Cuando nos avergonzamos de nuestra familia, la verdad es que nos avergonzamos de nosotros mismos. Esto sucede si no hemos tomado una posición clara sobre un aspecto que nos parece criticable o porque arrastramos un complejo desde la infancia y sobreestimamos el juicio de los demás.
Última actualización: 27 de junio de 2022
Detrás del sentimiento de vergüenza hacia la familia se encuentra a menudo un nudo por resolver o una dificultad por resolver. La mayoría de los conflictos con los miembros de la familia surgen durante la adolescencia; este es el periodo en el que nuestra mirada es más crítica e implacable y es común avergonzarse de la familia. Nos gustaría ser diferentes a los miembros de nuestra familia y comenzamos a tomar nota de todos sus defectos y errores. Es parte del proceso normal de desarrollo.
A veces, sin embargo, arrastramos estos conflictos a la madurez, haciéndolos parte de nuestra personalidad adulta. La vergüenza es un sentimiento que gira en torno al juicio de los demás. Se prueba cuando surge un aspecto que nos preocupa y que consideramos criticable o censurable.. En el centro de esta dimensión está la mirada de los demás.
"Los hombres no se avergüenzan de los insultos que hacen, sino de los que reciben".
-Giacomo Leopardi-
Avergonzarse de la familia significa, de un modo u otro, avergonzarse de uno mismo. La humanidad es un gran árbol y cada uno de nosotros es una hoja que cuelga de una rama. Somos parte de esa rama: de ella nacemos y de ella toma forma nuestra vida.
Así mismo, somos parte de nuestra familia y ella es parte de nosotros. Es algo que nos define. ¿Es correcto avergonzarse de ello? ¿O tenemos que trabajar para superar este sentimiento?
La vergüenza como sentimiento
Puedes sentirte avergonzado por muchas razones. Algunos de ellos son justificables, otros no tanto. A veces nos avergonzamos de un hecho, situación o realidad en concreto. En otros casos es un sentimiento que siempre nos acompaña. En casos extremos hasta nos avergonzamos de existir, de nosotros mismos.
Sin ir a los casos más extremos, podemos decir que el sentimiento de vergüenza proviene de una conciencia rígida. Más que los otros, es precisamente él quien nos señala con el dedo. A veces, por supuesto, esta conciencia coincide con el dedo acusador de alguien. Pero el reproche, ya sea de nosotros mismos o de los demás, va acompañado de otro elemento: algo que queremos mantener oculto.
Aquí es precisamente donde radica la diferencia entre la vergüenza y la culpa. En la culpa hay reproche y también cierto sentimiento de indignidad. Pero en los que sienten vergüenza hay una especie de invasión de su propia esfera íntima.
Sale a la luz algo que quieres mantener oculto, algo que nosotros mismos condenamos. La vergüenza termina cuando este elemento se revela y pensamos (o comprobamos) que también puede ser criticado o condenado por otros.
Estar avergonzado de tu familia
Si te sientes avergonzado de tu familia, probablemente haya aspectos de tu entorno inmediato que parezcan cuestionables y que te gustaría mantener ocultos a los ojos de los demás. Estos aspectos a veces tienen que ver con una realidad objetiva, pero otras veces dependen del juicio personal.
Podemos avergonzarnos de nuestra familia, por ejemplo, si uno o más miembros se involucran en actividades ilegales. En este caso, la vergüenza está más que justificada ya que está en juego su buen nombre. Hay, sin embargo, muchos casos en los que el motivo de tal vergüenza es la pobreza, un defecto físico o, simplemente, la falta de conformidad con un ideal de familia que se tiene en mente.
En cualquier caso, hay un problema esperando ser resuelto, un aspecto de la vida que no ha sido aceptado conscientemente. La vergüenza es la conciencia de tener dos caras; la actitud más saludable es integrar estas dos dimensiones. Para ello, tienes que tomar una posición hacia tu persona y tus valores.
Si te avergüenzas de tu familia por una razón objetiva, lo ideal es distanciarte. No necesariamente en un sentido físico, sino de sus acciones. Esto se puede hacer abiertamente, sin tener que esconderse.
Por si la vergüenza lo tiene en la base un complejo vinculado al estado u otras condiciones, tal vez sea necesaria una reflexión sobre los valores de uno. El problema, entonces, puede no ser la familia, sino un complejo sin resolver. Vale la pena considerar esta posibilidad.