Última actualización: 17 de mayo de 2016
Las rutinas nos protegen hasta tal punto que, en ocasiones, pueden convertirse en auténticas prisiones. Los configuramos para que no tengamos que tomar cientos de decisiones todos los días, elecciones que tendríamos que enfrentar si no pudiéramos confiar en un conjunto de hábitos fijos. Pero las rutinas también arraigan en nuestra forma de hacer las cosas: se convierten en un patrón de pensamientos y sentimientos que no cambian.
El precio de la rutina puede ser muy alto. Sí, son necesarios: son una forma práctica de gestionar el día a día. Pero al mismo tiempo, imperceptiblemente, pueden transformarse en un estilo de vida en el que nos refugiamos, temerosos de cualquier cambio.
“No son los males violentos los que nos marcan, sino los males sordos, persistentes, tolerables, que forman parte de nuestra rutina diaria y nos socavan con la misma conciencia con que nos socava el tiempo”.
-Emil Cioran-
Es normal encontrarse con personas que están completamente absortas en su rutina, aunque nunca lo admitan. Suspiran, se toman la cabeza entre las manos y dicen que están aburridos porque su vida es siempre la misma. Sin embargo, sienten que ni siquiera tienen la fuerza para decir "basta".
Por tanto, se hace necesaria una buena dosis de coraje. vencer los dictados de la rutina. Además, una fuerte motivación y suficiente confianza en uno mismo son fundamentales para romper moldes, adentrándose en caminos desconocidos.
El efecto ensordecedor de las rutinas
Lo peor de establecer y mantener una rutina es que, sin proponértelo, pierdes sensibilidad. No dejamos de sentir, simplemente terminamos clasificando rígidamente nuestros sentimientos. Uno comienza a sentir que cualquier cosa desconocida es peligrosa. Las cosas nuevas y diferentes casi se convierten en una amenaza.
La rutina se convierte en una estructura de soporte compuesta por muchas piezas, de las cuales forma parte el ritmo de nuestro día típico, así como la propia concepción que tenemos del mundo. Terminamos creyendo que solo podemos sentir, pensar y actuar de una manera. A estas alturas ya conocemos toda la realidad y no se necesitan más preguntas.
La rutina debilita la curiosidad, reduce la capacidad de sorprenderse. Pero sobre todo nos hace sordos y ciegos a nuestro potencial. Terminamos convenciéndonos de que estamos actuando lo mejor que podemos, que no podríamos comportarnos o vivir de otra manera.
Como resultado, entramos en un cierto estado de adormecimiento. La rutina nos lleva a vivir según el orden, sin lugar a la evolución ni a la felicidad. Y lo que es peor, comenzamos a considerar la rutina como una meta cumplida, temiendo cualquier cosa que pueda alterarla.
El miedo al cambio: oponerse a los cambios
Vivir la vida con pasión es un auténtico regalo que muchos no pueden, o no quieren, hacer suyo. Significa sentir un interés genuino por tu trabajo, un amor genuino por las personas con las que te relacionas, un entusiasmo real por los planes para el futuro y por todo lo que está por venir.
¿Por qué, entonces, tantas personas se quedan quietas y ven pasar la vida, con la intención de "matar el tiempo" en lugar de vivir intensamente? La respuesta solo puede ser una: es el miedo es el culpable de aprisionar a las personas en rutinas que actúan como corazas, impidiéndoles enfrentarse a lo nuevo, a lo desconocido, a lo que implica un desafío.
El cambio es esto: un desafío. Contra los convencionalismos, los hábitos, la sensación de seguridad que da hacer siempre las mismas cosas sin esforzarse demasiado en pensar. Aun cuando la rutina se compone de situaciones desagradables, muchos la toleran porque los abruma un miedo al cambio que los obligaría a salir de su zona de confort, a tener que afinar sus habilidades para enfrentar situaciones desconocidas.
¿Cómo superar el miedo a abandonar las rutinas?
Cada uno debe hacer lo que ama de la forma que prefiera, con quien quiera y donde quiera. Nadie debe resignarse a trabajar o vivir en oposición a sus deseos. solo por miedo al cambio.
Por supuesto, no puedes estropearlo todo de la noche a la mañana. La verdad es que sería posible, pero la mayoría de nosotros necesitamos un tiempo mucho más largo y tranquilo para hacerlo. En realidad, no siempre conviene cortar todos los puentes: bastaría con hacerse un hueco. ¿Donde empezar? ¿Qué hacer para salir de una rutina que aprisiona?
- Tómate un tiempo para ti. Por muy exigente o importante que sea tu trabajo, nunca debe superarte a ti mismo en una escala de importancia. Parte de tu tiempo debe ser dedicado a tu cuidado, fragmentos de vida para dedicarte exclusivamente a lo que te gusta hacer: dormir, comer, bailar, lo que sea. Lo importante es ser consciente de que está actuando exactamente de acuerdo con sus deseos.
- Tocar. El juego nunca debe desaparecer.. Cuando se trata de diversión, es un momento de libertad por excelencia. En el juego nos recreamos, descubrimos nuevos significados para nosotros mismos. Juega a las cartas, juega al baloncesto, juega a lo que sea, pero juega. Advertencia: no se limite a ver jugar a otros. Tienes que ser los jugadores.
- No pierdas el contacto con la naturaleza. La naturaleza tiene un efecto sumamente positivo sobre las emociones y los pensamientos; por eso es importante estar en contacto con el verde de las plantas y con las extrañas formas de interactuar propias de los animales. La naturaleza nos ayuda a conectarnos con nosotros mismos y esto, a su vez, nos permite reconocer los cambios a implementar.