Última actualización: 02 2016 noviembre
La felicidad no se busca, nos topamos con ella. Es sencillo y Daniel Gilbert nos lo recuerda en su best-seller “Tropezando con la felicidad” en el que analiza las teorías y realidades sobre la felicidad de diferentes formas.
Este libro es un emocionante viaje sobre cómo funciona la mente y cómo juega con nosotros. Los aspectos que implica son numerosos, desde la ilusión óptica hasta la influencia en nuestro estado de ánimo de las opiniones de personas que han vivido experiencias similares a la nuestra.
También nos dice que no existe una fórmula sencilla para alcanzar la felicidad. Sin embargo, nuestro cerebro nos permite avanzar, hacia el futuro, y así tropezamos con la felicidad. Y tú, ¿cómo tropiezas? Los invitamos a reflexionar sobre este tema a partir de los siguientes puntos clave.
La felicidad es subjetiva y está determinada por la cercanía
A veces olvidamos que la felicidad es algo subjetivo, sobre todo cuando vemos que alguien quiere venderla como si fuera un bien material y delimitado. La felicidad es una experiencia y como tal es diferente en cada individuo y determinada por las circunstancias.
Cuando imaginamos las situaciones que podemos llegar a vivir en el futuro, nos damos cuenta de que existen dos tipos de futuro. El futuro inmediato, o lo que sucederá mañana o dentro de unos días, el futuro verosímil y cercano. Y luego, otro futuro más lejano, ubicado a años luz de lo que vivimos ahora, un futuro que es difícil percibir como real en este momento.
Muchas veces nos anclamos al presente hasta el punto de imaginar nuestro futuro concentrado en el presente que estamos viviendo. Por ejemplo, nos resulta difícil imaginar el sabor de una fruta que comeremos mañana si, mientras imaginamos esta sensación, estamos manteniendo el sabor ocupado con otro sabor.
En este caso hablamos de "presentismo" y condena nuestra visión de las cosas, incluso de las posibles, porque nos mantiene anclados de alguna manera al presente. No se trata de pensar constantemente en futuro, pero saber que cuando lo imaginamos, le damos las posibilidades de nuestro presente.
Cuando imaginamos la felicidad, por tanto, creemos que tiene que ver con lo que ahora soñamos, mientras que diversos estudios nos han demostrado lo contrario. La felicidad podría ser lo que obtenemos cuando no obtenemos lo que soñamos ahora. Es decir, la felicidad se puede esconder en lo que ni siquiera contemplamos en este momento y en lo que el destino podría hacernos tropezar.
La intolerancia a la incertidumbre y la importancia del control
El ser humano no tolera la incertidumbre. De hecho, podríamos pensar que la incertidumbre abre un mundo de infinitas posibilidades, y que eso es algo bueno. Desafortunadamente el ser humano se centra principalmente en la sensación de falta de poder y la importancia del control, más que en pensar en las cosas positivas que podrían pasar.
Ante la incertidumbre, además, el ser humano busca explicaciones a los hechos que suceden a su alrededor. Sobre todo cuando estos hechos son inexplicables, lo que amplifica su logro emocional, porque son poco frecuentes y tendemos a pensar constantemente en ellos.
Por esta y otras razones, Daniel Gilbert nos dice que estamos acostumbrados a tropezar con la felicidad, aunque no podamos verla porque nuestro cerebro nos pone trampas. Lo hace comparando nuestra felicidad con la de los demás, aun sabiendo que es algo subjetivo y que quizás nosotros, en las mismas circunstancias, no nos sentiríamos como aquellos que creemos felices.
Piensa: ¿y si la felicidad fuera la capacidad de aceptar que todo puede cambiar? ¿Y si la felicidad es algo que no podemos controlar? ¿Qué pasa si la felicidad se mueve hacia el futuro y comprende en qué nos tropieza nuestro cerebro antes de alcanzarlo?