Escrito y verificado por el psicólogo. ObtenerCrecimientoPersonal.
Última actualización: 24 marzo, 2022
Quiéreme así: libre, a veces desordenada, atrevida, a veces caótica, imperfecta, siempre brillante. No me desees dócil, sumiso, silencioso; no idealizamos un amor libellus y no borramos los matices que nos hacen únicos, a ti ya mí. Y si quieres que así sea, mejor déjame ir, devuélveme a mi mundo, a mis corrientes, a mi soledad nutritiva, a mis raíces...
Benjamin Franklin decía, sin equivocarse, que en nuestro mundo hay tres cosas especialmente duras: una es el acero, otra el diamante y la tercera es conocerse a uno mismo. Es evidente que tal empresa no es fácil, que zambullirse en las rocas de nuestras inseguridades, miedos, angustias, virtudes y sombras requiere habilidad paciente y valiente.
Sin embargo, pocas cosas son tan audaces como establecer los propios límites personales, cómo conquistar los espacios privados y el autoconocimiento para mantener una auténtica fidelidad a uno mismo. Sólo así será posible establecer relaciones afectivas más satisfactorias, sólo así se dará forma a una existencia más integral y acorde con los propios valores, en la que la conducta y los pensamientos estén siempre en riguroso equilibrio.
Hay un dato que debemos tener en cuenta: recientemente el Dr. Yi Nan Wang, un célebre investigador en psicología de la personalidad, explicaba en uno de sus trabajos que la mayoría de las parejas consiguen "diluir" parte de su ego para lograr una mejor sintonía con la persona amada. Un deseo de comunicación que se traduce en una actitud más dócil y en dar prioridad a las necesidades de la pareja dejando en un segundo plano las propias.
El Dr. Wang, por tanto, afirma que somos capaces de desarrollar lo que él mismo ha definido como "autenticidad equilibrada". Es un concepto basado en la teoría psicosocial de Erikson, con la que nos recuerda que toda relación mutuamente satisfactoria pasa primero por una fase durante la cual hemos podido delimitar nuestra identidad.
La necesidad de practicar la sana autenticidad
Quizás en el pasado éramos dóciles, manipulables, complacientes... La mayoría lo somos desde hace unos años, porque así nos educaron, porque otros lo querían. De esta manera, por supuesto, éramos más fáciles de manejar, de controlar; supimos adaptarnos a los mecanismos de una sociedad en la que a veces dar la voz es poco más que audacia.
Todo ello nos lleva a sentir cierto miedo o reticencia a la hora de mostrar nuestro auténtico yo.. Asimismo, y aunque nos quede claro que estos pensamientos, voces y sentimientos son esenciales para nuestra integridad, nos decimos “no”, que es mejor no hacerles ver, oír, notar demasiado. Tenemos miedo de ser rechazados por ellos, tenemos miedo de molestar a los demás, de herir sus sentimientos, de romper los patrones creados en nuestra persona.
Sin embargo, ¿dónde queda nuestro patrón o identidad personal? Boicoteado. Al no ser capaces de promulgar una autenticidad saludable, nos convertimos en nuestro propio francotirador emocional. Al pensar que ser auténticos puede lastimar a quienes nos rodean, nos convertimos en víctimas de nuestra propia ingenuidad. Sin embargo, éste no es el caso.
Aristóteles dijo que la autenticidad más sana es posible gracias a lo que él llamó un "equilibrio dorado", donde ser franco no necesariamente tiene que herir o causar rechazo, ya que lo que realmente hacemos es honestidad.
No me quieras dócil, sino con mis sombras, mis luces y mis persianas
El Dr. Yi Nan Wang de la Universidad Normal de Pekín ha creado recientemente la interesante “AIRS” (Escala de autenticidad en las relaciones), que tiene como objetivo medir el nivel de autenticidad de los dos miembros de una relación de pareja. Con él se concluyó que una de las claves del bienestar social de la población es precisamente la capacidad de los individuos para practicar la mencionada honestidad personal y el auténtico sentido de identidad con el que no boicotearse ni dejar que otros lo hagan.
Los 9 elementos que componen la escala "AIRS" y a los que debemos responder con un "sí" o un "no" son los siguientes:
- Siempre escondo mis verdaderos pensamientos por miedo a la desaprobación de los demás.
- Me gusta satisfacer las necesidades de los demás.
- No tengo el coraje de decirle a los demás la verdad para no herir sus sentimientos.
- Soy plenamente consciente de que tengo que comprometerme conmigo mismo.
- Siempre encuentro la forma de conciliar mis necesidades con las de los demás.
- Nunca renunciaría a mi verdadero yo y no dejaría que mi pareja lo hiciera por mí.
- En general, digo la verdad sin preocuparme de cómo puedan reaccionar los demás.
- Me doy prioridad, los sentimientos de los demás no son importantes.
- Casi siempre ofendo a la gente cuando hablo con franqueza.
Cómo evaluar la escala de autenticidad
Seguro que ya te has hecho una idea aproximada de cómo evaluar esta escala. Sin embargo, hay que decir que mide tres dimensiones:
- Los elementos 1-3 representan una autenticidad sesgada, aquella con la que las personas suelen ceder sus sentimientos y su identidad en nombre de los de los demás.
- Los elementos 4-6 representan una autenticidad equilibrada o la capacidad de expresarnos con libertad y respeto, teniendo en cuenta tanto las necesidades propias como las de los demás.
- Los elementos 7-9 representan la autenticidad egocéntrica o la tendencia más extrema que nos hace caer en el egoísmo o la agresividad al priorizarnos hasta el punto de lastimar u ofender a los demás.
Para concluir, como hemos podido ver, debemos ser capaces de implementar la autenticidad equilibrada, aquella que combina la honestidad con el respeto, la libertad con la pertenencia y la autoestima con el crecimiento de la pareja, no solo en las relaciones de pareja. Se trata, en efecto, de una dimensión a implementar en todos los ámbitos de nuestra vida, donde no vale ser dócil o sumisa, sino brillante, con carácter, única y sin duda maravillosa.
Imágenes cortesía de Kelly Smith