Última actualización: 17 septiembre, 2020
La infancia no siempre es feliz. Desafortunadamente, algunos de nosotros hemos tenido que pasar por experiencias difíciles, a veces extremas, que nos han dejado una profunda herida en el alma. Es de niños que tejemos la mayor parte de los hilos que componen nuestra vida psicológica. Por eso es interesante preguntar: ¿Se puede ser feliz después de vivir una infancia traumática?
En realidad es un hecho: es muy difícil ser feliz, pero no imposible. En los primeros años de vida somos especialmente sensibles a nivel emocional. Ya sean positivas o negativas, las experiencias dejan una huella imborrable en nuestra vida. Veamos cómo ser adultos felices después de una infancia traumática.
"La verdadera patria del hombre es su infancia".
-Rainer María Rilke-
Un niño es un ser humano extremadamente vulnerable. Depende del mundo adulto y de su entorno primario. No tiene recursos físicos ni psicológicos para comprender y filtrar experiencias. Fácilmente los sobredimensiona, los distorsiona, a veces se siente triste o abrumado por las circunstancias.
Los efectos de una infancia traumática
Las diferentes formas de abuso o maltrato infantil tienen consecuencias a largo plazo, de eso no hay duda. Sin embargo, eso no significa que no puedan ser adultos felices. Más bien, significa que para serlo tendremos que esforzarnos más que los demás.
Los traumas de la infancia se convierten en dificultades para vivir una vida adulta feliz. El amor propio y la confianza en uno mismo han sido dañados. Para algunos es casi imposible amar o ser amados; para otros, es difícil expresar sus sentimientos o sentirlos a nivel consciente.
Muchas veces vivimos con un sentimiento de malestar, desilusión, tristeza. Con este ruido de fondo, ¿cómo puedes construir o mantener una actitud positiva? Pues hay que luchar contra todo esto.
¿Cómo ser feliz después de vivir una infancia traumática?
Quizás algunas experiencias negativas del pasado sean imborrables, pero haciendo un buen trabajo en uno mismo es posible ser feliz. El eco del sufrimiento vivido de niños no se apagará del todo y el llanto difícilmente encontrará un consuelo definitivo. Sin embargo, lo bueno es que la superación de un pasado doloroso a menudo da como resultado una personalidad más evolucionada, sensible y constructiva.
Para superar el dolor de una infancia traumática, los siguientes pasos pueden ayudar:
- Aprende sobre los efectos del trauma. Ayuda mucho saber, a través de fuentes serias, la naturaleza y las consecuencias del trauma infantil. Esta información nos permite ver con más claridad y entender mejor lo que estamos sintiendo.
- Protégete y cuídate. Quienes han vivido una infancia difícil tienden a subestimar la importancia de la autoprotección y el amor propio. No dejes que eso suceda. Cúrate a ti mismo, física, psicológica y socialmente. Trátate como una criatura a la que hay que proteger.
- Cultiva buenas amistades. Una herida a menudo conduce al aislamiento y a la dificultad para relacionarse con los demás. Lucha contra esta tendencia. Cultiva la amistad, resérvale un lugar de honor en tu vida. No te aísles.
- Aléjate de las personas que te hacen daño. No seas tolerante con los que te hacen sentir mal o con los que te provocan sentimientos negativos. ¿Existe una persona así en tu vida? Mantenlo lejos.
- Reconecta y reinterpreta tu pasado. Ocultar o ignorar eventos pasados no ayuda a aliviar el dolor. En reversa. Mejor revisa lo que te ha pasado con una nueva actitud de aceptación y comprensión.
Superando el pasado
Ante la presencia de un trauma infantil, siempre es recomendable buscar ayuda profesional. Por fuerte e inteligente que seas, nada reemplaza el efecto de la terapia psicológica. Un buen profesional facilita el camino hacia la comprensión y el equilibrio interior.
Tener una infancia difícil te da una perspectiva diferente de la vida. Esto puede ser una ventaja o una desventaja; todo depende de cómo lidiemos y manejemos las consecuencias.
No es fácil encontrar la motivación para emprender este camino y remediar un pasado doloroso. Sin embargo, merece la pena, porque de ahí surge un crecimiento personal que ayuda a recuperar el equilibrio y el bienestar.