Última actualización: 16 de febrero de 2020
Si tan solo fuéramos capaces de hacer espacio al tiempo en nuestra vida cuando lo pide. Si tan solo fuéramos valientes y dejáramos que nos acompañe en el dolor, la pérdida, el bien y hasta cuando nos sintamos solos. El tiempo es un compañero de viaje, no un enemigo, como solemos pensar. Cuando nos sentimos perdidos, el tiempo nos salva, cuando dejamos espacio al tiempo, éste cumple con su deber.
Cuando perdemos compañeros de viaje, nuestros sueños se rompen y nos sentimos solos en el camino, nos abruman las prisas y cerramos las puertas a nuestras emociones. Si, por el contrario, nos detenemos, nos escuchamos y dejamos que el tiempo haga su deber, seremos capaces de entender lo que necesitamos. para aliviar nuestro sufrimiento y dolor.
El tiempo y la isla de los sentimientos
Érase una vez una isla muy hermosa donde la naturaleza era indescriptible. Albergaba todos los sentimientos y valores de los hombres: el buen humor, la tristeza, la sabiduría y todos los demás, incluido el amor.. Un día se anunció que la isla se iba a hundir, entonces todos los sentimientos prepararon sus botes y partieron. Sólo el amor permaneció paciente en la isla, solo, hasta el último momento.
Cuando la isla estaba a punto de colapsar, el amor decidió pedir ayuda. La riqueza pasó cerca del amor en un barco muy lujoso y el amor le preguntó: "Riqueza, ¿puedes llevarme contigo?". Riqueza respondió: "No puedo, hay mucho oro y plata en mi bote y no tengo lugar para ti, lo siento".
El amor decidió entonces preguntarle a la soberbia que pasaba en un magnífico navío: "Soberbia por favor, ¿puedes llevarme contigo?". "No puedo ayudarte, amor...", respondió el orgullo, "todo es perfecto aquí, podrías arruinar mi barco. Tengo una reputación, yo".
Entonces el amor le pidió a la tristeza que pasaba: "Tristeza por favor, déjame ir contigo". "No, amor", dijo la tristeza, "estoy tan triste que necesito estar sola". En ese momento el buen humor pasó junto al amor, pero él estaba tan feliz que no la escuchó llamarlo..
De repente una voz dijo: "Ven amor, te llevaré conmigo". Fue un anciano quien habló. El amor estaba tan feliz y lleno de alegría que se olvidó de preguntar el nombre del anciano. Cuando llegaron a tierra firme, el anciano se fue.
Amor se dio cuenta de la gran ayuda que había recibido y pidió saber: "Sabes, ¿puedes decirme quién me ayudó?". "Era el momento", respondió el conocimiento. "¿El clima?" preguntó el amor, "¿Por qué el tiempo me ayudó?".
El saber con gran sabiduría respondió: “El tiempo es el único capaz de hacer sobrevivir el amor cuando parece imposible por el dolor. El tiempo es el único capaz de darle una nueva oportunidad al amor cuando parece desvanecerse. Porque solo el tiempo es capaz de comprender lo importante que es el amor en la vida".
Este cuento de Jorge Bucay nos hace comprender la importancia del tiempo. Cuando creemos que todo está perdido, cuando hemos perdido el rumbo y nuestro camino parece ya no tener sentido, cuando intentamos pensar que todo pasará e ignoramos lo que realmente queremos, es entonces cuando el tiempo nos salva, nos susurra al oído que todo pasará y que cuando aprendamos a hacerle un hueco en nuestra vida, nuestras heridas sanarán.
La solución lleva tiempo
La prisa nunca es buena consejera, los problemas tardan en resolverse, así como la falta de amor, de hecho toda la energía que habíamos volcado en la persona que perdimos necesita una nueva meta. Los sueños rotos también toman tiempo, ya que el cerebro tiene que idear nuevos planes y soluciones., lo mismo ocurre con las pérdidas, pues debemos aprender a encontrar un nuevo espacio para nuestro amor.
El tiempo tiene la tarea de encontrar un lugar para los pensamientos, las emociones, las personas. Es ella la que nos enseña que nada es para siempre, que todo pasa, tanto lo bueno como lo malo y que desde una perspectiva más tranquila todo se ve mejor. El tiempo nos ayuda a madurar y a ver las cosas desde otro punto de vista para aprender y crecer.
Esta es la solución: date un tiempo. Pero no un tiempo pasivo, marcado por el movimiento de las manecillas del reloj, sino un tiempo activo, hecho de acción y reflexión. Un tiempo donde reina la calma para reelaborar y encontrar un lado positivo incluso en las experiencias negativas. Un tiempo para dejarse llevar, pero sin dejar de caminar y que ayuda cuando nadie más puede, como sugiere la historia de Jorge Bucay.