Todos pensamos que somos personas normales y juzgamos quién es diferente a nosotros. De hecho, cada individuo es único y eso es lo que nos hace ricos.
Última actualización: 14 de diciembre de 2021
Normalidad y rareza son dos conceptos muy subjetivos hasta el punto de que todos somos normales sobre la base del análisis personal.
Hemos escuchado o hecho afirmaciones como "¿por qué no puedo encontrar una pareja normal?", "No busques amigos en Internet, solo hay gente rara allí" o "ella es una persona muy rara, no hables". a ella". Pero, ¿a qué nos referimos con estos términos?
Probablemente, para cada uno de nosotros el significado sea diferente; asi que, no tenemos el poder de juzgar quiénes son las personas normales y quiénes no lo son.
Una de las mayores preocupaciones del ser humano es adaptarse a la sociedad. Esto se debe a que nuestra especie necesita interconexión para sobrevivir y desarrollarse.
Ser criticado, rechazado o aislado puede causar graves daños a la autoestima; por otra parte, obligarse a sí mismo a adherirse a patrones impuestos es un camino seguro hacia la infelicidad. Entonces, ¿por qué nos esforzamos por etiquetar a las personas? ¿Por qué tratamos de ser iguales a los demás cuando cada uno de nosotros es un universo complejo y único?
¿Quiénes son las personas normales?
Si nos atenemos a la semántica, lo que se ajusta a la norma se define como normal; es decir, la que satisface las características más comunes sin excederse ni faltar.
Por ello, consideramos personas normales a aquellas que se adaptan a lo socialmente aceptado en el momento vital en el que se encuentran.
Prácticamente desde que nacemos somos evaluados sobre la base de esta presunta normalidad. Si un niño tarda más en empezar a caminar o en decir sus primeras palabras, el entorno es crítico y los padres se preocupan.
Pero incluso cuando un niño es más curioso e inteligente que el promedio, es objeto de críticas y miradas. Ojalá se diga que es diferente o especial. A medida que crecemos, los juicios y las normas continúan.
Necesitamos ser buenos en la escuela, tener una vida social activa, mantener una relación, encontrar un buen trabajo, casarnos, tener hijos… Y todo esto cuando la sociedad lo crea conveniente. ¿El precio de no seguir uno de estos pasos? Ser considerado raro y ser preguntado constantemente.
El peligro de buscar la normalidad
En un esfuerzo por cumplir con estos estrictos estándares, nos esforzamos todos los días para adaptarnos. La persona tímida se esfuerza por ser sociable, los que odian su trabajo no lo dejan, las relaciones vacías y dañinas continúan por años. Si nos detenemos a analizar la situación, notaremos que la presión es más fuerte de lo que imaginamos.
El problema es que esta normalidad no busca nuestra felicidad ni nuestro bienestar, no quiere que crezcamos y nos desarrollemos como individuos, sino que nos adaptemos. No se toma libre y diferente, como las líneas de un mural, sino homogéneo y atado, como los ladrillos de una pared.
La necesidad de satisfacer estas demandas externas puede enfermarnos física y emocionalmente. Trastornos de ansiedad, depresión, miedos, frustración, insatisfacción, pero también dolor, malestar, enfermedades psicosomáticas.
Los que se salen de la norma sufren el rechazo y los que se ajustan a ella sufren la restricción. ¿Es esto realmente lo que queremos para nosotros y para los demás?
Todos somos normales... Si aceptamos nuestras peculiaridades
La solución a esta situación agotadora, dolorosa e injusta está en nuestras manos y pasa por la apertura a la diversidad. Deja de enmarcar y categorizar para entender que todos somos diferentes y que precisamente estas diferencias enriquecen a la sociedad.
Los introvertidos traen profundidad, los extrovertidos traen alegría. Hay individuos prácticos y otros soñadores, hay quienes aman escuchar y hay quienes son excelentes comunicadores.
Nuestro sueño puede ser formar una familia, mientras otra persona quiere viajar por el mundo, todo es válido.
Cuando dejamos de juzgar a los demás, también nos permitimos la libertad de ser. Descubrimos que quizás nuestras metas no son las que otros nos han marcado, que somos muy diferentes a cómo posamos para ser aprobados.
todos somos normales
Todos somos normales hasta que se demuestre lo contrario, hasta descubrir el océano de peculiaridades que nos habitan.
Ninguna persona es igual, y este es nuestro poder. Aceptamos nuestras peculiaridades y admiramos a los que nos rodean. Finalmente, todos somos seres mágicamente únicos que luchan en vano por parecer normales.