Última actualización: 15 de abril de 2017
A lo largo de nuestro día, a todo el mundo le ocurre contar algunas pequeñas mentiras. Lo sabemos bien. La mentira o falta de honestidad sirve para protegernos de las consecuencias de la verdad. Si creemos que nos puede pasar algo peligroso o desagradable, tendemos a distorsionar la realidad para adaptarla a nuestras necesidades. De esta forma salvaguardamos nuestra autoestima y nos deshacemos de posibles consecuencias negativas.
Se dice que ser honesto no significa decir todo lo que pensamos, sino nunca decir lo contrario de lo que pensamos.
Sin embargo, la razón principal de nuestra falta de sinceridad no siempre es el miedo. La compasión hacia los demás también puede hacernos optar por una mentira benévola. Este tipo de mentira es sutil, tiene poca importancia, no dura mucho y puede ser útil e incluso beneficiosa para todos, ya que evita más conflictos innecesarios.
Con este artículo no queremos defender la mentira, todo lo contrario.; sin embargo, queremos transmitir el mensaje de que no siempre ser honesto, con todos y sin importar todo es una buena idea, si no queremos meternos en problemas o empeorar algunas situaciones.
¿Somos sinceros o groseros?
Los psicólogos han adoptado el juego de palabras "sincericidio" para definir el comportamiento que lleva a una persona a decir toda la verdad a los demás en nombre de la honestidad o la valentía sin tener ningún filtro, incluso cuando en realidad no se requería su opinión. Este término, por supuesto, se refiere al "suicidio" sólo de forma abstracta, debido a un apego excesivo a la verdad.
Tal comportamiento a menudo se considera sin escrúpulos, irresponsable y un síntoma de falta de tacto. De hecho, el sincericidio puede dar lugar a conflictos con las personas que nos rodean, porque puede ser percibido como un comportamiento grosero. Y, ciertamente, es legítimo considerarlo como tal.
Para no discutir con todo el mundo, lo ideal sería primero pensar qué queremos decir y evaluar si la persona a la que va dirigido el mensaje está preparada para digerirlo a nivel emocional.
Ser honesto no siempre es una virtud, porque la educación y el respeto deben ser lo primero, especialmente cuando se trata de expresar una opinión que no es constructiva o interesante para los demás. Escupir todo lo que se nos pasa por la cabeza es señal de falta de habilidades sociales, de inadecuación con respecto a las reglas del juego..
¿Alguna vez te has sentido enormemente molesto porque alguien te dijo que la ropa que llevas es horrible o que vio a tu ex con otra persona? Saber encontrar el momento y el contexto adecuados para decir las cosas -y saber mantener la boca cerrada hasta entonces- es una virtud que no debe subestimarse.. Algunos comentarios, de hecho, son simplemente demasiados o deberían hacerse en otro momento.
Ser honesto embelleciendo la verdad
Todos tenemos derecho a conocer la verdad, pero también tenemos derecho a poner límites a ese conocimiento. Lo ideal, como adulto, es poder ser lo suficientemente fuerte emocionalmente para aceptar las situaciones incómodas que la vida nos presenta, para poder actuar desde una posición más equitativa.
El problema es que la verdad, en algunos casos, duele, y mucho. No todo el mundo está preparado para recibir noticias extremadamente malas o dramáticas.
Imagina que te acaban de diagnosticar una enfermedad muy grave. ¿Te gustaría saber si vas a morir? ¿Preferirías que te escondieran la verdad o te gustaría saber cuánto tiempo te queda de vida? ¿Cómo te gustaría que te dieran esta mala noticia?
Como hemos dicho, es bueno entrenar para poder afrontar todo lo que nos depara la vida, pero también es cierto que a veces no nos importa que nos presenten la verdad un poco embellecida. Esto es lo que hacemos con los demás también, cuando queremos "endulzar la píldora" y disminuir el impacto negativo de nuestros mensajes.
Si somos capaces de mostrar empatía hacia los demás, seremos lo suficientemente juiciosos para no dañarlos y encontrar las palabras adecuadas, y esto es muy diferente a decir algo contrario a la verdad.
Ser sinceros sin llegar a ser sincericidios es un auténtico arte, porque significa saber ponerse en la piel del otro, entender si es el momento adecuado para decir la verdad y, además, utilizar las estrategias verbales y no verbales adecuadas.
El psicólogo Rafael Santandreu sostiene que para sentirse bien con uno mismo hay que decir siempre la verdad, pero para estar a gusto con los demás, no. Esto quiere decir que no tenemos que dorar la pastilla solos, de lo contrario caeremos en la trampa del autoengaño que no nos permitirá afrontar la vida satisfactoriamente.
Lo importante es tener cuidado de decirnos la verdad sin criticarnos demasiado. No es lo mismo decirnos: “La sesión de hoy no ha sido la mejor” que decirnos “Eres un mal psicólogo, deberías dejar esta profesión para siempre”.
Actuar como un sincericidio contra nosotros mismos tampoco es una buena idea. Como en todas las cosas, la virtud siempre está en el medio.