Última actualización: 01 septiembre, 2016
La sinceridad es uno de los elementos más apreciados en un contexto social. Desde pequeños nos enseñan a no decir mentiras, pero al mismo tiempo nos enseñan a mentir. Aprendemos que algunas mentiras pueden beneficiarnos, y que mentir, ya que las posibilidades de ser atrapado son muy bajas, puede ser una excelente elección.
Ser sincero no significa pecar con sinceridad, es decir, vivir diciendo una verdad descarada, sin filtros. En estos casos las verdaderas intenciones pueden no ser realmente decir la verdad, sino explotarla como una forma de agresión, vanidad o simplemente para desahogar la ira, usando como justificación la necesidad de ser sincero.
"Las palabras van al corazón cuando han brotado de nuestro corazón".
-Rabindranath Tagore-
No obstante, por regla general, la sinceridad no sólo es una gran virtud, sino que también aporta grandes beneficios. Las relaciones con los demás mejoran significativamente cuando somos honestos. A cambio recibimos más sinceridad que nunca dará lugar a malentendidos. Aparte de esto, ser honesto también afecta nuestra salud de manera positiva. A continuación te mostraremos tres razones que sustentan esta afirmación.
Beneficios de la sinceridad
Ser honesto aumenta la autoestima
Un estudio realizado por el psicólogo Robert S. Feldman de la Universidad de Massachusetts reveló que, en promedio, la gente dice una mentira cada diez minutos de conversación. Algunas veces, la razón principal por la que la gente miente es para parecer más simpáticos y/o competentes de lo que realmente son. En otras palabras, despertar la admiración en los demás.
Sobre esta misma base, otros expertos han indicado que este tipo de mentiras hacen el trabajo de enmascarar la realidad. La razón de fondo es que tales personas perciben su vida y su forma de ser como poco interesantes, viviendo con el temor de no ser tomados en consideración por los demás.
Lo curioso es que, de hecho, la autenticidad se considera uno de los valores más apreciables. Esto revela que cuanto más sincera sea una persona y cuanto más hable de sí misma describiéndose como realmente es, más probable es que despierte simpatía y admiración en los demás. En consecuencia, aumenta la autoestima del individuo, favoreciendo la creación de un círculo vicioso: mayor sinceridad, mayor aprobación, mayor autoestima.
Ser honesto reduce la ansiedad
El problema de decir una mentira es que entras en un círculo interminable de mentiras. Si se rumorea que eres una estrella de rock, tendrás que inventar cientos de mentiras para que todo sea creíble. Para aquellos que mienten, lo peor que les puede pasar es que los atrapen.
En consecuencia, no sólo es necesario tener una imaginación viva, sino que también se perderá mucho tiempo tratando de dar coherencia al discurso, para no desenmascarar las propias mentiras. Finalmente, se necesita una buena memoria para no caer en la contradicción.
Mentir, por tanto, requiere un fuerte compromiso emocional que, tarde o temprano, se expresa en forma de estrés y ansiedad. Es importante mantener la atención alta para no correr el riesgo de ceder y aumentar el nivel de tensión.
Cuando eres sincero, nunca tienes que lidiar con tal carga. No tienes que inventar explicaciones, ni tomarte el tiempo de enriquecer tu versión de los hechos con detalles que la hagan creíble. Esto te permite estar más relajado y vivir con más naturalidad, evitando un gran derroche de energía emocional que puede ser utilizada para asuntos más importantes.
Un estudio sobre la sinceridad y la salud.
Dra. Anita E. Kelly, profesora de psicología en la Universidad de Notre Dame y directora de la Fundación Templeton, llevó a cabo un estudio para investigar los efectos en la salud de ser sincero.
Para este estudio, un total de 72 voluntarios se dividieron en dos grupos: los miembros del primer grupo se mostraron extremadamente sinceros en todas las conversaciones, mientras que a los demás no se les dio ninguna indicación. A los que tenían la tarea de ser honestos se les decía que no mintieran ni siquiera sobre cosas pequeñas o asuntos aparentemente triviales. El ejercicio duró cinco semanas.
Durante el período del experimento, que incluyó pruebas semanales con el detector de mentiras, los voluntarios de ambos grupos fueron sometidos a varios controles de su estado de salud. Una vez que terminó el experimento, hubo una clara diferencia entre las condiciones de salud de los que habían sido sinceros y los que habían mentido..
Los primeros presentaron menos cefaleas, dolores de garganta, náuseas y dolor de estómago, mientras que los segundos no presentaron ningún tipo de variación en los síntomas antes mencionados.
Los resultados impresionaron tanto a la doctora que ella misma decidió ser completamente honesta durante el invierno siguiente. Notó que necesitaba menos horas de sueño para sentirse descansada y que los resfriados, que siempre la aquejaban durante la estación fría, simplemente habían desaparecido.