Última actualización: 26 agosto 2016
Amar y amar son sentimientos maravillosos pero diferentes. Todos (o casi todos) tenemos un propósito firme e inquebrantable en nuestra vida: amar a alguien con todas nuestras fuerzas.
Lo pensamos y lo anhelamos por el simple hecho de que creemos que es el camino correcto hacia la felicidad. Y no nos equivocamos cuando pensamos que un sano apego es indispensable para estar en el mundo.
Sin embargo, por alguna razón, terminamos confundiendo amar con amar; importantemente, llenamos nuestra mochila emocional con falsos "te amo" y vacíos "te amo".
Sabiduría emocional en los diálogos de El Principito
Saint-Exupéry, a través de la obra El Principito, nos regala un hermoso pasaje, que hoy queremos proponeros con la intención de arrojar luz sobre esta poderosa realidad emocional que a todos nos concierne.
"Te amo" - dijo el Principito.
"Yo también te amo" - respondió la rosa.
"Pero no es lo mismo", respondió. - «Amar significa tomar posesión de algo, de alguien. Significa buscar en los demás lo que llena las expectativas personales de afecto, de compañerismo. Amar significa hacer nuestro lo que no nos pertenece, desear algo para completarnos, porque sentimos que nos falta algo.".
Amar significa esperar, apegarse a las cosas ya las personas según nuestras necesidades. Y si no somos correspondidos, sufrimos. Cuando la persona que amamos no coincide con nosotros, nos sentimos frustrados y decepcionados..
Si amamos a alguien, tenemos ciertas expectativas. Si la otra persona no nos da lo que esperamos, nos sentimos mal. El problema es que hay una alta probabilidad de que el otro se vea empujado a actuar diferente de lo que nos gustaría, porque no todos somos iguales. Cada ser humano es un universo en sí mismo.
Amar significa desear lo mejor del otro, aun cuando las razones sean diferentes. Amar es permitir que el otro sea feliz, aun cuando su camino sea diferente al nuestro. Es un sentimiento desinteresado que surge del deseo de entregarse, ofrecerse completamente desde el fondo del corazón. Por eso, el amor nunca será fuente de sufrimiento.
Cuando una persona dice que ha sufrido por amor, en realidad ha sufrido por haber amado. Uno sufre de apegos. Si se ama de verdad, no se puede sentir mal, porque del otro no se espera nada. Cuando amamos, nos ofrecemos totalmente sin pedir nada a cambio, por el puro y simple placer de "dar". Pero es claro que esta entrega y entrega desinteresada de sí mismo sólo puede tener lugar si hay conocimiento.
Solo podemos amar a alguien cuando realmente lo conocemos, porque amar es dar un salto al vacío, confiar su vida y su alma. Y el alma no puede ser indemnizada. Conocerse significa saber cuáles son las alegrías del otro, cuál es su paz, cuáles sus iras, sus luchas y sus errores. Porque el amor va más allá de la ira, la lucha y los errores y no está presente solo en los momentos felices.
Amar significa confiar plenamente en que el otro siempre estará ahí, pase lo que pase, porque no nos debe nada: no se trata de una posesión egoísta, sino de una compañía silenciosa. Amar significa que no cambiaremos con el tiempo ni con las tormentas ni con los inviernos.
Amar es darle un lugar al otro en nuestro corazón para que permanezca con nosotros como compañero, padre, madre, hermano, hijo, amigo.; amar es saber que incluso en el corazón del otro hay un lugar especial para nosotros. Dar amor no agota su cantidad, al contrario, la aumenta. Y para devolver todo ese amor, es necesario abrir el corazón y dejarse amar.
"Ahora entiendo"- respondió la rosa después de una larga pausa.
«Lo mejor es vivirlo» - le aconsejó el Principito.
Otra lección muy interesante a este respecto nos la ofrece el budismo. Dice sabiamente que si quieres una flor porque "la amas", puedes recogerla y llevártela contigo. Sin embargo, si lo amas, lo riegas todos los días y lo cuidas.
Finalmente, cuando amamos a alguien, lo aceptamos tal como es, nos quedamos a su lado y siempre tratamos de dejar en él huellas de felicidad y alegría Porque los sentimientos tienen que salir de lo más profundo de nosotros para que sean puros e intensos.
Por eso, es fundamental hacer un ejercicio interior y preguntarnos si nos estamos comportando de la manera correcta, si estamos manejando mejor nuestros apegos y sentimientos o si, en cambio, nos confunde el deseo de atribuir palabras profundas y permanentes. a nuestras relaciones.