabras ni emociones, solo mirarlo. y aprender de él, sin evitarlo, sin escapar de él, desarmarlo poco a poco, sin pretender controlarlo.
En definitiva, debemos aprender que el dolor es solo dolor y que la sensación de alivio depende únicamente de cómo lo afrontemos, intentando escapar de él o aceptándolo como algo natural en la vida..
El dolor es como una marea, viene y va. Debemos aprender a vivir con ella, no con sumisión, no sin defensas, sino aceptándola y luchando por la vida de forma activa.
Para superar el dolor no hay que escapar, sino aprender a lidiar con él, aunque en muchos casos sea difícil o parezca imposible. Puedes aprender a vivir con el dolor, a disfrutar el momento y las demás cosas buenas de la vida.
Y es precisamente cuando desviamos la atención del dolor, dándole el peso adecuado, que parece doler menos.
“Y al final aprendí algo gracias al dolor, aunque al principio no supe apreciarlo, me ayudó a crecer como persona… Y maduré”.
Imagen cortesía de León Chong.