Última actualización: 06 2017 noviembre
Si bien nuestro estilo de vida nos permite alargar el día hasta horas que antes eran impensables, sincronizar nuestro reloj biológico con la alternancia natural de luz y oscuridad es fundamental para mantener el cuerpo sano.
La luz siempre se ha asociado con emociones positivas. En verano, cuando los días son más largos y por tanto hay más luz, la felicidad parece multiplicarse. No hay momentos más memorables que los que pasamos en maravillosos días de sol junto al mar, durante un picnic en la montaña o disfrutando del sol en una terraza.
El verano y la primavera, con su luz, son períodos de expansión, durante el cual nos aventuramos y exploramos. El otoño y el invierno, en cambio, con sus lluvias y días más cortos, nos empujan a refugiarnos en casa.
Nuestro cuerpo, que forma parte de la naturaleza, percibe los cambios del contexto en el que nos encontramos y, a través de mecanismos fisiológicos como la secreción de hormonas, nos hace sentir con más o menos energía según el ciclo o fase en la que nos encontremos. .
Así como nuestro estado de animo y el nuestro la energía fluctúa con las fases, lo hacen incluso con ciclos más cortos, cómo los de la noche y el día.
La luz y el reloj biológico
El hipotálamo es una pequeña región ubicada en lo profundo del cerebro llamada cerebro reptiliano. Es una estructura fundamental que se encarga de regular procesos fundamentales para la vida, como la temperatura corporal, la ingesta de alimentos y líquidos o la libido, así como la regulación de las emociones. Sentimos hambre o saciedad, ansiedad o tranquilidad dependiendo de las hormonas que segrega esta parte del cerebro.
Como todo lo que tiene que ver con el cerebro, el hipotálamo es una estructura muy compleja, pero se sabe con certeza que uno de los factores que influyen decisivamente en su funcionamiento es la luz que percibe del entorno.
El cerebro se ha desarrollado de la mano de la naturaleza, por eso durante el día, cuando está inundado de luz solar, entiende que es el momento de la actividad, mientras que por la noche, cuando oscurece, percibe que es el momento del descanso. y regeneración. Hoy en día, sin embargo, estos tiempos no son fijos. Con la luz artificial podemos permanecer despiertos incluso mucho después de la puesta del sol.
Esta alteración de los ciclos naturales perturba nuestro reloj biológico y afecta a nuestra salud.
No respetar los ciclos naturales perjudica la salud
Nuestro cuerpo, nuestro reloj biológico, está diseñado para respetar los ciclos de la luz. Durante el día es necesario recibir la luz solar para mantener niveles óptimos de energía. La luz artificial no sustituye a la luz solar. Por eso, en muchos casos, el cansancio se apodera de nosotros y sentimos que necesitamos un café para poder seguir el ritmo.
A largo plazo, un déficit de luz solar directa aumenta el riesgo de sufrir depresión. Por eso, en invierno, cuando los días son más cortos y salimos del trabajo cuando ya es de noche, es mucho más frecuente sufrir depresión. El sol es también la fuente más importante de vitamina D, fundamental para la fijación del calcio en los huesos.
Otro de los ejemplos más sorprendentes del poder de la luz sobre nuestro cuerpo se refiere a la forma en que nos despertamos. Solemos programar el despertador a una hora determinada de la mañana y, por tanto, nuestro sueño se interrumpe de forma brusca. Encendemos la luz de la habitación, pasando de la oscuridad de la noche a la luz del día en unos segundos.
En la naturaleza, el amanecer se produce de forma progresiva y nuestro cerebro está programado para despertarse de esta forma. Con el aumento gradual de la luz natural, el cerebro se despierta gradualmente y abandona el mundo de los sueños. No respetarlo es la razón por la que nos quedamos en la cama y nos resulta tan difícil ponernos en marcha por la mañana.
Además del sueño que obtenemos al levantarnos, esta forma de despertar nos produce cansancio a lo largo del día, además de provocarnos una tensión subyacente, porque los procesos naturales del sueño, necesarios para un buen descanso y para regenerarnos, no se han producido correctamente.
Ajustar el reloj biológico
Hay algunas cosas que podemos hacer para regular nuestro reloj biológico:
- Tratar de armonizar nuestros horarios, en la medida de lo posible, a los ciclos naturales, escuchando nuestro cuerpo. Algunas personas son más activas por la mañana, mientras que otras son más activas por la noche, pero quedarse despierto hasta altas horas de la noche nunca es bueno.
- Durante el día, asegúrese de pasar el mayor tiempo posible bajo la luz solar natural. Ya que es complicado con la rutina de la vida moderna, procura que le dé la luz solar directa al menos media hora al día.
- Haz que el entorno que te rodea sea il lo más oscuro posible antes de dormirse. Encienda la menor cantidad de luces posible y, si puede, lo mejor sería evitar las pantallas de luz.
- Trate de no despertarse abruptamente. Dado que es casi imposible despertarse con la luz natural del amanecer, al no estar acorde con nuestros horarios, una buena solución a esto son las llamadas alarmas “graduales”. Son despertadores que iluminan la habitación de forma progresiva hasta la hora en que necesitamos despertarnos, imitando un amanecer real.