Heridas del alma que sanan pero dejan cicatrices

Heridas del alma que sanan pero dejan cicatrices

Heridas del alma que sanan pero dejan cicatrices

Última actualización: 14 de diciembre de 2015

Desde el momento de nuestro nacimiento hasta hoy, han pasado una gran cantidad de cosas. Algunas buenas, otras no tan buenas. Llevamos sobre nuestros hombros un cúmulo de experiencias que, por mucho que deseemos desaparecer, permanece allí.

Cuando queremos revivir un momento que nos hizo felices, “hurgamos” en nuestro equipaje, y para no detenernos en los recuerdos que nos causaron dolor, tratamos de utilizar la amnesia selectiva. Cada uno de nosotros debería estar orgulloso de nuestra riqueza de experiencia, incluso si a veces hay hechos que nunca quisimos asumir.



Ese cargamento contiene más sobre nosotros que cualquier libro y cualquier opinión. Guarda los demonios que cargamos desde la infancia y los recuerdos de las veces que nos lastimaron. Los momentos en que sentimos que estábamos en el lugar correcto y los momentos en que nos sentimos completamente desorientados. Es el equipaje de nuestra vida, de nuestras experiencias más íntimas.

Las experiencias pasadas determinan quiénes somos ahora, incluidos los momentos en que sentimos felicidad y cuando nos sentimos profundamente desafortunados. Es en esos momentos de abatimiento cuando se reabren las heridas infligidas a nuestra persona.

Tal vez estábamos convencidos de que solo eran cicatrices, pero a veces vuelven a quemarse. Su finalidad es llamar nuestra atención, quizás porque ese dolor está a punto de reaparecer en nuestra vida.

Es así como cada uno de nosotros tiene numerosas heridas en proceso de cicatrización, pero que nunca dejarán de sanar, para advertirnos del dolor inminente cuando alguien o algo los molesta nuevamente. Estas son algunas de estas lesiones.


La humillacion

Nos sentimos humillados cuando alguien ataca nuestra dignidad como persona. Hay varias formas de denigrarnos, tanto en privado como en público, que es quizás el peor de los casos.


Las consecuencias de sentirnos humillados afectan directamente nuestra autoestima, la confianza en los demás y la esperanza de lo que hacemos y esperamos del mundo. Cuando alguien nos humilla, sentimos que nos han arrebatado algo que nos pertenecía, y que lo hicieron de la manera más cruel posible.

La humillación puede dirigirse a la apariencia física, nivel económico, sexo, raza, nivel intelectual, enfermedad… Puede ser un solo ataque o una serie de púas mortificantes que han estado ocurriendo durante algún tiempo.. Es una de las situaciones más difíciles de superar por las implicaciones psicológicas que se generan en nosotros.

 

“Muchas penas se podrían evitar si quienes se jactan de su sátira tuvieran presente que cada uno de nosotros, por ignorante que seamos, tendemos a tomarnos muy en serio. Si hay quienes son capaces de soportar una contradicción franca y leal, nadie perdona ser ridiculizado".


-Santiago Ramón y Cajal-

El engaño

Cuando una persona nos decepciona, todas las esperanzas y expectativas que teníamos depositadas en ella y en nuestra relación se pierden. Sentimos una mezcla de asombro, ira, sorpresa y dolor. Puede pasar con alguien de nuestra familia, un amigo de la infancia, un compañero de trabajo o simplemente alguien a quien considerábamos una buena persona incapaz de traicionar ciertos principios, tanto hacia nosotros como hacia los del mundo en general.


La decepción puede llevarnos a sentir frustración e incluso depresión, y nuestra capacidad de confiar en los demás ya no será lo que solía ser.

 

"Los mejores éxitos de las personas vienen después de sus mayores decepciones"

-Henry Ward Beecher-

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