Última actualización: 26 de enero de 2017
A medida que maduramos, muchas de nuestras creencias evolucionan, incluida nuestra perspectiva sobre el amor, entre todas ellas. Madurar implica entender el amor de una manera diferente, más profunda y, a veces, más sencilla. El amor maduro responde a una necesidad intensa que requiere un largo período de crecimiento para ser satisfecha.
Cada uno de nosotros tenemos nuestro propio concepto sobre el significado del amor, que es fundamental ya que refleja todo lo que buscamos en una relación. En la configuración de nuestra percepción del amor, los prejuicios y creencias personales juegan un papel fundamental.
Hay dos tipos de amor: por un lado, el amor adulto o conyugal descrito como una amistad amorosa que incluye afecto, confianza, respeto, lealtad y conocimiento íntimo; por otro lado, el amor apasionado o infantil que consiste en un estado emocional salvaje, en el que reina la confusión de sentimientos y emociones como la ternura, la sexualidad, la alegría, el dolor, la ansiedad y los celos. Los estudios dicen que este tipo de amor puede durar de 6 a 30 meses, a veces con posibilidad de repetirse.
El tiempo es el elemento infalible que nos permite ver con los ojos del corazón y apreciar lo auténtico. Es con el paso del tiempo que las experiencias nos acercan al amor adulto, haciéndonos libres para expresar nuestros sentimientos y encontrando la capacidad de reconocer los estados más profundos del alma del otro aprendiendo a mirar a través de sus ojos.
"El amor es el conocimiento de ti a través de mí"
-Kierkegaard-
amor adulto
Un concepto fundamental para los adultos y el amor es la autonomía. Puede parecer una contradicción asociar la unión de dos almas con la idea de autonomía, sin embargo, esta última no puede separarse del concepto de autoestima. Los autónomos saben que no hay nadie en el mundo para satisfacer sus necesidades: saben que no importa cuánto amor y comprensión exista entre dos personas, cada uno es responsable en última instancia de sí mismo, cada uno es responsable de su propia felicidad.
A medida que maduramos aprendemos a dar un valor correcto a todo lo que vivimos, apreciando la esencia del otro y aceptándolo en sus virtudes y defectos. El amor adulto enseña lecciones de vida, nos permite comprender la esencia de la otra persona. El amor egoísta e infantil, en cambio, busca herir, encadenar a una persona o alejarla del lugar que le corresponde.
El acto de amar satisface una ansiedad, el deseo de ofrecer ternura. Por el contrario, ser amado responde a otra necesidad: la necesidad individual de ser amado y apreciado. Si amar representa una especie de realización personal, ser amado es la recompensa consecuente. Los principios según los cuales elegimos una pareja se basan en la interacción entre las características de una persona y nuestra capacidad para apreciar esas cualidades.
Amar y ser amado no es el único placer en una relación madura: también hay satisfacción en proteger, ayudar y guiar al otro, sintiendo al mismo tiempo un sentimiento de confianza y seguridad.
Madurar es la capacidad de soportar la incertidumbre.
¿Por qué vivimos en pareja?
En los últimos 10 años hemos intentado trazar el perfil de un desarrollo normal del amor desde la adolescencia hasta la madurez, lo que ha llevado a destacar un proceso de desarrollo típico. Se pudo observar como en la transición a la madurez tendemos a involucrarnos seriamente en los aspectos importantes de la vida, como el amor, desatándonos de influencias anteriores.
Esta es la fase en la que nos sentimos más preparados para entablar una relación íntima con otra persona, formalizar la unión, vivir juntos, contraer matrimonio. Las personas se reúnen por una necesidad de seguridad y de autoafirmación ligada al acto de dejar el hogar materno, así como impulsada por la necesidad de alcanzar un fin vital como es el de amar y ser amado.
La mayoría de los problemas de pareja suelen resultar de rígidas necesidades románticas relacionadas con el amor y la pareja, que sin embargo están muy alejadas de los conceptos de madurez y objetividad. Esas ideas distorsionadas del amor apasionado o infantil pueden hacer tambalearse incluso a las parejas que se complementan.
En última instancia, el amor adulto se alimenta de experiencias compartidas y no se rinde ante los conflictos y peligros internos.. La verdadera sabiduría del amor tiene sus raíces en su propia capacidad de evolución, independientemente de las infiltraciones y heridas propias de las relaciones afectivas.
Existir significa cambiar, cambiar significa madurar, madurar es crearse a uno mismo.