Última actualización: 10 agosto 2017
Los cambios dentro de la dinámica familiar son importantes. Horarios, comidas y descanso. Por no hablar de cuando los padres de repente centran su atención en otra persona o en la nueva división de tareas y responsabilidades. Todos los hermanos mayores saben perfectamente de lo que estamos hablando. Es importante manejar esto desde el punto de vista de un niño de ocho o diez años.
Es precisamente entre los ocho y los diez años cuando los niños se dan cuenta de que pueden experimentar dos emociones al mismo tiempo. Sentirse enfadado porque ha llegado alguien que ha ocupado su lugar y sentirse feliz por la llegada del hermanito. La ambivalencia emocional debe ser considerada seriamente por los adultos. La clave es explicar estos sentimientos contradictorios especificando que los padres los entienden.
Entre la risa y el ejemplo
Muchos padres creen que el único desafío es criar al nuevo miembro de la familia. Sin embargo, otro desafío igualmente importante radica en reequilibrar las expectativas y responsabilidades del hijo mayor. Es un equilibrio difícil que muchas veces termina alejando al hermano mayor, complicándole la vida. La sensación de no ser más hijo único puede llevarlo por dos caminos distintos (la indiferencia o la hiperresponsabilidad), con nefastas consecuencias en ambos casos.
"¡Qué extrañas criaturas son los hermanos!"
-Jane Austen-
Puede ocurrir, por ejemplo, que el hermano mayor se implique demasiado en el cuidado del pequeño, incluso ocupando el lugar de sus padres cuando están ausentes, pero también cuando están presentes. Esto puede degenerar en una presión excesiva y en la limitación del derecho de los hermanos mayores a cometer errores.
El primogénito debe adaptarse a su nuevo rol asumiendo tareas propias de su edad. Corresponderá a los padres ser justos en este sentido. Lo ideal es que los padres pongan al hijo mayor en condiciones de poder desempeñar el papel que le corresponde a él y no a otros.
La union de los hermanos es la fuerza
"¿Cómo reaccionó el mayor?" es uno de los eslóganes que uno escucha preguntar. Hay nerviosismo, celos, envidia, ira, miedo... Las rutinas y hábitos difíciles que se encuentran para dar estructura al desarrollo emocional y académico de un niño de repente tienen que reconstruirse desde cero. Y no se trata solo de eso, sino también de tener que lidiar con un nuevo miembro.
“A medida que crecimos, mis hermanos actuaron como si no les importara. Pero siempre supe que estaban ahí, listos para cuidarme”.
–Catherine Pulsifer–
Sin embargo, esta nueva responsabilidad también esconde emociones positivas (diversión, satisfacción y euforia). No hay nada mejor que encontrarte cómplices y descubrir una conexión que pueda manifestarse sin tener que recurrir al uso de las palabras. Junto a un hermano menor, también existe la posibilidad de compartir secretos, liberar tensiones o encontrar un lugar común en el que desconectar del mundo.
Es importante sembrar las semillas de la confianza y el afecto. Es gracias a ellos que crecerá el sentimiento fraterno, un sentimiento capaz de ir mucho más allá de la genética. Es posible que con el tiempo el tipo de relación que se establece sufra transformaciones. La diferencia de edad sitúa a los dos hermanos en dos momentos de desarrollo completamente distintos. Lo importante, sin embargo, es que poco a poco la asimetría dada por la diferencia de edad va disminuyendo permitiendo ser, además de hermanos, amigos. con la conciencia de estar ahí el uno para el otro, de poder contar con el apoyo mutuo.
“Afuera crecemos. Pero este no es el caso de los hermanos y hermanas. Siempre nos hemos conocido. Conocemos nuestros corazones. Compartimos chistes, recordamos secretos relacionados con nuestra familia, momentos de dolor y alegría. Vivimos fuera del efecto del tiempo".
-Clara Ortega-