Última actualización: 04 de mayo de 2020
¿Por qué oponerse a los cambios si la vida está hecha de ellos? El cambio es la única constante, la única seguridad que existe en el universo. Hoy no somos las mismas personas que éramos ayer y no seremos los mismos mañana por mucho que lo intentemos.
Son muchas las circunstancias que condicionan los cambios que vivimos, aunque no nos demos cuenta. Para ello, es fundamental superar el miedo al cambio. Hay formas más sanas de vivir la vida que oponerse al cambio. Entonces, ¿por qué a menudo estamos convencidos de que el pasado siempre es mejor?
Idealizar el pasado es uno de nuestros hábitos, fruto de la tendencia a olvidar las cosas negativas y seleccionar sólo recuerdos positivos. Es por eso que solemos recordar con mayor facilidad las experiencias felices de la infancia. Además, si estamos pasando por un momento de preocupación o desesperación, es fácil compararlo con momentos felices en los que la vida parecía más fácil.
La memoria no es confiable ya que cambia constantemente. Los recuerdos se caracterizan, en efecto, por un período sensible en el que pueden modificarse en relación con nuevos acontecimientos. Así, tendemos a endulzar todo lo vivido y hacerlo resurgir cada vez que nos pasa algo malo.
Teniendo esto en cuenta, no es difícil entender que nuestro cerebro está predispuesto a temer los cambios, ya sean para bien o para mal. El principal objetivo de nuestro cerebro es sentirse seguro y permanecer en su zona de confort, al contrario de lo que sucede con los cambios. ¿Cómo no iba a temer lo inesperado?
Por otro lado, el exceso de adrenalina que generamos para afrontar los cambios suele ser confundido por el cerebro con sentimientos similares a la falta de confianza o al peligro. En realidad, la adrenalina se libera para afrontar mejor las nuevas situaciones.
"Nunca nos bañamos dos veces en el mismo río porque el río fluye continuamente y nosotros también cambiamos constantemente".
-Heráclito de Éfeso-
Entonces, averigüemos por qué los cambios, incluso los más esperados, traen consigo cierta melancolía.
Cuando hay una oportunidad de cambiar, hazlo.
El escritor, poeta y filósofo Henry David Thoreau hizo una afirmación muy acertada: las cosas no cambian, nosotros cambiamos. El fluir de la vida nos afecta y nos transforma, de una forma u otra. Cuanto antes lo aceptemos, antes aprenderemos a gestionar el cambio. Es la única manera de no estar encadenado al pasado oa las ilusiones del futuro, sino de vivir el presente de manera consciente.
Porque no somos las mismas personas que el año pasado, al igual que no somos las personas que amamos. Sin embargo, lo extraordinario es que cambiar no significa que dejemos de amar, ya sea a los demás oa nosotros mismos.
“Todas las mañanas me miraba al espejo y me preguntaba - Si hoy fuera el último día de mi vida, ¿querría hacer lo que voy a hacer hoy?-. Cuando la respuesta fue No durante demasiados días consecutivos, supe que tenía que cambiar algo".
-Steve Jobs-
Oresponder a los cambios revela nuestras debilidades
La salud mental depende de la capacidad de una persona para evolucionar y adaptarse a las circunstancias de la vida. Mantenerse firmemente anclado a patrones o patrones primordiales solo servirá para acumular angustia. Por eso, no debemos oponernos a la experiencia que nos enseña y nos cambia.
Resistirse frente a las cosas sólo las refuerza. La libertad de espíritu no va de la mano con la resistencia dictada por el miedo.
Evitar el cambio revela un deseo íntimo de permanecer en el lugar más cómodo., donde no hay miedos que afrontar. Cambiar significa enfrentarse a la incertidumbre y saber que conducirá a la inseguridad y la ansiedad.
Por otro lado, los cambios opuestos pueden significar que la persona no asume la responsabilidad de los problemas y prefiere evitarlos, o buscar las causas en el exterior culpando a otros de sus errores. Una ruta decididamente más fácil, aunque sin verdaderas satisfacciones.
"Cuando los hechos cambian, mis opiniones cambian".
-John Maynard Keynes-