¿Sientes que los errores del pasado continúan definiendo quién eres hoy? Si tienes este sentimiento, este artículo es para ti.
Última actualización: 18 octubre, 2020
Por diversas razones nos convertimos en nuestros propios jueces y en nuestros críticos más feroces. Nos juzgamos y nos condenamos por cada pequeño error o equivocación que cometemos. Además de esto, seguimos durante años con el peso de ese “fracaso” sobre nuestros hombros. Si cada uno de nosotros fuera consciente del daño que esta actitud hace a nuestra autoestima, probablemente la abandonaríamos. No somos nuestros errores, valemos mucho más.
Tenemos la mala costumbre de etiquetarnos, de definirnos, de asignarnos adjetivos a través de los cuales definimos la idea que tenemos de nosotros mismos. Si lo pensamos un momento, nos daremos cuenta de que durante el día hablamos muchas veces de nosotros mismos, y no siempre de forma positiva. Y al hablar nos referimos también al diálogo interior.
Las etiquetas nunca son recursos adecuados porque nos limitan. Y esto es especialmente cierto cuando nos definimos a nosotros mismos en base a nuestras cualidades o experiencias negativas. Por ejemplo, usamos frases como: “Siempre he sido un mal estudiante”, “No tengo suerte en el amor”, “Soy tímido y avergonzado”. ¿Cómo podemos estar cómodos con nosotros mismos si nos definimos de esta manera?
No somos nuestros errores, valemos mucho más...
Muchas veces tenemos expectativas específicas en varios ámbitos de nuestra vida y tendemos a identificarnos con los resultados obtenidos en cada uno de ellos. Cuando no logramos alcanzar metas autoimpuestas, amplificamos el concepto negativo que tenemos de nosotros mismos.
Nos sentimos incapaces e inadecuados y olvidamos que nuestra esencia, nuestro valor intrínseco, no tiene nada que ver con el resultado de una determinada actuación. También somos válidos si los compañeros de clase no nos han aceptado o si la relación de pareja está en crisis y no va como se esperaba.
También aplicamos si fuimos despedidos o si no fuimos contratados para ese trabajo en particular. Somos válidos aunque en el camino hayamos perdido algunos amigos o aún no podamos superar ciertos miedos.
No somos lo que los demás piensan de nosotros y no nos representan las discusiones en las que hemos perdido el control. Somos mucho más que los momentos en los que hemos fallado o aquellos en los que hemos preferido no arriesgarnos.
Valemos más que el examen que no aprobamos, los errores que cometimos o el daño que permitimos que otros hicieran. Nuestro pasado no nos define. Era una forma de aprendizaje y no una cadena perpetua. ¡No somos nuestros errores!
Evitamos identificarte con lo que te rodea
Cuando construimos nuestra identidad e medimos nuestro valor sobre la base de eventos externos, renunciamos al poder que tenemos sobre nosotros mismos.
Por ejemplo, la familia puede ser esencial para usted. Ustedes se ven a sí mismos como esposas, madres, padres o esposos, pero ¿y si algún día su matrimonio terminara? O si el trabajo es lo más importante para ti, ¿cómo reaccionarías si te desmayaras y te despidieran?
Es muy peligroso basar los cimientos de la propia vida en algo externo a nosotros, que por lo tanto no podemos controlar. Si basas tu identidad social solo en el trabajo o la familia, en algún momento puedes convertirte en “la persona divorciada y desempleada”. La sensación de fracaso será enorme y será difícil seguir adelante.
Cada error es un pequeño paso hacia el éxito
Lo más sano es recordar que nuestro valor es intrínseco, incondicional y no depende de nada. Cuando tenemos éxito en una cosa, entenderemos que valemos más que nuestros errores y empezaremos a verlos como lecciones. Si nos amamos, aceptamos y valoramos incondicionalmente, todo obstáculo puede ser superado porque no afecta la percepción que tenemos de nosotros mismos.
Siempre somos tú, incluso si cometemos errores, si tenemos miedo o si fallamos en una prueba. Los errores, entonces, se convierten en lecciones que ayudan a mejorar y no en algo de lo que temer o avergonzarse. Cada “fracaso” es un trampolín hacia el éxito porque nos hace más sabios y experimentados que antes.
Por definición, las personas resilientes son más exitosas y felices porque son capaces de superar las adversidades convirtiéndose en mejores personas. Esto puede suceder si entendemos que el cambio es parte de nuestro camino y que no hay nada más humano que cometer errores.
No se dejen definir ni por sus éxitos ni por sus fracasos. No somos nuestros errores porque valemos mucho más.