Última actualización: 03 de marzo de 2018
Si tienes miedo al cambio y te ha obstaculizado toda la vida, no creas que estás solo. Es una actitud muy común y es por una razón específica. El miedo al cambio puede ser útil en algunas circunstancias, pero paraliza en otras.. Exploremos juntos.
El miedo al cambio es un sentimiento útil a la hora de adaptarse a una situación, pero puede convertirse en un serio obstáculo. Es algo que hemos aprendido a lo largo de nuestra vida., heredados de nuestros padres, maestros, amigos o incluso de nuestra cultura.
La sabiduría popular a menudo nos aconseja que seamos cautelosos al tomar una decisión que conduzca al cambio. El Gatopardo de Giuseppe Tomasi di Lampedusa es un claro ejemplo de ello, los protagonistas encarnan el viejo dicho “más vale un mal ya conocido que un bien no experimentado”. El sentido común popular nos advierte de los posibles riesgos asociados al cambio. Sin embargo, tomado literalmente, este consejo se convierte en una limitación que nos impide cambiar cuando es vital.
Preferimos evitar el riesgo y mantener el "mal", incómodo, pero familiar, en lugar de enfrentarse a lo desconocido. En otras palabras, elegimos quedarnos en nuestra zona de confort.
La zona di comfort
La zona de confort es ese lugar o estado mental donde aparentemente nos sentimos cómodos y seguros.. Este sentimiento se debe a que nos detenemos en una dimensión que conocemos y de la que sabemos qué esperar. La zona de confort también puede ser un lugar físico, pero siempre ligado a esa sensación de seguridad y tranquilidad mental que no necesariamente es sinónimo de bienestar.
No es negativo en sí mismo, pero se vuelve así cuando nos acomodamos sabiendo que no es sano, que frena nuestro crecimiento personal y felicidad. Cuando se convierte en un tocón de bloqueo, debemos comenzar a hacernos algunas preguntas.
¿Pero como hacerlo? Primero, reflexionando sobre las razones de nuestro comportamiento y, sobre todo, entendiendo lo que queremos lograr. ¿Nos quedamos allí por costumbre o por necesidad? ¿Este sentimiento de seguridad surge del miedo o más bien de la comodidad?
Si no cambiamos nada, seguramente sentiremos que los riesgos son menores. ¿Pero es siempre así? En realidad, quedarnos donde estamos conlleva un riesgo enorme, el de no ser nunca felices. Dar un paso es aterrador, a veces aterrador, pero es solo miedo a lo desconocido.
miedo al cambio
¿Por qué el cambio da tanto miedo? ¿Cuántas propuestas hemos rechazado para evitar un riesgo? Quizás muchos y en todos los ámbitos de nuestra vida.
A veces decidimos aceptar una situación desagradable. Preferimos aguantar para no afrontar las posibles consecuencias negativas del cambio, olvidando las posibles consecuencias positivas. ¿Y nuestra felicidad?
Ser precavido es una actitud positiva y beneficiosa, nos protege en muchas situaciones. Quien no arriesga, en cambio, ni gana ni pierde. En otras palabras, permanecemos en ese estado de normalidad que hemos creado. Sin embargo, la vida está en constante cambio y, en ocasiones, tenemos que arriesgarnos para crecer como seres humanos, en pareja, como profesionales, económicamente.
El cambio nos asusta, porque está plagado de incertidumbre, la imposibilidad de predecir resultados y consecuencias. Podría conducir a una mejora o tal vez no. La cuestión es que hay momentos en los que arriesgarse es fundamental y no siempre las cosas salen mal.
¿Cómo lidiar con el miedo al cambio?
Es una pregunta difícil. No existe una fórmula secreta. Todos los cambios están sujetos a más de una variable, algunas de las cuales están fuera de nuestro control. Este es un aspecto que no debemos olvidar, pero que no debe desanimarnos.
Cuando decidimos hacer un cambio en nuestra vida, es muy importante aclarar la motivación que nos impulsa a hacerlo. Si ya hemos entendido el motivo de nuestra decisión, estamos a mitad de camino.
El cambio puede dar miedo, es una reacción normal. El miedo es una emoción que nos advierte de los peligros; debemos escucharlo y entender lo que nos está diciendo; y debemos escucharnos a nosotros mismos.
Un buen ejercicio es nombrar el miedo, ponerle cara: así será más fácil entender en qué terreno nos estamos aventurando. Esto, junto con las respuestas sobre nuestras motivaciones, nos dará la fuerza necesaria para afrontar el cambio.
Arriesgando para crecer
Esto no significa que debamos vivir arriesgándonos continuamente, sino cuando sentimos que un aspecto de nuestra vida no va bien, es necesario arriesgarse y cambiar.
Ser prudente a la hora de tomar una decisión importante es siempre una actitud válida, pero no debemos quedarnos estancados en una situación que percibimos como apretada o que impide nuestro crecimiento.
A veces no es necesario hacer un gran cambio, sino cambiar pequeños detalles que marcan la diferencia. Lo importante es ser consciente de ello, cultivar la fuerza necesaria para seguir adelante y empezar a ser valiente. Somos los únicos responsables de nuestra felicidad, depende de nosotros decidir tomar un camino u otro.