La ira no desaparece por sí sola, como por arte de magia. Ante una emoción tan fuerte, lo más importante es saber gestionarla correctamente. Si no, terminamos enfermándonos.
Última actualización: 05 de diciembre de 2018
El manejo ineficaz de la ira es un hábito o dimensión con consecuencias potencialmente desastrosas. La ira es una de esas emociones invasivas que muchas veces nos lleva a hacer tonterías. Terminamos diciendo o haciendo algo que nos daña o lastima a las personas que amamos.
Desafortunadamente, algunos consideran que la ira es positiva. El jefe gritón o el padre estricto suelen estar convencidos de que una explosión de este tipo es señal de seriedad, de interés. Sin embargo, es poco probable que la ira fuera de control tenga efectos positivos. Al contrario, hiere, daña y crea más ira o resentimiento en los demás. Por eso insistimos en la importancia de un adecuado manejo de la ira.
No se trata de sofocarla porque, como todas las emociones, es en muchos casos una reacción legítima. La clave es no dejar que ella tenga el control., no dejes que ella nos diga cómo actuar. Así que veamos 4 formas ineficaces de manejar una emoción tan poderosa.
Ira: Un ácido que puede causar más daño al recipiente que lo contiene que a cualquier cosa sobre la que se vierte.
-Séneca-
Estrategias inadecuadas para el manejo de la ira.
1. Contención completa
La contención total de la ira nunca es una solución viable para manejar esta y otras emociones. Negar, amordazar, evadir o tratar de minimizar lo que sientes no está bien. La represión nunca es una estrategia exitosa. Esta energía que tratamos de sofocar siempre regresa en forma de síntomas físicos o psicológicos.
La mejor actitud es no mordernos la lengua e intentar hacer como si nada. Lo que podemos hacer es pensar primero en evitar que uno de estos arranques de ira se vuelva contra nosotros mismos o las personas que amamos. La calma dará paso a un escenario más propicio para expresar esta emoción.
2. Verter la ira sobre nosotros mismos
Si reprimimos la energía que acompaña a la ira, eventualmente explotará dentro de nosotros. Las emociones no desaparecen y no se diluyen por sí solas. Si no se gestionan, se convierten en algo no deseado. Es común ver que un enfado tácito se convierte más tarde en una agresión personal.
La depresión, por ejemplo, a menudo se esconde bajo la ira reprimida. La ira sigue ahí, pero en lugar de dirigirse hacia quien la generó, arremete contra nosotros. Es en este punto cuando aparecen los auto-reproches y el resentimiento. También es posible sentir molestias físicas, como mareos, dolor de cabeza.
Nunca pierdas de vista por qué estás enojado. ¿Qué causó la ira?
3. Adopta una actitud pasivo-agresiva
La actitud pasivo-agresiva es aquella en la que las palabras, los gestos, las acciones indican un enfado que no se expresa directamente. Preferimos escondernos y el sentimiento se vela, se suaviza, pero nunca se encauza ni se resuelve. El ejemplo típico son las afirmaciones indirectas, las que dicen y las que no dicen.
Tal manejo de la ira no es efectivo porque crea confusión, en nosotros y en los demás. No tenemos la satisfacción de expresar abiertamente nuestra molestia, pero no queremos quedarnos callados. Esto tiende a prolongar innecesariamente el conflicto oa desencadenar una cadena de problemas.
4. Descarga la ira sobre los que no son culpables
La ira a menudo genera reacciones en cadena agresivas completamente irracionales. Imaginemos al jefe regañando a un empleado. Ella no responde, pero cuando está nerviosa y trata mal al niño sin motivo alguno. El novio no contesta, pero está molesto y cuando llega a casa se desahoga con su hermanito y lo regaña. El niño no responde, pero calma su ira divirtiéndose atormentando al perro de la casa.
Se ha creado un círculo de agresividad, porque en ningún punto de esta cadena se ha conseguido un adecuado manejo de la ira. El último eslabón de la cadena, el más inocente, podría pagar las consecuencias de un mal manejo emocional. Es la forma más segura de arruinar los lazos afectivos sin motivo alguno.
Aprender a manejar la ira es muy importante si quieres construir ambientes saludables y relaciones positivas. Lo ideal es expresar siempre tu molestia a la persona que la generó, protestar abiertamente ante conductas injustas o irrespetuosas.
Sin embargo, hazlo después de que hayas recuperado la compostura. Si no puedes, prueba a ponerlo en papel, sin filtros; te será de gran ayuda.