Última actualización: 08 de marzo de 2018
La frustración es una de las emociones más poderosas que tenemos que afrontar desde la infancia y por eso también es una de las más peligrosas. Aprender a lidiar con la frustración no es tarea fácil.
Además de su intensidad, lo que dificulta el control de esta emoción es que nadie suele enseñar a los pequeños cómo canalizar la energía asociada a ella.. Por otro lado, muchos de los padres que se preocupan por lainteligencia emocional dy sus hijos los sobreprotegen o los obstaculizan sin saberlo. Nos hacemos adultos sin saber manejar la frustración.
Pero… en realidad: ¿qué es la frustración?
La frustración es una emoción de valor negativo (es desagradable experimentarla), pero, como todas las emociones, cumple una función específica. La frustración surge de no obtener lo que queremos o esperamos; nos indica que hay una discrepancia entre lo que nos gustaría y lo que tenemos, y que nos interesa y nos impacta. Hay implícita en ella una dificultad que no hemos conocido o somos incapaces de afrontar. En otras palabras, la función última de la frustración es despertar nuestra atención y hacernos reaccionar.
Sin embargo, cuando la frustración es muy poderosa e intensa, difícilmente cumple su función. Nos perdemos en el malestar que genera, así que simplemente lo probamos, sin prestar atención a lo que nos quiere decir. Para evitar esto, aquí hay 5 estrategias útiles para manejar la frustración de manera positiva.
¿Cómo manejar la frustración?
1. Distánciate de los eventos
La frustración puede ser muy intensa, y es precisamente este aspecto el que puede llevarnos a ver los acontecimientos como catastróficos y las situaciones de forma distorsionada. Administrar frustración correctamente, hay que despegarse de los acontecimientos, posponer decisiones y observar la situación con una “vista aérea”. Esta expresión proporciona un excelente ejemplo de lo que debe hacer cuando se siente frustrado, busque el panorama general, mire todo desde afuera y globalmente.
Una de las mejores maneras de distanciarse de los eventos es concentrarse en los aspectos positivos y negativos globales. También puedes hacer un pequeño ejercicio: compara lo que te pasó con algo malo, muy malo, y luego pregúntate: "¿Lo que me está pasando ahora es tan malo como lo que viví antes?" Estos pequeños "trucos" harán que tu mente se distancie de los hechos para analizar la situación desde una perspectiva más objetiva.
2. Siente la frustración y déjala ir
Cuando una emoción nos invade, ya sea frustración, ira, tristeza o alegría, lo mejor es vivirla y luego dejarla ir. No se trata de expresarlo y dejarlo explotar, sino de sentirlo profundamente para dejarlo ir lejos. En otras palabras, cuanto más intentes no sentirte frustrado, más obtendrás el efecto contrario, es la paradoja de la mente humana. Precisamente por esta paradoja, acaban desarrollando diversos trastornos obsesivos que llevan a la persona que intenta no pensar en "X" a pensar en "X, Y y Z".
La mente funciona así: cuanto más evites pensar o sentir "algo", más será. Observar, sentir, sentir y soltar son habilidades fundamentales que pueden mejorar mucho nuestra inteligencia emocional. Si quieres ser capaz de sentir emociones y dejarlas ir, puedes entrenar, por ejemplo, con técnicas de mindfulness o de aceptación y compromiso. Todos estos enfoques pueden ayudarte a reducir el impacto negativo de esta emoción.
3. Tómese un tiempo para calmarse y luego... actúe
No hay peor consejera que la frustración, si bien es una emoción muy poderosa y con un alto efecto proactivo, suele llevarnos a comportamientos no correctos y ventajosos, e incluso autodestructivos. Porque nos empuja a agredir o causar daño al objeto que provoca dicha emoción. En otras palabras, es una emoción poco reparadora y si acaso vengativa, por lo que es necesario evitar actuar bajo su efecto.
Cuando algo o alguien nos frustra, necesitamos tomarnos un momento para calmarnos. Cuando notemos que la molesta sensación de frustración ha disminuido, podemos pensar en los siguientes pasos a dar o tomar decisiones prácticas. Por otra parte, debemos escuchar el mensaje que esta emoción, como todas las emociones, nos quiere transmitir. La frustración debe servirnos para actuar, o trabajar para lograr cambios internos o cambiar la dirección que nos empuja hacia aquello que nos provoca frustración.
4. Distinguir entre deseos, necesidades y realidades
Suena muy simple, pero no lo es: diferenciar entre lo que queremos, lo que necesitamos y lo que realmente puede suceder. La frustración muchas veces ocurre porque los deseos ("Quiero que mi jefe me felicite por mi trabajo") se confunden con necesidades personales, como el reconocimiento, la protección o la aceptación ("Necesito que el jefe me aprecie") o con lo que realmente puede pasar tomando en cuenta las circunstancias actuales (realidad: el jefe tiene todo tipo de cosas, no tiene tiempo y no reconoce nada a nadie).
Lo que queremos puede o no coincidir con lo que necesitamos, y todo ello requerirá de determinadas circunstancias que pueden ser más o menos adecuadas. Así que separa lo que quieres de lo que necesitas y de lo que te puede ofrecer la gente que te rodea. Se trata de adaptar tus necesidades a la realidad.
5. Evaluar si es una situación para aceptar o cambiar
Si la situación frustrante no tiene margen de cambio, es normal que la emoción aumente de intensidad. Ante estas situaciones, lo mejor es entrenar la aceptación, antes que la capacidad de frustración. Explicaremos la diferencia con más detalle.
Si es una situación que se puede cambiar, la frustración bien gestionada puede convertirse en tu aliada. porque actuará como una especie de faro que exige cambios. Una vez pasada la frustración, es hora de plantearse la pregunta de la necesidad de cambiar y cómo hacerlo. Si la situación no se puede cambiar y no tienes poder para hacer cambios, tendrás que cambiar la dirección de los pensamientos que alimentan la emoción y evitar que fluya hasta que desaparezca.
Poner en práctica estas cinco estrategias sabiamente ayudará a manejar mejor la frustración. De esta forma, podrás aprovechar al máximo una de las emociones más desagradables, evitando un enfrentamiento directo con ella, que no hace más que magnificarla exponencialmente.