Última actualización: 09 de mayo de 2016
Lo sabemos. Hay días que amanecemos de mal humor, con mal pie o con la luna torcida. Sabemos que es un día en que tendremos problemas. Es una especie de zumbido molesto del que no podemos deshacernos por mucho que intentemos mover las manos a nuestro alrededor, como cuando de pequeños y con los ojos vendados intentábamos golpear la piñata con el palo. Lo peor, sin embargo, es que no siempre avisamos a los demás de que estamos listos para atacar y ellos, que se acercan con confianza, acaban llevándose una buena paliza.
Por ello, es vital hacer uso de nuestra caja de herramientas mental, para poder detenernos a tiempo cuando tengamos uno de esos días en los que estamos enojados con el mundo. Al contrario de lo que solemos hacer, no vale la pena esperar a que cambie lo que tenemos a nuestro alrededor y nos muestre una linda sonrisa amplia. Es mucho mejor retirarse por un tiempo, ir a un lugar donde no se pueda "atacar" a nadie y relajarse.
Otras veces, sin embargo, nos despertamos con un estado de ánimo normal, no necesariamente eufórico, y, a pesar de ello, no podemos evitar iniciar mil discusiones, una tras otra.. Lo que vemos como un desastre es un desastre, y nadie debería atreverse a decir que algo que consideramos malo en realidad no lo es. En estos casos, ¿de quién es la culpa? ¿Qué podemos hacer para solucionar este problema? ¿No llevarse bien con nadie es culpa nuestra o culpa de ellos?
¿Los problemas vienen solos o se buscan?
Es obvio que todos dicen “yo no busco ningún problema, ellos son los que me encuentran”. Quizás, sin embargo, nuestra actitud o nuestra forma de pensar actúa como un "cebo" para los problemas. Como si fuera un gran imán que los atrae hacia nosotros.
Lo mismo sucede con las relaciones. Si no mantenemos una amistad, una relación de pareja o una buena convivencia con los compañeros de trabajo, quizás seamos responsables. Cuando estas situaciones se repiten a menudo, ya no podemos culpar a los demás ni a las circunstancias ni a nuestra mala elección de rodearnos de un determinado tipo de personas.
En tal momento, deberíamos empezar a preguntarnos y entender lo que estamos haciendo para terminar siempre de la misma manera. Recuerda que las mismas acciones suelen llevar al mismo resultado. Si hay algo que no te gusta, tienes que actuar diferente para cambiarlo.
Los problemas siguen repitiéndose
Ya que estamos hablando de clichés, queremos compartir uno que encaja a la perfección con este problema: El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra… y tal vez incluso termine encariñado con ella. No llevarse bien con ciertas personas es normal e incluso comprensible, porque no podemos ser amigos de todo el mundo.. Sin embargo, si discutimos con los vecinos, con nuestros padres, con nuestro jefe, con el dependiente del supermercado, con el colega de la oficina, con el amigo de la infancia y con el conductor del autobús, en ese caso tenemos un lindo problema.
La buena noticia es que una vez que identifica este comportamiento problemático, puede cambiarlo y mejorarlo.. Para ello, es fundamental asumir la responsabilidad de sus errores. Muchos se limitan a decir que el problema es de los demás, que la culpa es del mundo entero y así se deshacen de cualquier carga.
“Todo el mundo está en mi contra” es una frase que se escucha a menudo. ¿Pero no será que, acaso, somos nosotros los que nos hemos puesto contra todos? Obviamente no lo hacemos a propósito o con la intención de lastimar a los demás, sino que con nuestra actitud terminamos lastimando y alienando a las personas que amamos (e incluso a los extraños).
Responsabilízate de tus problemas
El primer paso para dejar de culpar al mundo, al karma o al universo entero por nuestros problemas es asumir la responsabilidad por ellos.. Si estás nervioso al conducir porque tu pareja está sentada en el asiento del pasajero, el problema es tuyo, no de ella. Si tienes una discusión que surgió por un malentendido con tu colega en la oficina, es tu culpa por no preguntar a tiempo, no la culpa del colega que trató de explicar la situación.
Podríamos hacer otros mil ejemplos similares, pero lo importante es por qué peleamos con los demás o los apartamos de nuestro lado. ¡Es culpa de nuestra actitud! Nuestra forma de actuar nos define y puede ayudar o constituir un obstáculo en las relaciones interpersonales.
¿Qué tal comenzar con un momento de introspección objetiva para comprender dónde te equivocaste? No hay necesidad de azotarse en la espalda o vagar por el mundo como un alma en dolor con la ropa hecha jirones. Simplemente es cuestión de entender qué palabras, acciones o emociones te llevan a tener problemas con los demás..
Tal vez sea falta de autoestima, miedo a aceptar los propios sentimientos, miedo a perder el control de la situación, a enfadarse con uno mismo, etc. Las opciones son variadas y hay tantas como habitantes hay en la Tierra.
Si conoces a alguien que tenga este problema o si tú mismo lo tienes, tu trabajo ahora es empezar a pensar en cómo se sienten los demás cuando reaccionas de esa manera. Recuerda que estar enojado con el mundo solo aumenta las posibilidades de que el mundo te trate igual y que tú y tu cosmovisión entren en un círculo que no es nada positivo, ni para ti ni para las personas que te rodean.