Última actualización: 20 agosto 2015
Me levantaba todas las mañanas con la esperanza de que algo cayera del cielo. Sonrisas, amores eternos, viajes increíbles, sueños cumplidos, satisfacciones personales… Sin embargo, día tras día, veía que nada cambiaba y la desesperación crecía en mí.
Me di cuenta de que, sin saberlo, Estaba desperdiciando cada oportunidad esperando, olvidándome de actuar.
Entonces, un día, decidí comenzar a aceptar mis emociones y mis esperanzas, sin dolor ni negación. Simplemente comencé a cultivar mi paciencia y mi capacidad de reflexión.
Un día me levanté y, como no sabía qué hacer, me puse feliz.
No puedes pedir naranjas al manzano
Cada día es bueno para un cambio, pero, como todo en la vida, todo tiene su momento. No puedes pedir naranjas en el manzano, hay que estar preparado.
Cuando te das cuenta de que has sufrido bastante, empiezas a preguntarte qué cosas no se están haciendo correctamente y la respuesta es bastante sencilla: no se puede ser feliz si se lucha constantemente con uno mismo. Porque es precisamente esa lucha interior la que nos destruye.
Me cansé de que me dijeran “qué tontería”, “no vale la pena”, “deja de llorar”, “tienes que aprender que la vida es dura”, “no tienes por qué ser así”, etc.
¿Pero por qué? ¿La gente no se da cuenta de que es perfectamente normal estar triste cuando algo anda mal? Tienes que andar con una sonrisa en la cara aunque estés destrozado por dentro?
Bueno, lo siento mucho, pero en la vida no todo es blanco o todo negro.
Acepto la presencia de gris, rosa, amarillo y cualquier otro color.
Debe entenderse que, en la vida, cada emoción experimentada juega un papel, que no es empañar los vidrios de nuestras ventanas e impedirnos ver el amanecer. Absolutamente no. Su función es ayudarnos a crecer y comprender este lugar llamado mundo.
Muchas veces el acto de “sentirse bien” es visto como una obligación, triste y frustrante. Si nos sentimos mal y nos sentimos obligados a mejorar, no lo lograremos y solo estaremos peor.
Es un círculo vicioso que nos hará sentir incómodos, culpables y desafortunados; nos hundirá en un pozo de negatividad debido a que no seremos capaces de alcanzar la meta que nos hemos propuesto. Cuando nos obligamos a sentirnos mejor y dejamos de preocuparnos, los problemas se agrandan en nuestra mente. Es una espiral de culpa.
Imponernos sentimientos y emociones es pura locura: si en un momento determinado estamos tristes es por algo. Si elegimos aceptar este tipo de sentimientos, nos enseñarán muchas cosas maravillosas y útiles para ser felices.
Si por el contrario no las aceptamos y tendemos a alejarlas de nosotros, terminaremos en un túnel sin salida.
“La sabiduría es el arte de aceptar lo que no se puede cambiar, de cambiar lo que se puede cambiar y, sobre todo, de conocer la diferencia entre estos dos conceptos”.
Ser feliz no significa estar de buen humor todo el día
Sin duda, el buen humor es un ingrediente básico para conseguir un buen plato de felicidad, pero no es el único ni el imprescindible. Podría contarte mil teorías sobre la felicidad, pero aún no conoceríamos el sabor de esta combinación de ingredientes.
¿De qué se trata? ¿Un destino? de un camino? ¿De un nivel de sabiduría? ¿De la paz interior? De hecho, nadie sabe lo que es la felicidad, pero aquellos que realmente lo sienten hablan de "aceptar" y "dejar ir". Es gracias a estos conceptos que nos damos cuenta de que estamos caminando por el camino correcto o incorrecto.
Tendemos a esperar que la felicidad caiga sobre nosotros, pero mientras tanto estamos luchando con nuestra realidad. Muchas veces somos poco inteligentes al respecto: recuerda que las cosas son mejores cuando permites que sucedan y enriqueces tu vida con sus enseñanzas.
Probablemente, lo que debes hacer es abandonar esta lucha conmovedora contigo mismo, aceptar el dolor como un aspecto inevitable de la vida y comprender que la paz interior llega solo cuando la guerra contra ti mismo ha terminado.
Imagen principal cortesía de DeepGreen