Última actualización: 23 octubre, 2015
En los peores momentos estaba solo. Tenía la sensación de que todo el mundo me había dado la espalda, al menos la gente que me rodeaba. En las buenas es fácil encontrar compañía, pero en las malas nadie quiere compartirlas. Solo para acentuar la tristeza, recibí muchas críticas, desprecio y una frialdad que me heló por dentro. Me sentí triste, muy triste.
Dejé de creer en el ser humano, como un caracolito escondido en su caparazón, esperando que salga ese sol que nunca se muestra.. No quería hablar con nadie, no quería contestar el teléfono, todas las conversaciones me parecían vacías e inhumanas.
Usé mi poca inteligencia emocional. Pensé: "¡Ojalá hubiera sido un poco mayor!". y comencé a alejarme de toda esa gente, de todos esos grandes encuentros que me hacían sentir aún más sola y triste. Porque…
No hay nada peor que estar en un lugar que todos consideran el paraíso, pero que no es otro que el más deshabitado de los desiertos.
Así comencé a ampliar mis horizontes, me acerqué a esas personas que con sus pequeños gestos me hacían sentir muy bien: una palabra cariñosa, un abrazo, una mirada sincera y pura..
Quizás la verdad es que estamos solos en la vida y necesitamos aceptarlo de manera realista. Nadie puede lastimarnos todo el tiempo. Cada uno de nosotros tiene sus propios problemas y responsabilidades.. Un pequeño gesto, sin embargo, que ni siquiera requiere de mucho esfuerzo, puede ayudarnos tanto como estemos pasando por un mal momento.