Última actualización: 18 de enero de 2016
La tristeza acecha muy fácilmente en nuestro espíritu cuando la dejamos entrar. Si encuentra un espacio libre cada vez más grande, puede incluso echar raíces en él.
Pero el contexto perfecto en el que puede proliferar es la soledad: cuando estamos solos, no podemos fingir y nos sometemos por completo a sus dictados.
“Cuidado con la tristeza. Es un vicio”.
(Gustave Flaubert)
Este estado de tristeza puede llevar a que los demás se preocupen por ti, te llamen, te animen, busquen la manera de hacerte sentir mejor. Sin embargo, con esta actitud, sin saberlo, refuerzan su situación. Te aíslas en una cómoda burbuja de dolor, que otros intentan hacer estallar.
La tristeza te hace sufrir, pero, al mismo tiempo, te da una falsa sensación de calma, de quietud, de consuelo en el dolor. Sientes que no quieres correr riesgos.
¿Por qué la tristeza es tan resistente?
Se dice que la peor adicción a una sustancia es aquella en la que el individuo no quiere que nadie la consuma, cuando ya no espera estar acompañado o estar en un determinado contexto social que le agrada. Le basta estar a solas con su sustancia para encontrar placer, por lo que no existen reglas ni obstáculos para que el consumo se produzca en cualquier momento del día.
Lo mismo sucede con la tristeza: si una persona vive sola y no quiere compartir esta soledad, este estado penetrará su existencia sin obstáculos ni parámetros. Esto es, en parte, lógico: nadie quiere ser visto triste y abatido.
De esta manera, entramos en una dinámica de aislamiento que, si se prolonga, puede conducir a la depresión y el dolor puede convertirse en una sombra perenne.
¿Cómo combatir la tristeza?
Para no acabar en estas condiciones, es bueno que la tristeza deje de pesar sobre tus hombros. Tienes que ponerle las cosas difíciles:
- En primer lugar, alejarse de los dramas y de las personas que los provocan.
- Comienza a crear situaciones agradables en tu vida con nuevas personas.
- Es importante que te relajes, por lo que debes poder distinguir a un verdadero amigo de uno falso cuya compañía te haría daño en este momento.
- Haz cosas que disfrutes: leer, escuchar música, hacer deporte, hacer trabajos manuales, etc. Ninguna de estas actividades es una pérdida de tiempo, especialmente cuando piensas en cuánto podrías perder si tu tristeza se volviera crónica.
- Si es necesario, desahogue, no te avergüences. Sal e intenta estar en compañía, aunque no te apetezca: verás que las ganas vendrán entonces solas.
- No le cierres las puertas a la vida. Analiza la posibilidad de cambio, piensa también en cómo empezar de cero sin lastimar a los demás.
En pocas palabras, declarar la guerra a la tristeza!
Saber darle espacio a la tristeza sin que te consuma
En el transcurso de la vida, seguramente tendrás que vivir momentos tristes, es inevitable. Permítete llorar y desahogarte. Sé consciente de que puedes sufrir una avería en cualquier momento y que necesitas soledad para vivirla.
Pero es bueno que lo sepas la soledad no te abandonara si no le pones limites y no te comprometerás a salir de él: en este caso, no importan tanto las intenciones como los gestos que realmente pongas en práctica para dejarlo atrás.
Así que llora. Llora sin testigos, pero no olvides que esta condición siempre debe tener una duración limitada: estos son sentimientos que no debes reprimir, pero tampoco debes permitir que acechen en tu alma.
La tristeza se instala fácilmente en las almas solitarias. Allí, de hecho, puede proliferar sin perturbaciones y no desaparecerá si no se le pone remedio.