Última actualización: 19 octubre, 2015
Enseñarás a volar, pero no volarán tu vuelo.
Enseñarás a soñar, pero no soñarán con tu sueño.
Enseñarás a Vivir, pero ellos no vivirán Tu Vida.
Pero en cada Vuelo, en cada Sueño y en cada Vida,
quedará para siempre la huella de la enseñanza recibida.
Madre Teresa de Calcuta
"A veces es realmente difícil convertirse en madre”.
Sí, vale la pena. Sí, es la experiencia más importante que una mujer puede tener. Sí, nada te marca más que el momento en que por fin tendrás entre tus brazos al hijo que acaba de salir de ti, deliciosamente sucio, húmedo, caliente, que te mira a los ojos como diciendo: te conozco.
Sin embargo, es difícil. Y no solo porque ya no duermes, por el trabajo de parto, por los cuidados que necesita un recién nacido (tan pequeño y tan inteligente), o por la mezcla de hormonas que te dejarán en un lío total durante varias semanas después del parto.
Ni siquiera depende de la falta de experiencia y la incertidumbre sobre cómo lo estás cultivando, ni las dudas y comentarios de familiares, bueno sí, pero que no hacen sino aumentar tu inseguridad y tus miedos.
Es mirarte en el espejo mientras tu criatura permanece pegada a tu pecho, y no reconocerte. ¿En qué momento te transformaste en esa mujer de perennes ojeras, que no tiene ni un momento para ducharse? ¿Quien es esa persona? ¿Quien eres ahora?
Porque, por supuesto, todo tu ser ahora es para otra persona. Y este otro se alimenta de ti, no sólo de tu leche, sino también de tus caricias, de tus cantos, de tus palabras, de tu calor. Y el tiempo pasa y no se detiene.
Llegará el momento en que, sin darnos cuenta, las tomas se acortarán y las horas de sueño se alargarán. Su bebé aprenderá a sostener la cabeza, a caminar, a gatear.
El día más inesperado te sacará una sonrisa y te hará pensar que todo lo que has hecho ha sido poco. Un día te llamará mamá. Lo verás correr por el parque, subirse al tobogán, jugar con otros niños; tartamudeará las primeras letras y te hará sentir orgulloso. Y por nada del mundo querrás volver a ser lo que eras, que sabías tan poco de amor...
Fuente: Vivian Watson Molina, Una Nueva Maternidad
Porque es solo el principio...
Como madres o hijos podemos llegar a comprender que, así como no hay ser en el mundo que no se equivoque, tampoco existe prototipo de madre perfecta. Una madre es una mujer, con sus imperfecciones y sus inseguridades, pero con una gran responsabilidad que llevará a cabo lo mejor que pueda.
Una mujer, desde el momento en que se transforma en madre, comienza a poseer el mayor privilegio del mundo, el amor infinito. Y cuando una madre ama a sus hijos, siempre cometerá errores, pero su amor servirá de impulso para que el fruto de su vientre haga lo imposible.
El corazón de una madre se hace más y más grande, día a día, desde el momento en que tiene el placer de ver a su hijo gateando, dando vueltas. Porque, desde que se mira la barriga por primera vez, una madre se enamora perdidamente de ella para toda la vida.
Porque una madre es una versión más grande de sí misma, y su corazón es un universo infinito. Aunque sus errores hacen que una madre sea tan real, ella es el ser más divino sobre la tierra.
El peor defecto de las madres es que mueren antes de que podamos llegar a corresponderles por todo lo que han hecho.
Nos dejan incapaces, llenos de culpa y huérfanos sin remedio. Por suerte solo tenemos uno. Porque nadie podría soportar el dolor de perder a una madre dos veces.
Isabel allende