Han sido tiempos difíciles y muchas personas se han visto obligadas a alejarse (o aún lo hacen) de sus madres. Es difícil tenerlos lejos, no poder disfrutar de su compañía, de sus abrazos. Sin embargo, el cariño de una madre siempre envuelve, en cada momento.
Escrito y verificado por el psicólogo. GetPersonalGrowth.
Última actualización: 18 de febrero de 2022
Los altibajos de la vida a veces pueden ser como una montaña rusa, y en este viaje a menudo sucede que una madre debe aceptar que no tiene hijos a su lado, lejos de casa, del espacio donde es posible abrazarse y encontrarse.
Con la llegada de la pandemia y las restricciones, muchos hemos tenido que distanciarnos del contacto físico, tan imprescindible para el ser humano como el agua y la comida.
Aún así, hay un aspecto que más o menos todos hemos descubierto sobre nuestras madres. Son más fuertes de lo que pensamos y hasta en momentos difíciles nos dan coraje, ellos son los que nos hacen fuertes.
Aunque ahora somos adultos independientes, tenemos nuestra familia y una vida estable, una mamá siempre es el pilar, el norte de nuestra brújula emocional.
Ciertamente no todos tienen la suerte de poder contar con una figura materna iluminadora., capaz de nutrirlos emocionalmente, ayudarlos a crecer y guiarlos para que encuentren su libertad, su fuerza y descubran sus capacidades.
Sin embargo, a menudo sucede que hay otros “modelos a seguir” que, a su manera, logran desempeñar un papel similar: una abuela, una tía o incluso una suegra. La maternidad no es sólo una cuestión de genética, sino de amor verdadero.
Una madre puede estar allí incluso desde lejos
Saber estar presente es una habilidad, un arte existencial que no todos saben practicar. Es el simple hecho de estar presente con el corazón y la mente al compartir un espacio común, pero sin disminuir ni controlar ni asfixiar.
También significa saber estar cerca aunque sea distante, recordar a la otra persona, preocuparse, dedicarle el pensamiento a pesar de la distancia.
Una madre sabe estar ahí en cualquier situación y circunstancia y eso la hace única.
Las madres empiezan a aceptar enseguida que sus hijos nacen con alas invisibles y es su responsabilidad educarlos para que sean fuertes y valientes, listos para el día en que, sin previo aviso, extenderán sus alas… Aunque este vuelo los lleve lejos.
Es una ley de vida: se da vida a los niños, pero también una voz propia, su propia forma de conquistar el mundo como ellos quieren.
Madurar significa aprender a vivir sin ellos, pero extrañarlos cada día.
Precisamente en esto radica el misterio que se esconde detrás del vínculo madre-hijo. Eventualmente, aprendes a caminar solo, en poco tiempo empiezas a tomar tus propias decisiones y un día despegas.
Sabemos que nuestra felicidad está fuera del hogar y que aunque soltar el nido a veces duele, esta separación es necesaria y hasta fascinante. Crecer es ciertamente un universo de contradicciones.
Y así, cuando una madre se encuentra con el nido vacío, no pierde el tiempo y lo llena de nuevos compromisos, de nuevos proyectos. Ella también sufre de ese salto y de la distancia, pero lo entiende, lo respeta.
Porque saber estar ahí sin estar físicamente presente es solo eso: dan su apoyo a la distancia, di "te amo" con un mensaje en WhatsApp al que seguirán emoticonos, videollamadas por la tarde o después del trabajo.
Crecer también significa esto: aprender a vivir lejos de tu madre, pero extrañándola todos los días..
Una madre siempre es un referente, a pesar de la distancia
Nadie viene a este mundo sabiendo ya cómo ser padre. Incluso una madre comete errores, conoce sus propias imperfecciones. y sabe que en algunas ocasiones pudo haberlo hecho mejor.
Sin embargo, está impulsado por el deseo de mejorar siempre. nos motiva, es nuestro punto de referencia para todo lo que nos ha transmitido, porque siempre trata de ser un ejemplo para nuestra vida.
Por eso, a pesar de la distancia que a veces debemos mantener necesariamente, ya sea por trabajo o por otras situaciones, siempre tenemos presentes sus enseñanzas.
En cierto sentido, somos el resultado de los valores que nos transmitió nuestra madre., del amor que nos ha dado y de las palabras que nos ha dicho.
Mamá, siempre quiero verte.
Hay muchos que viven en este momento con ese sentimiento siempre presente de que es señorita mamá, de esa parte de nosotros de la que muchas veces nos vemos obligados a alejarnos.
Una sensación extraña, a la que nadie se acostumbra porque a pesar de los mensajes, llamadas y videollamadas, no hay abrazos, complicidades cotidianas, risas, almuerzos interminables, charlas cara a cara.
Y lo bonito es que en estos casos es ella quien nos anima, porque las madres tenemos una naturaleza única; están hechos de una pasta que es una mezcla de bondad y esperanza, de amor inmaculado y la serenidad de una tarde de primavera.
Saben que nada ha terminado, que los días de los abrazos interminables están a la vuelta de la esquina. Ellos, que siempre nos sonríen a pesar de las tormentas, son la luz que nos guía en el camino de regreso, el de casa.