Última actualización: 16 de abril de 2017
Seguro que casi todos habréis dicho al menos una vez que no es bonito pensar sólo en uno mismo. La moral, la religión y los valores transmitidos en la familia así lo dicen. Sin embargo, como en todos los dogmas, hay un mensaje oculto entre líneas. Nos dice que el ser humano es egoísta por naturaleza y que para ser virtuoso debemos luchar contra esta tendencia.
Sin embargo, con el desarrollo de la neurociencia, hemos descubierto que las cosas son diferentes. Todo esto no tiene tanto que ver con una "virtud" como con la necesidad de supervivencia del ser humano. La capacidad de mirar más allá de uno mismo es un signo de la evolución de nuestra inteligencia. Y por si fuera poco, también se ha demostrado que el altruismo aumenta los niveles de serotonina y, por tanto, la sensación de felicidad.
"El único egoísmo aceptable es la voluntad de asegurarse de que todos estén bien, para que mejoren".
-Jacinto Benavente-
Matthieu Ricard, hijo de Jean-François Revel, un famoso filósofo francés, también apoya la validez de estos principios.. Ricard es un biólogo molecular de gran prestigio que en algún momento de su vida decidió convertirse en monje budista. Participó en prestigiosas investigaciones sobre el cerebro realizadas en Estados Unidos. Entonces decidió irse a Nepal, adoptó el estilo de vida local y se quedó a vivir allí.
Pensar solo en nosotros nos destruye
Matthieu Ricard está convencido de que el egoísmo es, ante todo, fuente de infelicidad. Estar tan centrados en el ego nos lleva a adoptar una posición paranoica. Sin darnos cuenta, pasamos todo el tiempo pensando en cómo debemos preservar ese ego, cómo exaltarlo o cómo hacer que prevalezca sobre los demás.
Pensar solo en ti te llena de miedos. Amar significa romper el vínculo con ese ego, permitir que se disuelva en favor de otros vínculos.. El egocentrismo, por el contrario, nos lleva a construir muros. Nos pone a la defensiva. Por eso, siempre nos sentimos amenazados y, en cierto sentido, incluso solos.
Además, si pasamos todo el tiempo pensando en nuestros problemas, limitamos significativamente nuestra percepción del mundo. Este hábito deriva de nuestra dificultad para mirar la realidad desde otro punto de vista. Ya no contemplamos la posibilidad de ser sorprendidos. Nuestra experiencia emocional diaria se vuelve muy limitada y pierde sensibilidad fácilmente.
El egoísmo conduce a la infelicidad.
Según Matthieu Ricard, el ser humano es un lobo de dos caras. El primero es el del lobo cruel, que sólo piensa en sí mismo. La segunda es la del lobo que vela por el bien de la manada. ¿Cuál de los dos gana? Lo que decidimos alimentar.
Según el monje budista, pensar sólo en nosotros mismos nos lleva a la indolencia. Además, debemos saber que de la indolencia a la crueldad, el paso es corto. En este estado, solo aparecerán pensamientos de indiferencia u odio. Empezamos a odiar a los demás como una estrategia para exaltarnos a nosotros mismos. Nos convencemos de que los demás son malos y nosotros somos buenos. Que los demás son tontos, y nosotros geniales.
Cuando quedamos atrapados en esta dinámica, nuestra sonrisa se apaga. La ira se convierte en el estado de ánimo predominante. Los demás ya no son fuente de felicidad, sino de desgracia. Todo el mundo nos molesta, nos molesta; todos aquellos que no realizan la tarea de alimentar nuestro ego. En esta condición, es fácil caer y hundirse en el resentimiento.
El altruismo es un nivel superior.
Al realizar estudios cerebrales, Ricard descubrió que ayudar a los demás hace que las personas sean realmente felices. En realidad, ser más solidario es un método que se utiliza para levantar el ánimo de las personas que sufren depresión.
La solidaridad, de hecho, tiene un efecto opuesto al egoísmo. Cuanto más desinteresados somos, más sensibles nos volvemos al mundo. Nuestra mente y corazón se abren para comprender la realidad de los demás, y esto nos hace más perceptivos e inteligentes. Además, nos permite ver las cosas desde diferentes puntos de vista, y esto nos enriquece a nivel emocional y también nos permite construir relaciones de mayor calidad.
Para Matthieu Ricard, el nivel más alto de solidaridad es la compasión. El monje se refiere a hechos históricos para confirmar esta tesis. El mundo, de hecho, avanza hacia formas cada vez más elaboradas de compasión.. El reconocimiento de los derechos humanos, los derechos de la mujer y, recientemente, también los derechos de los animales, son prueba de esta evolución.
Según él, por tanto, ya está en marcha en el mundo una gran revolución, a la que llama "compasión". En el corto plazo esto podría generar las condiciones necesarias para la mejora económica; a mediano plazo para una mejora en la calidad de vida; y, a largo plazo, para la preservación del medio ambiente y el ecosistema.
El monje budista asegura que, poco a poco, nos daremos cuenta de que solo hay un camino que la humanidad puede tomar para seguir existiendo: el de la cooperación.