Última actualización: 01 de junio de 2016
Los seres humanos son un conjunto de percepciones, emociones, sentimientos y pensamientos. Todos estos elementos forman una unidad, y esta unidad da como resultado nuestra forma de ser y actuar en el mundo. Nuestra mente es extraordinaria y muy hábil para guiar nuestro comportamiento, tanto para conducirlo hacia el bien como hacia el mal. Gracias a la mente llevamos a cabo todos los procesos racionales del pensamiento, pero también ella se deja influenciar por fuerzas increíblemente poderosas: la emozioni.
Por lo tanto, podemos decir que estamos hechos de razón y emoción. Dos fuerzas que a veces nos empujan en la misma dirección, pero otras veces chocan y nos obligan a tomar una decisión. Podemos decidir escuchar a nuestro corazón o seguir la lista de pros y contras de manera más racional.
“Cuanto mayor sea nuestra apertura a nuestros sentimientos, más seremos capaces de leer los de los demás”.
-Daniel Goleman-
La mayor parte de las investigaciones que han estudiado la toma de decisiones aseguran que, en general, son las emociones las que ganan. Esto ocurre principalmente porque la razón ocupa un nivel superior en la escala de procesamiento de experiencias subjetivas. Por eso, necesitamos más experiencia, más tiempo y un mayor grado de habilidad para construir motivaciones racionales, lo que no ocurre con las emociones.
Emociones: etéreas como el aire y peligrosas como el azufre
El significado etimológico de "emoción" es "movimiento o impulso", "hacia lo que me mueve". Las emociones son experiencias subjetivas que nos empujan a actuar. Básicamente surgen de nuestras percepciones del mundo, más que de un razonamiento real. Por ejemplo, algo que percibimos como beneficioso desencadenará en nosotros emociones agradables y viceversa.
Muchos de los comportamientos humanos dependen de las emociones. Estos, por tanto, pueden ser trascendentales o tener un peso muy relevante en las decisiones que tomamos. En efecto, podríamos decir que, en general, son determinantes.
El miedo, por ejemplo, es una emoción muy poderosa, según el psicólogo Rob Yeung. Por esta razón, es muy utilizada por los medios de comunicación y es una estrategia política eficaz. Asimismo, la vergüenza y el orgullo son emociones que hacen muy manipulable al ser humano.
Exploremos el origen de las emociones
En teoría, las emociones no son decisivas, pero lo cierto es que pueden serlo. Son intrínsecos al ser humano e influyen en sus opiniones y elecciones en la vida. No podemos negarlos, solo aprender a identificarlos y canalizarlos, por nuestro propio bien.
Cada día vemos diferentes ejemplos que nos muestran cómo las emociones dominan gran parte del comportamiento humano. Por ejemplo, cuando pensamos que deberíamos tener más paciencia, pero luego llega el momento de hacer cola o de esperar a alguien que llega tarde y rápidamente nos olvidamos de nuestra buena resolución.
Las emociones, en general, se rigen por factores desconocidos para nosotros. No sabemos exactamente por qué nos enfadamos tanto cuando nos sirven un café demasiado frío, cuando en realidad no es tan importante. Y ni siquiera entendemos por qué tenemos tanto miedo a hablar en público, por ejemplo, cuando en realidad tenemos la situación bajo control.
Lo cierto es que el poder de las emociones viene dado precisamente por el hecho de que su origen y desarrollo son indefinidos. Forman parte de un área de nosotros mismos que muchas veces nos resulta desconocida e incomprensible. Sin embargo, al fin y al cabo, toda emoción no hace más que dar voz a nuestros instintos… El instinto de conservación, de preservación de la especie, de defensa, de ataque, etc.
¿Son la razón y las emociones dos mundos completamente diferentes?
Lo cierto es que no existe una frontera clara entre la razón y la emoción. En realidad, se trata de dos dimensiones del ser humano que actúan siempre juntas. Las emociones dan lugar a ciertos pensamientos, y los pensamientos, a su vez, dan lugar a ciertas emociones.
Todas las emociones son, en cierto sentido, "pensar". Cuando sean menos racionales, serán más confusos e impredecibles. Sin embargo, cuando son emociones más racionales, nos permiten experimentar la realidad de una manera más profunda y equilibrada. La emoción que no está mediada por la razón puede llevarnos a ver la realidad de forma distorsionada.
Incluso las personas que se autodenominan "altamente racionales" no pueden escapar de esta lógica. Si te das cuenta, yoEl hecho de querer negar el acceso de las emociones a nuestra vida probablemente se deba al miedo a perder el control, que es en sí mismo un miedo.
Asimismo, sería absurdo imaginar acciones nacidas de la pura emoción, sin un hilo de racionalidad. El ser humano no puede abandonar por completo la actividad mental, a menos que sufra una lesión cerebral o limite su funcionalidad mediante el uso de productos químicos.
Lograr el equilibrio entre la mente y el corazón
Las emociones no son caballos inquietos e incontrolables a los que hay que poner riendas. Forman parte de nosotros como seres humanos y forman parte de un precioso bagaje subjetivo que ayuda a dar sentido a nuestro mundo. No tienen que ser "desarraigados", negados o subestimados.
Habremos llegado a un punto de equilibrio cuando seamos capaces de prestar atención a lo que sentimos, no para defendernos de las emociones, sino para canalizarlas de una forma que nos sea favorable. Esto quiere decir que, si tenemos miedo, lo mejor es reconocer ese miedo, explorarlo y, por qué no, convertirlo en una fortaleza a nuestro favor. Si tiene miedo de hablar en público, tal vez pueda diseñar herramientas tecnológicas que lo ayuden a abordar este miedo.
Las emociones nos afectan más que la razón porque se originan en una zona más primitiva y, por tanto, más profunda de nuestro cerebro. Son la base de todo lo que somos. La razón, en cambio, es como un pincel con el que podemos perfilar los contornos de esas emociones, para calmarlas y permitir que nos ayuden a mejorar nuestra vida.