Última actualización: 06 de enero de 2017
¿Quién no lo ha pasado nunca mal? Todos hemos caído, y por eso hemos sufrido. Sin embargo, al compartirlo con los seres queridos, nos dimos cuenta de lo siguiente: “el pasado es pasado, ahora tengo que mirar hacia adelante”, “no tengo que prestarle atención, sino tratar de ser feliz”, etc.
¿Qué hay detrás de esos "ahora es agua debajo del puente" y "ahora es el momento de levantarse y seguir luchando"? ¿Significan que no podemos ser afectados por las cosas malas que nos suceden? ¿O tal vez que, si nos pasa algo malo, tenemos que comportarnos como si nada? ¿Debemos ser felices sin importar las circunstancias? ¡Absolutamente no!
"La felicidad es beneficiosa para el cuerpo, pero es el dolor el que desarrolla los poderes de la mente".
-Marcel Proust-
Felicidad a toda costa
En la sociedad actual se ha extendido la creencia de que uno debe ser feliz a toda costa. No está permitido estar triste, angustiado o enojado.. Tenemos que ser felices. En realidad ser feliz es maravilloso, ¿cómo decir lo contrario?
Nos bombardean con mensajes de alegría, felicidad y optimismo, en las redes sociales y todos los demás medios de comunicación. Hemos llegado al punto de que, cuando alguien no se siente feliz como "debería", se generan sentimientos de frustración debido a que la realidad se ha desviado de las expectativas generales. Cuando esto sucede, ese sentimiento de malestar se apodera de él acompañado de pensamientos como “si él es feliz, ¿por qué yo no lo soy también?”.
"La felicidad para mi consiste en apreciar lo que tengo y no querer lo que no tengo"
-Leon Tolstoi-
Parece que querer ser feliz a toda costa, sin importar las circunstancias, es cada vez más difícil. esto porque cuando algo no sale como nos gustaría o nos pasa algo malo, inmediatamente surgen las emociones negativas, sin que se pueda hacer mucho para evitarlas.
¿Qué pasa entonces? ¿No tenemos que ser felices o no podemos sentirnos mal en determinadas situaciones? Es obvio que ser feliz es la solución a todo problema, pero también es bueno prestar atención al riesgo de potenciar los sentimientos negativos por la simple creencia de que necesariamente debemos sentirnos bien.
¿Por qué aparecen las emociones negativas?
Las emociones surgen como respuesta de nuestro cuerpo ante determinadas situaciones. Pero en base a lo que aparece uno en lugar de otro? Esto depende del valor que cada individuo le dé a lo que le sucede. Las emociones positivas, por tanto, son aquellas que despiertan sentimientos agradables. Surgen cuando la situación se evalúa como positiva, por lo que no es necesario actuar para intentar modificarla o resolverla.
Las emociones negativas, por el contrario, generan sentimientos desagradables.. Aparecen cuando se valora una situación como nociva, poniendo en marcha toda una serie de herramientas para intentar afrontarla y superarla. Desde este punto de vista, para “avanzar” como siempre se nos dice, necesitamos la aparición de estas emociones negativas.
Por ejemplo, si algo nos asusta, se activan en nosotros técnicas de defensa. Cuando algo nos pone nerviosos, nos preparamos para defendernos de posibles daños. Si sentimos pena, esta emoción nos permite alejarnos de lo que puede ser dañino o “tóxico” para nosotros. Finalmente, la tristeza nos ayuda a aceptar la pérdida, haciéndonos reflexionar y procesar lo sucedido.
Entonces, ¿debemos dejarnos llevar por el malestar emocional?
Esta es una buena pregunta. Como hemos visto, las emociones aparecen con el fin de prepararnos al máximo para las situaciones y cambios que se producen a nuestro alrededor. Esto hace que tanto las emociones positivas como las negativas sean extremadamente necesarias.
“Cuidado con la tristeza. es un vicio"
-Gustave Flaubert-
El secreto es entender cuándo las emociones se consideran dañinas. Si estos ocurren con demasiada frecuencia, de hecho, corren el riesgo de ser la causa de diversas enfermedades psicosomáticas, así como de ansiedad o problemas de humor.
El punto de la pregunta entonces se convierte en la capacidad de distinguir una emoción normal de una dañina. Para ello, disponemos de una serie de parámetros:
- Número de episodios. Se refiere a la frecuencia con la que surgen las emociones negativas. Si eres poco frecuente, no pasa nada. El problema surge cuando la frecuencia es muy alta.
- Intensidad de la emoción. Cuando se presenta con una intensidad leve o media, es un malestar normal y controlable, a diferencia de cuando tiene una intensidad muy alta.
- Duración de la emoción. Cuando es limitado y desaparece una vez que ha desaparecido el evento que lo provocó, significa que está actuando de manera positiva. Por el contrario, si dura mucho tiempo, se vuelve dañino.
- Tipo de reacción. Si es una respuesta predecible dada la situación desencadenante, entonces si otras personas hubieran reaccionado de la misma forma ante la misma situación, la emoción no es patológica. La señal de una anormalidad puede venir cuando la reacción es claramente desproporcionada.
- Sufrimiento causado. Si es limitado y transitorio, es un malestar pasajero muy normal. Este no es el caso cuando el sufrimiento es grande y prolongado en el tiempo.
- Interferencia con la vida diaria. Cuando los efectos en la vida cotidiana son ligeros o inexistentes, no es una emoción dañina. Por el contrario, lo es si interfiere de manera incisiva en nuestra vida cotidiana.
Una vez entendidos los puntos anteriores, es necesario ser conscientes de que es bueno que las emociones negativas aparezcan cuando sea necesario. Este malestar no se debe evitar, pero tampoco es buena idea entregarse a él.
Es en este momento cuando entra en juego la capacidad de saber manejar las emociones. Después de ayudarnos a afrontar adecuadamente un hecho concreto, deben desaparecer. Sólo entonces podremos ser verdaderamente felices y seguir adelante.
Imágenes cortesía de Ryan McGuire.