Última actualización: 08 agosto 2016
Cualquiera que tenga un perro en su vida tiene un verdadero tesoro. Esta es una frase que a muy pocos sorprenderá, sobre todo si conoces la dulce compañía de estos ángeles de cuatro patas y te has rodeado muchas veces de la magia de estos increíbles animales.
Los perros son capaces de dar un afecto intenso y verdaderamente único. Pasan a formar parte de nuestra familia, son hijos eternos de una sabiduría increíble y una inteligencia emocional inmensa. Terminan convirtiéndose en los mayores conocedores de nuestros hábitos, nuestros sentimientos y nuestros pensamientos. Ellos son los que mejor conocen, y más merecen, nuestras sonrisas.
Les basta una mirada para descifrar nuestro estado de ánimo, nos acompañan, nos hacen divertir y nos hacen sentir especiales, únicos y fundamentales. Asi que, con esas reglas de propiedad todos ellos (tienen derecho a todo) y sus ojos suplicantes consiguen de nosotros lo que prometimos no dar nunca (como, por ejemplo, dormir en nuestra cama).
Reglas del perro para su dueño.
Al vivir con un perro, algunas reglas son indiscutibles. Así es, podemos decir que nuestros animales nos educan, nos domestican o nos adiestran, como quieras definirlo. Son ellos quienes establecen los principios de la convivencia y la “batalla” por sus derechos termina convirtiéndose en una lucha sencilla, tierna y divertida.
Así, no podemos dejar de sonreír cuando los rastreamos con sus sorprendentes reglas de simpáticos dictadores de la casa. Veamos algunos de ellos:
Regla n ° 1: Tienes que hacerme probar lo que comas.
Regla n ° 2: Nunca puedes, bajo ninguna circunstancia, llamarme para encerrarme en el baño.
Regla n ° 3: Nunca puedes ir al baño solo.
Regla n ° 4: No puedes decirme que me calle cuando ladro, tengo mis razones. ¡Algo está pasando ahí fuera!
Regla n ° 5: Puedo conciliar el sueño en cualquier rincón de la casa y preferiblemente donde más me estorbe.
Regla n ° 6: No puedes entrar en casa con el olor de otros perros y pensar que no habrá consecuencias.
Regla n ° 7: Tienes que dejarme salir cada vez que te pida, incluso si acabo de regresar. Después de todo, tengo que asegurarme de oler todo bien.
Regla n ° 8: Puedes dormir en la cama, pero no necesitas moverme. Lo mejor es que te pongas en un rincón y no me molestes.
Regla n ° 9: ¡Si se cae al suelo es MÍO! Te miraré mal si te adelantas y no me dejas recogerlo.
Regla n ° 10: No creas que puedes salir de una habitación sin mí.
La riqueza emocional de compartir la vida con un animal
Ya sea un perro, un gato o un conejo, compartir tu vida con un animal es una verdadera bendición., porque nos enseña a ser respetuosos, a amar ya organizar nuestra vida de una manera diferente. Hay muchas personas que piensan que tener una mascota es una limitante porque, por ejemplo, no pueden llevársela a todas partes cuando se van de vacaciones y hay muchas otras necesidades a tener en cuenta.
Sin embargo, quien tiene un perro o cualquier otro animal lo considera parte de la familia y su amor compensa todos esos “pequeños inconvenientes”. Es cierto que si no compartiéramos nuestra vida con ellos, nuestra billetera estaría un poco menos vacía, pero nuestro corazón no estaría tan lleno.
Lo que los animales nos brindan emocional y físicamente representa un enorme tesoro que no se puede comparar con todo el oro del mundo. Por eso, aprender lo que significa tener un animal, entender cómo amarlo y permitir que complete nuestra familia es una oportunidad que, en la vida, nadie debe desaprovechar.
Por supuesto, sin embargo, siempre hay una necesidad de conciencia y respeto, porque, como todos los amantes de los animales saben, cuidar y amar a un amigo de cuatro patas es una responsabilidad que no se puede ignorar y que nos ofrece la oportunidad de adquirir grandes conocimientos en diferentes áreas de la vida.
Porque, al fin y al cabo, la mayor riqueza que nos da su compañía es la emocional, que no se puede comparar con nada y que nos hace increíblemente felices. Este es nuestro mayor tesoro.