"Sentir un nudo en la garganta" o "tener el corazón roto" son expresiones que usamos en sentido figurado. Sin embargo, el dolor emocional en realidad puede tener manifestaciones físicas de este tipo.
Última actualización: 18 de abril de 2022
Cuando pasamos por momentos de gran sufrimiento emocional, podemos decir que nos duele el corazón. Esta frase, a medio camino entre lo poético y lo literal, nos ayuda a expresar la grandeza del dolor vivido. Y es que un corazón roto, metafóricamente hablando, suele traer consigo diversas dolencias físicas. no por casualidad, hablamos del sindrome del desamor.
Las esferas física y psíquica no están separadas, sino que están conectadas y casi invariablemente los problemas de una se manifiestan también en la otra. Varios estudios científicos indican que el dolor emocional sí puede manifestarse a nivel físico.
síndrome de angustia
Muchas situaciones de la vida nos pueden llevar a afirmar que estamos desconsolados. La muerte de un ser querido, una ruptura amorosa, la traición de un amigo, una decepción por parte de alguien en quien confiábamos plenamente, etc.
Cuando decimos que tenemos el corazón roto, expresamos una tristeza abrumadora, una nostalgia intensa, un dolor que nos paraliza. Con estas palabras tratamos de plasmar el sufrimiento emocional que estamos viviendo, tan intenso que parece tangible.
Nos sentimos confundidos, perdidos, vulnerables y devastados.. Perdemos interés por todo lo que nos rodea y la energía parece abandonar nuestro cuerpo. El presente se vuelve insoportable y el futuro inimaginable. Empezamos a sentirnos débiles, frágiles e incapaces de hacer frente a la adversidad.
Un dolor que se siente a nivel físico
La ciencia ha encontrado que la misma área del cerebro que procesa el dolor físico también es responsable de procesar el dolor emocional. Así como existen lesiones físicas que provocan dolor crónico, también existen heridas emocionales de las que muchas personas no pueden recuperarse.
Las manifestaciones físicas de la angustia emocional son diversas y conocidas por todos. ¿Quién no ha sentido un nudo en la garganta cuando la tristeza o la angustia eran intensas? ¿Quién no ha sentido el llamado nudo en el estómago ante una situación que le provoca ansiedad?
Los trastornos psicosomáticos nos acompañan desde que éramos niños, revelando orgánicamente la carga emocional que somos incapaces de manejar. Muchos niños experimentan frecuentes dolores de cabeza o trastornos digestivos para los que no se encuentra una causa fisiológica, ya que son causados por angustia psicológica.
Una vez adultos también podemos sufrir dolores musculares, de cabeza, acidez o indigestión, irritaciones en la piel y un sinfín de síntomas físicos por causas emocionales.
Pero, sin duda, la manifestación más llamativa de este fenómeno es el llamado síndrome del desamor.
síndrome de angustia
Esta enfermedad no rompe literalmente el corazón, pero lo deforma. Al atravesar una situación que es fuente de alto estrés emocional, se produce en el organismo una liberación repentina de grandes dosis de catecolaminas.
El aumento de estas sustancias hace que el ritmo cardíaco se dispare, generando un daño físico y real al corazón. Algo tangible y fácil de visualizar en las pruebas de diagnóstico. La persona que lo padece experimenta síntomas similares a los de un infarto, como dolor en el pecho y dificultad para respirar.
Es una enfermedad para la que existe cura y que no deja secuelas permanentes.. Aun así, el fenómeno es lo suficientemente importante como para invitarnos a la reflexión.
Desarrollar la resiliencia para prevenir el síndrome del desamor
Las experiencias estresantes que pueden causar desamor son relativamente comunes, de hecho muchas personas las atraviesan sin experimentar nunca este trastorno.
Allo stesso modo, No todos tenemos la misma predisposición a manifestar síntomas somáticos cuando nos enfrentamos a una adversidad emocional.
La diferencia radica en los niveles de resiliencia., es decir, las habilidades y recursos personales de los que disponemos para hacer frente a situaciones negativas, inesperadas o estresantes. Las estrategias de afrontamiento que adoptamos marcan la diferencia en el grado en que tales experiencias nos afectan.
Afortunadamente, el la resiliencia se puede desarrollar y siempre estamos a tiempo de adquirir nuevos recursos y estrategias más adecuadas. Trabajamos en nosotros mismos y en nuestro desarrollo personal para evitar que el cuerpo grite el dolor que no hemos podido expresar.