Última actualización: 12 de marzo de 2015
Cualquiera puede enfadarse: esto es fácil; pero enojarse con la persona correcta, y en el grado correcto, y en el momento correcto, y con el propósito correcto, y de la manera correcta: esto no está al alcance de nadie y no es fácil.
Aristóteles
La ira es una emoción que todos experimentamos en un momento u otro de nuestra vida.. Quizá por motivos sin importancia, como estar en medio del tráfico, o por cuestiones más relevantes, como el despido, por ejemplo.
La emoción de la ira, como otras emociones, es necesaria y tiene diversos grados de intensidad. Lo que caracteriza a la ira es que surge de una frustración, una esperanza o un deseo que no se ha cumplido..
¿Por qué nos enojamos?
Las causas y motivos por los que nos enfadamos pueden ser muy variadas y también dependen de cada uno de nosotros. Lo que nos hace enojar no necesariamente hace enojar a otra persona. Además, no todos nos enfadamos con el mismo grado de intensidad..
La ira ocurre cuando deseamos algo que es importante para nosotros y hay un obstáculo que impide la realización de nuestro deseo..
Por ejemplo: tenemos muchas ganas de ir al cine, concertamos una cita con nuestra pareja y también elegimos la película a ver. Nuestro compañero llega a casa diciendo que está muy cansado y que ya no quiere ir al cine. En este momento no se cumplen nuestras ganas de ir al cine y esto puede causar enfado.
Esta es una situación típica que puede ocurrir de muchas maneras diferentes en la vida diaria. El enfado ante las situaciones sirve para darnos la energía para afrontar el obstáculo. Sin embargo, muchos de estos obstáculos no son intencionados y es importante canalizar esta energía para que no sea destructiva..
Esta sobrecarga de energía se llama ira y tiene por objeto hacernos sobrellevar la frustración para asegurar la realización del deseo y de nuestra necesidad que ha sido amenazada.
¿De qué depende que la ira sea destructiva o no?
Que el enfado que sentimos se vuelva destructivo, es decir, que haya un exceso de energía que en vez de solucionar las cosas solo las empeore, dependerá de lo que pensemos del obstáculo y de cómo interpretemos el enfado mismo, de las conclusiones que saquemos. alcance sobre el problema que nos está obstaculizando.
Si evaluamos un obstáculo como algo que nos está causando frustración a propósito, entonces se libera suficiente energía para emprender una batalla..
Nuestro cuerpo libera una mayor cantidad de neurotransmisores de adrenalina y noradrenalina para activarnos y alertarnos para que podamos afrontar la lucha.
La energía depende de la opinión que tengamos sobre el obstáculo, es decir, si está anulando nuestro deseo voluntariamente o no.. Entonces nuestra respuesta corresponderá más o menos a lo que tenemos que enfrentar.
Cuando el obstáculo se considera voluntario, nuestra ira es destructiva y nos comportaremos con el obstáculo tal como lo está haciendo con nosotros. Como sucede en la batalla.
Si por el contrario pensamos que el obstáculo no es voluntario ni intencionado, entonces nuestra respuesta estará más cerca de solucionar el problema.. Incluso si la ira surge en nosotros, no será destructiva.
Por ejemplo: nuestra pareja dice que no quiere hacer algo, aunque a nosotros nos gustaría; si entendemos que realmente es porque no tiene ganas, nuestro enfado no sera dirigido a nuestra pareja e la energía no se utilizará para llevar a cabo una batalla contra él.
Si en la misma situación descrita anteriormente pensamos que nuestra pareja se está comportando de esta manera solo porque no quiere que consigamos lo que queremos, entonces sí la ira se dirigirá hacia él o ella y estallará un conflicto que puede generar un gran malestar.
La frustración que sentimos nos lleva de forma más o menos consciente a evaluar la causa que la ha provocado. E inmediatamente tratamos de dar una respuesta, si es una intención contra nosotros o no..
Según la experiencia o el carácter, hay personas que constantemente experimentan ira destructiva porque interpretan sus frustraciones como resultado de una voluntad adversa, ya sea por el destino o por las personas que los rodean..
Si nuestra mente está dominada por la ira, desperdiciaremos la mayor parte del cerebro humano: la sabiduría, la capacidad de discernir y decidir qué es bueno o qué es malo.
Dalai Lama
Bibliografía de referencia:
– Levy, N. (2000). La sabiduría de las emociones. Plaza & Janés.