Última actualización: 16 de enero de 2017
Aprender a extrañar a alguien o algo es parte del proceso de crecimiento personal. La incapacidad de soportar el vacío permanente de una ausencia a veces puede ser destructiva, por eso es necesario aprender el arte de decir adiós, o “dejar ir” lo que duele y decepciona, pero que sigue siendo parte de la vida.
Sabemos que el concepto de "nostalgia" suele estar asociado a la falta de una persona. Sin embargo, es curioso que el ser humano sea un especialista en perder objetos, situaciones, personas e incluso dimensiones abstractas que son imposibles de definir.. Estamos hablando de vacíos emocionales y existenciales, de dos mundos interiores tan complejos como para poner en peligro la salud mental de cada uno de nosotros.
Extraño a la persona que era antes, cuando era más feliz y tenía más esperanzas, más sueños. Esta idea, este sentimiento que todos hemos experimentado al menos una vez en la vida es lo que el psicólogo Robert Plutchik define como "deseo del pasado" y que forma parte de su teoría de la rueda de las emociones.
No olvidemos que vivir en esta frágil burbuja de deseo suscita la esperanza de lo que hemos tenido o hemos sido en el pasado. El deseo, a su vez, conduce a la vulnerabilidad, la vulnerabilidad al miedo y, a veces, incluso a la depresión.. Antes de dejarnos llevar como la Ofelia de Shakespeare, sumergidos en un mundo de tristeza, debemos entrenarnos en el arte de decir adiós y sobre todo de sentir nostalgia.
Ese país llamado "nostalgia"
Hay un país invisible. Un mundo paralelo, impreciso, intangible que todos visitamos tarde o temprano se llama "nostalgia". Abrimos la puerta para entrar en este mundo cada vez que alguien a quien amamos nos deja. Volvemos a él cuando rompemos una rutina o actividad que antes era significativa para nosotros. Incluso vivimos casi permanentemente en este mundo cuando perdemos a alguien o cuando sentimos una profunda insatisfacción con lo que somos o hacemos.
En este mundo hay un viento frío llamado anhelo, que es el deseo de alguien o de algo. De hecho, como revela la raíz latina del término, "anhelar" significa "falta de aliento", es decir, nos cuesta respirar porque en nuestro corazón hay un vacío por el que nuestra vida se escapa poco a poco. Porque la tierra de la nostalgia es como un laberinto lúgubre donde nunca debemos permanecer tanto tiempo porque cuanto más nos quedemos, más rápido olvidaremos el camino de regreso.
Vivir en este exilio permanente nos sume en la desesperación y en una profunda insatisfacción con el presente, con el mundo real. Antes de anclarnos en este crepúsculo de la vida, debemos ser capaces de tomar decisiones inteligentes en momentos de angustia emocional para salir de este laberinto y entender que la nostalgia es parte de la vida, pero no un estilo de vida.
Entrenar las emociones en el arte de la despedida
Debemos aprender a cerrar los ciclos. No desear lo que fuimos ayer, sino invertir en lo que podemos ser hoy. Debemos aprender a extrañar a los que ya no están cerca de nosotros, dejándolos en un rinconcito precioso de nuestro corazón, mientras tomamos la decisión de encontrar la felicidad.. La vida al final está hecha de decisiones, de pasos que, uno tras otro, nos sacan de nuestros laberintos personales donde no es bueno quedarse mucho tiempo.
Piensa en estrategias que puedan ayudarte en tales situaciones.
Encontrar la salida en medio de la complejidad emocional
La nostalgia nos adentra en tres dimensiones muy poderosas: el deseo, el miedo a la soledad y la vulnerabilidad emocional. Son tres enemigos astutos que debes conocer a fondo para aprender a controlarlos y domarlos.
- Experimentando la confusión. Con el anhelo y el anhelo por algo o alguien, la confusión llega de inmediato. ¿Qué hago ahora? ¿Qué será de mí? Experimentamos una infinidad de emociones y sensaciones. Por un tiempo, es necesario vivirlos, aceptarlos y desahogarlos.
- Analizando el enredo emocional. Para lidiar con el dolor que provoca la ausencia o el vacío que deja el propio dolor, es fundamental analizar y profundizar en la maraña emocional en la que estamos atrapados y que nos domina.
- El deseo, por ejemplo, se puede superar con nuevas metas en el presente. El miedo a la soledad, en cambio, se extingue con la valentía de quien comienza a disfrutar de su propia compañía y al mismo tiempo busca el apoyo de los demás.
- La vulnerabilidad emocional se cura con el coraje de quien mira al mañana sin miedo. Lo hace invirtiendo en la resiliencia, en la fuerza que nadie nos enseña, pero que descubrimos que tenemos día tras día. A veces solo, a veces en compañía de otros, con la decisión de quien quiere ser protagonista de la historia de su vida.
Debemos estar dispuestos a tomar nuevos rumbos en la vida, sin que la sombra de esa carencia, esa ausencia o ese vacío cuestionen nuestras decisiones. El ser humano siempre sentirá la falta de cosas o personas, herencia de un pasado excepcional. Son páginas de nuestra vida que atesoramos con mucho cariño, pero también son los capítulos de un pasado que antecede a una novela a la que aún le quedan muchas, muchas páginas por escribir.