Enamorarse después de los 50: aventura en altura

Enamorarse después de los 50: aventura en altura

¿Es posible enamorarse después de los 50? Obviamente, sí. Especialmente hoy en día, donde muchos prejuicios de edad han sido derribados. Sentirse vivo, sentir emociones: el amor nunca deja de ser una posibilidad real y apasionante.

Enamorarse después de los 50: aventura en altura

Última actualización: 16 de febrero de 2022

Enamorarse después de los 50. Hasta hace medio siglo, todavía era una situación difícil de imaginar. A esta edad se suponía que todo en la vida estaba resuelto y, lejos de empezar algo nuevo, era mejor concluir lo que quedó inconcluso. Era una edad para dedicarse a los nietos, ciertamente no a los novios.



Las cosas han cambiado, y mucho. Enamorarse a una edad madura no es la regla, pero ciertamente se ha convertido en una situación aceptada y común.. No lo fue en otros tiempos, cuando las barreras mentales y sociales eran un gran obstáculo.

Nuestra vida está menos sujeta a reglas de lo que pensamos. Podríamos ir a la universidad a los 80, descubrir que somos buenos cantantes a los 60 o comenzar una carrera a los 12. Aunque tenemos que lidiar con los modelos predominantes, casi ninguna experiencia nos está prohibida desde nuestra época. Por lo tanto, enamorarse después de los 50 no solo es posible, sino saludable.

Cuando la gracia se combina con las arrugas, queda hermoso. Hay un amanecer indecible en la vejez feliz.

-Victor Hugo-

Las edades de la vida

La cuestión de la edad y las características de las etapas de la vida es relativa. No existen divisiones tan claras como para crear una diferencia absoluta y radical entre un adolescente y un anciano, un niño y un joven.. No tenemos un cuerpo estructurado para movernos linealmente por la vida. En nosotros conviven muchos 'yoes' de diferentes épocas.



En nuestro corazón aún vive el niño que abrió mucho los ojos frente a una luciérnaga. También hay lugar para el anciano sabio y mesurado que de vez en cuando nos hablaba cuando teníamos 20 años y que sobresale más a los 60. Así como el adolescente y el joven. La edad es una convención y el determinismo biológico se relativiza en el mundo mental y emocional.

Hay quien piensa que el amor después de los 50 es muy diferente a la adolescencia. Equivocado. Incluso la quinta década puede reservar latidos cardíacos impredecibles e intensos. No estás libre de sonrojarte a los 54 y de tener las manos sudorosas a los 60.

Enamorarse después de los 50

Las estadísticas nos dicen que los divorcios a la edad de 50 años o más son bastante comunes. Muchas personas a esta edad todavía se sienten jóvenes y deciden terminar una relación que les hace infelices. Los mismos que, quizás, tuvieron que soportar hasta ver a sus hijos mayores.

Otras veces, sin embargo, cuando llegas a esta edad, suena una alarma.. La finitud de la vida es una realidad de la que se adquiere conciencia. Por eso no es raro ver a personas que, dejadas solas a los 50, quieren volver a enamorarse.

No hay razón por la que uno no pueda enamorarse a una edad madura. Aunque tampoco es tan fácil. Difícilmente tendremos cola de admiradores en la puerta y raras son las mágicas coincidencias que nos llevan al amor. En muchos casos es necesario hacer un ejercicio de apertura mental. A menudo llega un nuevo amor si nos entregamos a nuevas experiencias.  


Límites y oportunidades

La belleza de los amores tardíos es que, si bien viven de manera intensa la fase de enamoramiento, tener más posibilidades de aterrizar en la realidad con una sensación más realista, sin los típicos delirios de los años 20. Esta fase de "aterrizaje" no se vive con nostalgia o sorpresa. Hay una mayor capacidad de aceptar al otro tal como es, sin idealizarlo.


Sin embargo, encontramos algunos inconvenientes a la hora de compaginar estilos de vida. Con el tiempo, no es fácil cambiar algunos hábitos arraigados; en este sentido uno se vuelve, quizás, más comprensivo, pero menos flexible.


También es necesario aceptar que a cierta edad el amor se expresa más en gestos y hechos que en palabras. Enamorarse, en cambio, se convierte en un plato para cocinar a fuego lento. Entendemos mejor la importancia de algunos cambios, somos más conscientes de nuestras acciones y de cómo la elección de pareja puede recaer en los seres queridos. En cualquier caso, la serenidad de un amor maduro no hace que sea una experiencia menos excitante, pero sí una apuesta apasionante.

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