Última actualización: 27 septiembre, 2020
Cada uno de nosotros tiene necesidades diferentes, como bien explicó Maslow con su pirámide. Algunas son necesidades básicas, como la nutrición y la protección, otras son de relación, como el afecto y el reconocimiento. Las emociones nos ayudan a satisfacer nuestras necesidades, como nos ayudan a sobrevivir, a distinguir entre una situación peligrosa y una que nos produce bienestar. Nos empujan y motivan a relacionarnos y comunicarnos con los demás.
En serio, las emociones se convierten en nuestras inseparables compañeras de viaje. A veces, sin embargo, nos cansamos de tenerlos a nuestro lado día y noche. Para conseguir una mejor convivencia interior, debemos aprender a gestionarlos.
Existimos y nos comunicamos gracias a las emociones
Las emociones son necesarias para la supervivencia; una de sus principales funciones es prepararnos fisiológicamente para la acción. Muchos animales tienen un comportamiento emocional efectivo, lo que significa que ciertas emociones te permiten actuar de inmediato. Esta es quizás la forma más importante en que nuestras emociones nos ayudan a satisfacer nuestras necesidades.
Por ejemplo, cuando tenemos miedo después de ver una serpiente, antes incluso de pensar si es venenoso o no, nuestro cuerpo ya ha reaccionado. En este caso, el ritmo cardíaco se acelera para hacer llegar más sangre a los músculos y hacer que nos movamos para escapar de un posible peligro. En consecuencia, si necesitamos salir rápido de una situación, no perdemos tiempo pensando y aumentamos nuestras posibilidades de supervivencia.
Las emociones comunican información a los demás sobre cómo percibimos e interpretamos los estímulos. interno y externo. Generalmente buena parte de esta comunicación se da a través de la comunicación no verbal. Este tipo de comunicación es más rápida, natural e intuitiva que el lenguaje verbal. De esta forma, aunque no sea nuestra intención, la comunicación de emociones ejerce una influencia sobre los demás.
Las emociones sirven de guía, ya que nos brindan información valiosa sobre cada situación. Nos ayudan a entender si la experiencia es conveniente según se perciba como agradable o desagradable. Asi que, nos gustaría repetirlo o evitarlo. Las emociones, por tanto, son como una brújula interna que nos ayuda a orientarnos y arrojar luz sobre lo importante.
Las emociones nos ayudan a satisfacer nuestras necesidades.
Las emociones no son ni positivas ni negativas, algunas son simplemente agradables (como la alegría) mientras que otras son desagradables (como la ira y la impotencia). Todas las emociones tienen un propósito, son válidas y necesarias. Podríamos verlos como nuestros compañeros de viaje, como amigos que quieren ayudarnos y que nos muestran cuáles son nuestras necesidades. Por ejemplo:
- cólera: sentimos ira ante una situación injusta o cuando percibimos que se han violado nuestros derechos. Debemos tratar de detenerlo y protegernos.
- Tristeza: estamos tristes cuando perdemos a una persona, un objeto, un trabajo, etc. En muchos casos, tarde o temprano necesitamos el contacto de otra persona para consolarnos.
- miedo: tenemos miedo cuando nos enfrentamos a una situación peligrosa. Necesitamos sentirnos seguros y protegidos.
- Allegria: sentimos alegría cuando ganamos o alcanzamos una meta, ya sea una experiencia agradable, una meta personal, un resultado laboral, bienes materiales, etc. Por lo general, necesitamos compartirlo con otras personas.
Si no sintiéramos ira, ¿nos protegeríamos? Si no nos sintiéramos tristes, ¿podríamos asimilar las pérdidas? Si no estuviéramos asustados, ¿cómo sabríamos que nos enfrentamos a un peligro? Si no experimentamos la felicidad, ¿cómo sabríamos qué nos produce bienestar y luego repetiríamos la experiencia? ¡Dejemos que las emociones hagan su trabajo y nos guíen!
4 estrategias para regular las emociones
Que las emociones nos guíen está bien, pero hay que encontrar el camino correcto. No podemos guiarnos solo por los instintos, independientemente de nuestros pensamientos. Sentir cualquier tipo de emoción es un beneficio, pero hasta cierto punto. No podemos dejar que la emoción nos abrume sin permitirnos salir de ella. Para ello, necesitamos saber gestionarlos. Las siguientes estrategias nos ayudan a regularlos:
Reconocer
Ser consciente de la emoción que estamos experimentando nos ayuda a gestionarla. Saber diferenciar, por ejemplo, si estamos tristes o enojados y ser capaces de reconocer la situación concreta o el pensamiento que dio lugar a esa emoción, nos da más información para luego actuar en consecuencia. Ser conscientes de nuestras emociones nos ayuda a reconocerlas en los demás y, por tanto, a ser más empáticos.
Tolerar
Como hemos dicho, hay emociones que consideramos desagradables, como la tristeza, que normalmente intentamos sacar de nuestro repertorio emocional. Sin embargo, debemos aprender a tolerarlos. Las emociones van y vienen... como las olas del mar. Todo tiene su curso. Si estamos tristes ahora, no significa que tengamos que estar tristes para siempre, ni que seamos personas tristes.
autorregularse
Somos capaces de autorregularnos. Como explica Greenberg (2000), el conocimiento de las emociones aporta claridad personal y autocontrol. Si entendemos que una batalla directa contra nuestras emociones es inútil, podemos tener más control sobre ellas. Esto significa no solo dejar que la sensación se desvanezca con el tiempo, sino también tratar de dejar de lado los pensamientos negativos que la hacen más intensa, distrayéndonos de la disminución de la intensidad, controlando la impulsividad, retrasando las gratificaciones, etc. De esta forma, nos cuidaremos y aumentaremos nuestro bienestar.
Expresar y comunicar
Aparte de tener nuestros propios recursos, podemos, de hecho, debemos, expresar la emoción y comunicarla a las personas que nos rodean. Es necesario compartir emociones. Debemos creer en los demás y buscar el apoyo de quienes puedan levantarnos, comunicar nuestros sentimientos y necesidades.
En última instancia, las emociones nos ayudan a satisfacer nuestras necesidades y nos guían sobre cómo actuar. Son muy preciados, porque gracias a ellos podemos sobrevivir y comunicarnos con los demás. Primero percibimos las emociones y luego decidimos cómo reaccionar, siendo así responsables de nuestras acciones. Así que tratemos de ser consecuentes con nuestros sentimientos y pensamientos. Y sobre todo, hagámoslo con asertividad, es decir, respetando nuestras necesidades y las de los demás.